Once picos y un cabo

HAY LUGARES en los que la naturaleza deleita al viajero. Ciudad del Cabo y su entorno maravillan. La urbe est¨¢ ubicada en la falda de una monta?a, Table Mountain, de m¨¢s de mil metros de altura y totalmente plana en su cumbre. Llamada as¨ª por asemejarse a la mesa de la ¨²ltima cena de Jesucristo, su cercan¨ªa al oc¨¦ano la convierte en ¨²nica, con una magia y embrujo que protegen a sus habitantes. Con los ¨²ltimos rayos de sol emerge a¨²n m¨¢s si cabe, proporcionando una instant¨¢nea grandiosa. Dejando atr¨¢s la ciudad, sorprenden 11 picos contiguos, Los Doce Ap¨®stoles, acepci¨®n nuevamente cristiana. Probablemente Judas sea el pico que falta. Playas de arena fina conducen a una zona de acantilados de verticalidad espeluznante, que parecen desafiar a las ballenas que se avistan con frecuencia. Y finalmente, la llegada al famoso cabo de Buena Esperanza o de las Tormentas.

Al lado, en Cape Point, la subida al faro es obligada, y en cierto modo este cabo se asemeja al espol¨®n de un gale¨®n. El viento golpea fieramente, la mar agitada, qu¨¦ momento. La inmensidad del oc¨¦ano. Inenarrable la sensaci¨®n de estar tan al sur de ?frica. Mayor gozo si cabe cuando uno cierra los ojos, dibuja mentalmente el mapa de ?frica y sit¨²a una chincheta en la puntita sur del continente africano. Esa chincheta, por unos minutos, era yo.