C¨®mo rescatar aquel viejo v¨ªdeo de boda
Antonio y Julia grabaron las travesuras de su beb¨¦, hace dos d¨¦cadas, con una Betamax. Hace a?os que este tipo de v¨ªdeos no est¨¢ en el mercado y el suyo acab¨® muri¨¦ndose. Fueron a un establecimiento especializado para que les copiasen aquellas escenas hogare?as en un DVD. En Videoinstan, en Barcelona, lo hacen, como en tantos otros lugares. Trasladar dos horas de cinta a un soporte digital vigente que los rescate de su sepultura tecnol¨®gica cuesta 18 euros. Aurora Depares, responsable del local, recuerda que en 2001 apenas hab¨ªa tres estanter¨ªas con DVD. Hoy, cerca del 80% de la oferta est¨¢ sobre DVD. "Los cambios de formatos son un engorro para el consumidor, pero mejoran la calidad de la imagen y permiten a la industria abrir otro mercado sobre los mismos t¨ªtulos".
En 2003, la Unesco alert¨® sobre el peligro que corre el patrimonio digital conservado con tecnolog¨ªas que ya no se usan ni conocen
?ste es un ejemplo dom¨¦stico de obsolescencia tecnol¨®gica. Un fen¨®meno maliciosamente programado por la industria, dicen unos. Una consecuencia de la marcha de los tiempos, argumentan otros.
Una parte de la memoria de la Humanidad, que se conserva en diferentes soportes digitales a?ejos, puede quedar encerrada en la m¨¢quina, inaccesible, invisible. Los primeros ordenadores utilizaban para el almacenamiento una casete de 30 minutos (1975-78) que cay¨® en desuso. El disquete floppy ya es historia, salvo para arque¨®logos de la inform¨¢tica.
La Universidad de Cornell tiene una web donde hace recuento de la tecnolog¨ªa caducada, pero cuya memoria puede guardar preciosos tesoros. La llama c¨¢mara de los horrores.
En 1986, la BBC recopil¨® en una docena de discos 25.000 mapas, 50.000 fotos, 60 minutos de pel¨ªcula, 250.000 nombres de lugares. Un testimonio de la vida brit¨¢nica. Pero emple¨® un raro sistema lector, cuyos pocos ejemplares dejaron de existir. Diecis¨¦is a?os despu¨¦s, hubo que fichar expertos para, con complicadas t¨¦cnicas de emulaci¨®n, resucitar el archivo.
La Unesco, "entendiendo que este patrimonio digital se encuentra en peligro" y que su preservaci¨®n es una preocupaci¨®n "urgente del mundo entero", proclam¨® en 2003 La Carta para la preservaci¨®n del patrimonio digital. Una alerta sobre este in¨¦dito tipo de amnesia. Este mes, en la Biblioteca Nacional se celebrar¨¢n unas jornadas internacionales sobre conservaci¨®n del patrimonio digital. Alejandro Carri¨®n G¨²tiez, del grupo sobre Patrimonio Digital, considera que Espa?a se plantea el problema con 10 a?os de retraso. "Lo primero", comenta, "es que mientras los editores de libros tienen la obligaci¨®n del dep¨®sito legal, este deber no existe para la creaci¨®n digital", y, por tanto, no hay un censo fiable. Carri¨®n propone ir pensando en soluciones inform¨¢ticas estandarizadas, universales, abiertas y que no dependan de programas propietarios. "Anticipar una soluci¨®n para dentro de cien a?os es muy dif¨ªcil, hay que ir pensando en encapsular los objetos digitales y ofrecer accesos estables a los mismos". Las bibliotecas, con las piezas digitales, deber¨ªan documentar no s¨®lo el autor o el g¨¦nero, sino, adem¨¢s, sobre qu¨¦ programa corren y qu¨¦ tipo de archivo son. En Internet, muchos due?os de p¨¢ginas las cambian sin conservar la anterior. Raramente, por ejemplo, los partidos guardan sus webs electorales tras las votaciones. Una dificultad m¨¢s para las hemerotecas digitales. Organizaciones como Archive.org lo intentan, almacenando millones de p¨¢ginas en desuso.
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