Carnaval en Madrid
El carnaval de Madrid es carnaval dif¨ªcil. No porque los madrile?os no est¨¦n dispuestos a disfrazarse y tomar la calle en nombre de don Carnal, sino porque do?a Cuaresma la toma con frecuencia como suya y presenta sus im¨¢genes de carnaval dantesco. No me refiero al hablar de do?a Cuaresma a la vieja triste y penitente que segu¨ªa a don Carnal, tan necesitados el uno del otro en el contraste de la vida y el calendario, como nos cont¨® Caro Baroja, sino a la vieja mohosa y bruja de aquelarre que es met¨¢fora de la Espa?a de charanga y pandereta. O de la que es peor: la que los fantasmas que se paseaban el s¨¢bado por el baile del C¨ªrculo de Bellas Artes nos recordaban que revive.
No ha sido nunca el carnaval madrile?o de mucho destape. La nieve de la sierra en febrero no estimula la carne al aire, como en C¨¢diz o en Canarias, aunque en ¨¦pocas m¨¢s represivas, cuando no era Madrid la ciudad licenciosa y pose¨ªda por el pecado que el arzobispo Rouco ha descubierto ahora, el morbo de lo prohibido alentaba la concupiscencia en los carnavales interiores de los salones de baile. Pero lo peor de hacer del pecado un abuso y entregarse a todas las facilidades que para pecar ofrece Madrid es que el h¨¢bito pecaminoso termina siendo un choteo y deja de tener gracia. Y a eso han contribuido de manera muy especial los obispos, prodigando a Espa?a una fama de pa¨ªs del pecado f¨¢cil, que ni puede ser ajena a la capital del reino, si favorece su turismo, ni renunciar ¨¦sta a unas buenas carnestolendas. Si tal fama fuera provechosa para todos, no dudo de que alg¨²n m¨¦rito tratar¨ªan de atribuirse el alcalde y la presidenta, pero quiz¨¢ en este caso sean generosos con Zapatero, a quien han homenajeado en el carnaval de Viareggio por el despendole espa?ol y lo han representado toreando obispos entre comparsas vestidos de faralaes. M¨¢s p¨ªcaros en la expresi¨®n Gallard¨®n y Aguirre que Zapatero, que un casto Luis Gonzaga parece al lado de ellos, no dudo de que en este caso y sin que siente precedente, le concedan el honor en exclusiva por mucho que su haza?a favorezca a la industria.
El propio Zapatero ha enviado a la Santa Sede a uno de sus beatos, disfrazado de embajador, con la esperanza de que los cardenales modifiquen el retrato de perverso que le han elaborado. Pero tampoco el carnaval de Madrid ha sido el de la risa de chirigotas y murgas; tal vez porque las ocasiones cotidianas para la carcajada no nos faltan y no es preciso esperar a la fiesta para configurar una caricatura de la realidad. Para enfrentarse a ella en su esperpento bastar¨ªa con darse de bruces con alguna manifestaci¨®n o abrirse paso entre las mesas petitorias, que abundan, pero un paseo por la Carrera de San Jer¨®nimo permite elegir en el Congreso de los Diputados entre el humor y el drama. El drama y el humor est¨¢n siempre cerca el uno del otro y se necesitan mutuamente. Nada nuevo. Lo nuevo es el humor zafio y la vulgaridad, caracter¨ªsticas de moda en el humor patrio. La concejal correspondiente, que ha puesto buen gusto en esta fiesta de saltimbanquis, ha conseguido que el carnaval de la calle, en lucha con el fr¨ªo y el agua, recobre la dignidad que la ciudad le requiere y escape de la estampa paleta que en otra hora ofrec¨ªan sus carrozas vetustas y esmirriadas. Pero es tanto lo que Madrid ofrece al aire libre, con sus manifestaciones, procesiones y desfiles, que a cualquier carnaval le resulta dif¨ªcil competir con tales espect¨¢culos.
Para muestra, un bot¨®n: el nuevo pancartero, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, re¨ªa el s¨¢bado a mand¨ªbula batiente en una concentraci¨®n con v¨ªctimas del terrorismo. La calle ha ganado un converso para animarla. Y los movimientos c¨ªvicos, con m¨¢s experiencia que ¨¦l en lo que ¨¦l llamaba antes algaradas, suelen poner color de cabalgata a sus manifestaciones y combinar sus risas con sus l¨¢grimas. Ma?ana, mi¨¦rcoles, mientras unos enterrar¨¢n a la sardina como paganos, otros ir¨¢n a la Iglesia para que les recuerden que son puro polvo; tambi¨¦n Aznar. Unos d¨ªas m¨¢s tarde, primer viernes de marzo, har¨¢n cola para rezar a Jes¨²s de Medinaceli, sagrado icono madrile?¨ªsimo. Le pedir¨¢n que Espa?a no se rompa, milagro garantizado, o que fracase Zapatero en un hipot¨¦tico proceso de paz. Que es gracia que esperan alcanzar de nuestro padre Jes¨²s. Am¨¦n.
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