?Es irresponsable el IVAM?
Quien visite el IVAM antes del 5 de marzo puede ver El Gran Collage del Mundo de Err¨®. Y en esa exposici¨®n un cuadro, de t¨ªtulo Polonia, en cuyo ¨¢ngulo superior izquierdo hay una campana con la inscripci¨®n "libertas. Ecclesia populusque". El badajo de la campana es la cabeza del papa Woitiwa. Arriba, en el centro, puede verse una peculiar versi¨®n del fresco La Creaci¨®n de Ad¨¢n de la Capilla Sixtina: Juan Pablo II sustituye a Dios y al acercar su dedo a un Walesa desnudo con hoja de parra, hace saltar un rayo. Con la otra mano sostiene un sombrero, no sabemos si de prestidigitador o de pedig¨¹e?o. Tambi¨¦n figura como retrato sostenido a modo de zanahoria delante de un esforzado obrero que arrastra una carreta que trasporta al que le pone delante el inalcanzable premio. Si el visitante cruza la sala se encuentra con Mujeres Fatales, un pol¨ªptico de 16 paneles. La imagen central de cada uno es una mujer de curvas vertiginosas -como las habituales hero¨ªnas de los c¨®mic- cuyas enf¨¢ticas prendas apenas cubren pubis poderosos, senos arrogantes o ingles abismales. Entre ellas hay dos monjas. Las manos de la primera componen el mismo gesto que el de una de esas mujeres, pero mientras ¨¦sta sostiene una pistola sideral la otra ofrece una plegaria. La segunda religiosa no se sabe si condena, envidia o mira desde atr¨¢s con fruici¨®n una imponente Lolita que sostiene el bikini con su mano izquierda; tumbada, en escorzo, parece salirse del lienzo.
No s¨®lo hay miembros de la Iglesia cat¨®lica en los cuadros. En Reaganscape, las cejas delatan una figura caricaturizada del Ayatol¨¢ Jomeini. Y en Dios bendiga Bagdag, un lienzo de grandes dimensiones, hay profusi¨®n de figuras pertenecientes al Islam. Un talib¨¢n armado delante de los budas milenarios dinamitados, el rostro de Osama Bin Laden entre las desaparecidas torres gemelas o gentes barbudas de cara feroz con turbante. El rostro de un cl¨¦rigo barbado y ce?udo se reproduce tres veces: en la primera mira de forma severa; despu¨¦s, su boca se dilata porque una figura femenina desnuda pugna por salir separando sus labios; por fin, el rostro se rompe en pedazos y la mujer salta danzarina al exterior.
En general, todas las figuras religiosas est¨¢n insertas en un torbellino imp¨²dico y c¨¢ustico de personajes reales o de ficci¨®n. En el cuadro Polonia tambi¨¦n vemos a Breznev como una envejecida ama de casa, con su delantal, un pa?uelo en la cabeza, asiendo una fregona que resulta ser el general Jaruzelski. Otra figura pudiera ser un Marx mitrado cuyo b¨¢culo lo remata una hoz y un martillo. De hecho a Jomeini lo rodea un coro de l¨ªderes mundiales mientras Reagan y Gorbachov, sentados, mecen la cuna de un neonato 1981. El mundo, alrededor, se desmorona. Y en el cuadro de Bagdag, Bush tiene la Zona Cero como centro de su hueca cabeza, mientras los hombres de negocios hacen dinero y las bombas caen. Err¨® debe tener horror vacui, algo de El Bosco y de tebeo underground parecen dar cuenta de sus abigarradas -y complicadas- composiciones. Los cuadros semejan v¨®rtices de detritus variados, espirales delirantes de colores agresivos. En el piso superior se exponen Las Pinturas Chinas o la Serie Espacial...desde la revoluci¨®n cultural a la carrera de la NASA son satirizadas. Pero si nos detenemos en los primeros fotomontajes de los a?os cincuenta, vemos de d¨®nde procede este esp¨ªritu gamberro: de DADA y de los surrealistas. Esas obras muestran que su sensibilidad, despu¨¦s transfigurada, bebi¨® en los vituperios visuales de los Man Ray, Hausmann, Hanna H?ch o Hartfield. Renau recordaba que Aragon calific¨® la obra de Hartfield de "cuchillo que entra en todos los corazones".
Por decirlo brevemente: en Europa, desde las guerras de religi¨®n, gran parte de la constituci¨®n de un espacio pol¨ªtico neutro se debe a una cr¨ªtica m¨²ltiple e irreverente de las instituciones eclesiales. Cuesta comprender a los que, frente a la reacci¨®n desatada por las famosas caricaturas, argumentan como si ahora debiera convertirse en norma p¨²blica lo que se logr¨® clausurar en la conciencia privada; mientras que aquello que ayud¨® a generar la cosa p¨²blica y com¨²n debiera, por prudencia, reservarse para la intimidad. ?Donde pondr¨ªamos el cuchillo de Bu?uel? No s¨®lo las Fallas, habr¨ªa que vaciar museos, filmotecas y bibliotecas.
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