Magia y antibelicismo
Nominada al Oscar 2005 al mejor largometraje de animaci¨®n, aunque producida en 2004 (de hecho, fue vista en Venecia y en Sitges ese a?o), El castillo ambulante es la prolija e inspirada versi¨®n en dibujos animados de una novela de la brit¨¢nica Diana Wynne Jones, Archer's Go?i, que el maestro japon¨¦s Hayao Miyazaki, el m¨¢s venerable y, seguramente, el m¨¢s admirado animador de nuestro tiempo, decidi¨® hacer suya. No es extra?a la elecci¨®n del director de Porco Rosso: no es la primera vez que en su obra recurre al mundo occidental para buscar inspiraci¨®n para sus argumentos ni es tampoco la primera vez que un cuento supuestamente para ni?os se termina convirtiendo en sus manos en un abierto manifiesto antib¨¦lico y ecologista: ah¨ª est¨¢ La princesa Mononoke para confirmar el aserto.
EL CASTILLO AMBULANTE
Direcci¨®n: Hayao Miyazaki. Int¨¦rpretes: pel¨ªcula de animaci¨®n. G¨¦nero: animaci¨®n fant¨¢stica. Jap¨®n, 2004. Duraci¨®n: 119 minutos.
Menos rico en cuanto a su propuesta de animaci¨®n que su filme inmediatamente anterior, El viaje de Chihiro, tiene El castillo ambulante, no obstante, numerosos puntos de conexi¨®n con la obra anterior de Miyazaki como para ser considerado entre sus mejores criaturas: otra vez estamos en un terreno en el que no existe ni la bondad absoluta ni la maldad total; en el que el esfuerzo personal lo es todo, y en el que un h¨¦roe masculino (Howl, el mago) es salvado, a la postre, por la constancia de una an¨®nima y modesta hero¨ªna (Sophie aqu¨ª, como Chihiro en la anterior), tambi¨¦n ella prisionera de un hechizo que le impide ser vista con sus rasgos.
Y a la postre, lo que merece la pena ser recordado de este filme, que tiene momentos de soberbia, majestuosa, inspiraci¨®n (las secuencias de los bombardeos, por ejemplo), es lo de siempre en Miyazaki: la catarata imparable de su inspiraci¨®n visual, su hondo humanismo, la desbordante capacidad de sus propuestas para hacernos so?ar con mundos imposibles, con personajes turbadores, con situaciones completamente impensadas... Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir.
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