A pesar de todo, se mueve
El nivel de ruido en la escena pol¨ªtica es de tal calibre que no permite saber d¨®nde estamos ni hacia d¨®nde vamos. Pero de susto en susto llevamos ya m¨¢s de dos a?os de Gobierno tripartito y nos acercamos a ese momento ¨¢lgido en el que el balance de la legislatura se va conformando. De todos es sabido que las legislaturas que transcurren con una cierta normalidad, se deciden en los dos a?os intermedios. Se ha convertido en un t¨®pico referirse al primer a?o de una legislatura como el a?o de los proyectos, los dos a?os siguientes como los a?os de las realizaciones y puestas en pr¨¢ctica, y el ¨²ltimo a?o como el de las inauguraciones y de los preparativos de la inmediata campa?a electoral. Esto se acent¨²a cuando el gobierno entrante no goza de los privilegios de la continuidad. El Gobierno de la Generalitat est¨¢ situado en ese momento intermedio en el que lo que no logre hacer avanzar en pocos meses quedar¨¢ en el apartado de proyectos pendientes. Y todo ello al albur de los efectos que pueda tener el desenlace incierto de la aprobaci¨®n del nuevo Estatuto de Autonom¨ªa del pa¨ªs, que es precisamente la gran apuesta del periodo. O sea, que los consejeros catalanes saben que les queda relativamente poco tiempo para ultimar proyectos y dejarlos en posici¨®n de rendici¨®n de cuentas.
Pretender realizar un cierto balance en momentos como los actuales es casi heroico. El proceso de reforma estatutario ha sido y es extenuante. Como bien sabemos, la combinaci¨®n de requisitos legales que exig¨ªan el consenso de Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU), la indigesti¨®n total del PP con relaci¨®n a los resultados de las elecciones generales del 14 de marzo, la apertura de una coyuntura tremendamente favorable para encarar el fin de la violencia pol¨ªtica en Euskadi, y el ¨¦nfasis en valores y memoria hist¨®rica con que Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero encar¨® la legislatura espa?ola (a falta probablemente de alternativas s¨®lidas en pol¨ªticas m¨¢s decisivas), han situado el escenario pol¨ªtico catal¨¢n y el espa?ol en general en una tesitura ins¨®lita de frentismo bicolor trufado de conflicto ideol¨®gico y territorial. Este frentismo, no por conocido desde el punto de vista hist¨®rico (o precisamente por ello) deja de ser menos inquietante. A nadie parece preocuparle lo que ocurre en las pol¨ªticas absorbidos como estamos por la pol¨ªtica politiquera. Lo cierto es que, a pesar de todo, algo se est¨¢ moviendo en Catalu?a.
Un repaso somero a los contenidos del Pacto del Tinell, y una visita a la web de la propia instituci¨®n que informa sobre lo acaecido en la labor de gobierno (www.gencat.net/pladegovern/indicadors) nos indica que se han dado avances significativos en asuntos muy importantes para la calidad de vida de los catalanes (educaci¨®n infantil, equiparaci¨®n de los horarios de la escuela p¨²blica y la concertada, con incremento notable de profesores; planes educativos de entorno, planes de actuaci¨®n en barrios degradados, protecci¨®n de espacios naturales y enclaves costeros amenazados, inicios de descentralizaci¨®n sanitaria y mejora de la atenci¨®n primaria, avances en pol¨ªticas de inclusi¨®n, reforzamiento significativo de las pol¨ªticas de vivienda, avances en diagn¨®stico de la justicia...), mientras que en otros asuntos el balance es menos positivo (divisi¨®n territorial, fracaso escolar, falta de modelo claro de desarrollo territorial, reforma administrativa, cambio en la pol¨ªtica energ¨¦tica...). Desde mi punto de vista, lo m¨¢s importante es que parece que se est¨¢n poniendo las bases para cambiar inercias y l¨®gicas que por repetidas a lo largo de m¨¢s de 20 a?os acabaron pareci¨¦ndonos naturales. El estilo uni¨®nconvergente, con un liderazgo tan peculiar y continuado, hab¨ªa ido degenerando notablemente, y ahora empieza a estar claro que los ¨²ltimos cuatro a?os de Gobierno pujolista fueron claramente prescindibles. Tras el susto de las elecciones de 1999, lo cierto es que los convergentes no se sobrepusieron y dedicaron m¨¢s esfuerzos a tratar de recomponer liderazgos e imagen pol¨ªtica que a replantear las pol¨ªticas auton¨®micas ante lo que nos estaba cayendo encima: precariedad laboral, encarecimiento de la vivienda, oleada migratoria evidente y grandes impactos en educaci¨®n y sanidad, d¨¦ficit de inversi¨®n en cuidado y atenci¨®n social a la infancia y a los ancianos, falta de atenci¨®n a los problemas ambientales y dejaci¨®n ante la grave y profunda crisis del sistema educativo. Por otro lado, su conocido antimunicipalismo les impidi¨® reforzar y apoyar sin reservas a los gobiernos locales, cada d¨ªa m¨¢s decisivos en el bienestar colectivo y la cohesi¨®n social. Las cosas han empezado a cambiar, aunque el fragor de los combates y los much¨ªsimos errores cometidos por el propio tripartito impidan discernir con claridad lo que acontece.
El asunto de las encuestas de Presidencia, destapado estos d¨ªas, vuelve a retrotraernos a momentos y escenas que parec¨ªan superadas. Es evidente que la creaci¨®n del Centro de Estudios de Opini¨®n no resuelve la posibilidad de que varios organismos de la Generalitat puedan optar por hacer encuestas motu proprio, pero al menos legalmente se ha formalizado la cuesti¨®n y los que sigan realizando esas pr¨¢cticas saben que incumplen lo previsto y que pueden acabar imputados por utilizar fondos p¨²blicos con fines discutibles y partidistas. Lo que ha aflorado estos d¨ªas, con decenas y decenas de encuestas con temas y asuntos peregrinos y de muy dif¨ªcil justificaci¨®n, no hace sino reforzar la visi¨®n de una larga etapa de gobierno que durante a?os entendi¨® las instituciones como un feudo propio, que utilizar de manera discrecional. En este aspecto, parece haberse encauzado mejor este tipo de consultas. Ahora bien, no hay duda de que, en general, las cosas no est¨¢n como para lanzar cohetes. La labor del Gobierno tripartito arroja muchos claroscuros. Hay departamentos cuya labor es francamente mejorable, y el tiempo para rectificar el rumbo empieza a agotarse. Pero, insisto, al menos se ha asumido que no ¨ªbamos bien, y se ha empezado a hacer cosas que, aunque de manera fragmentaria y discontinua, ofrecen signos de mejora. Quedan algunos meses para aprobar el nuevo Estatuto, modificar percepciones y comprobar resultados.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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