Melod¨ªas de Hollywood
Con esta leyenda viva, John Williams, compositor de 'La guerra de las galaxias', compiten hoy por el Oscar a la mejor banda sonora el espa?ol Alberto Iglesias y el argentino Gustavo Santaolalla. Williams es candidato con 'Memorias de una geisha' y 'M¨²nich'. Entrevistamos a todo un caballero.
Incluso para el m¨¢s ne¨®fito, el nombre de John Williams suena a m¨²sica. La relaci¨®n es inmediata entre ese nombre y las notas de violonchelo que anuncian la amenazadora presencia de Tibur¨®n o que te llevan a lejanas galaxias apenas comienzan a sonar los primeros acordes de La guerra de las galaxias. Williams es la estrella en un arte que no suele hacer estrellas, de una disciplina que suele pasar inadvertida para el gran p¨²blico. Adem¨¢s son muchos los que piensan que, de no haber sido por este neoyorquino de 73 a?os, el mundo de las bandas sonoras orquestales estar¨ªa en v¨ªas de extinci¨®n. Los ejemplos del talento y la popularidad de Williams son numerosos, cercanos al centenar entre pel¨ªculas y trabajos de televisi¨®n: junto a Tibur¨®n y la saga completa de La guerra de las galaxias est¨¢n Superman, La lista de Schindler, ET, la trilog¨ªa de Indiana Jones, Solo en casa, Harry Potter y Encuentros en la tercera fase, por citar algunos de los m¨¢s destacados. "Con ¨¦l, mis pel¨ªculas se hacen escuchar", asegura su perenne colaborador, Steven Spielberg. "Johnny ha recuperado un arte perdido, de verdad", resume para resaltar la importancia de un artista con el que lleva trabajando m¨¢s de tres d¨¦cadas. George Lucas, cuya amistad y colaboraci¨®n datan de esa misma ¨¦poca, se hace eco de la misma admiraci¨®n: "John Williams es capaz de comunicar con su m¨²sica con tal elocuencia que junto a ¨¦l podr¨ªa dirigir una pel¨ªcula muda si quisiera", afirma, sabedor de que la m¨²sica de su saga gal¨¢ctica es mucho m¨¢s recordada que los di¨¢logos de sus pel¨ªculas.
"S¨®lo me hace falta escuchar a Brahms o Mozart para deprimirme; son tan superiores que no s¨¦ ni para qu¨¦ hablar de ello"
A juzgar por los cinco Oscar conseguidos de sus 43 candidaturas (es el profesional vivo que m¨¢s veces ha aspirado a este honor), Spielberg y Lucas no est¨¢n solos en su admiraci¨®n. Adem¨¢s hay que contar los 18 Grammy conseguidos hasta la fecha y sus discos de oro y platino que atestiguan sus ventas, un mercado donde Williams mantiene el honor de ser el compositor del sencillo instrumental m¨¢s vendido de todos los tiempos, el tema de La guerra de las galaxias. Y aun as¨ª, todos los que le conocen resaltan su humildad, honestidad y cortes¨ªa. "Si busca en el diccionario la palabra caballero, lo que encuentra es una foto de Williams", indica Rob Marshall, director de Chicago y que ha trabajado con ¨¦l en Memorias de una geisha. En esa foto, Williams ir¨ªa, como siempre, vestido con alguno de esos jers¨¦is negros de cuello alto que tanto le gustan, y que le devuelven a sus a?os de pianista de jazz.
Esos jers¨¦is son la se?a de identidad de alguien que apenas comparece en p¨²blico ni concede entrevistas. Williams prefiere dejar que hable su m¨²sica, y esgrime una raz¨®n de peso para su humildad: "S¨®lo me hace falta escuchar un concierto de Brahms o el R¨¦quiem de Mozart para deprimirme, porque son tan superiores a mi m¨²sica que no s¨¦ ni para qu¨¦ vamos a hablar de ello". Aun as¨ª, en Estados Unidos es considerado uno de los compositores con may¨²sculas, y su obra est¨¢ al mismo nivel de Barras y estrellas, de John Philip Sousa; Apalachian spring, de Aaron Copland, y West side story, de Leonard Bernstein.
Con esa misma honestidad y pasi¨®n, el compositor con m¨¢s ¨¦xito de la historia estadounidense solicit¨® su ¨²ltimo trabajo. "No pod¨ªa dar cr¨¦dito a lo que ve¨ªan mis ojos: el legendario John Williams, delante de m¨ª pidi¨¦ndome que le permitiera componer la m¨²sica para mi pel¨ªcula", se admira Marshall. No fue precisamente falta de dinero ni de trabajo lo que le llev¨® a hacer esta petici¨®n personal. "Tampoco es que necesite demostrar nada en su carrera", a?ade el realizador. De hecho, era dif¨ªcil convencer a Williams para que aceptara m¨¢s trabajo en un a?o en el que compuso la m¨²sica para la ¨²ltima entrega de La guerra de las galaxias, dos bandas sonoras para su amigo Spielberg -La guerra de los mundos y M¨²nich- y el ¨²ltimo Harry Potter. "Cuando uno se da cuenta de que a¨²n hay sitio para la belleza en el mundo en el que vivimos, hay que celebrarlo, y creo que es f¨¢cil darse cuenta de la belleza que esconde el maravilloso libro de Arthur Golden", dice Williams. "El libro cuenta una historia de amor ¨²nica. He compuesto m¨²sica para muchas batallas y para piezas hist¨®ricas, pero he tenido muy pocas oportunidades de hacer una historia de amor. Y menos una tan bella y diferente como ¨¦sta", a?ade el que en su d¨ªa fue apodado el rey de la m¨²sica de desastre, tras darle la melod¨ªa a grandes de ese g¨¦nero como La aventura del Poseid¨®n, Terremoto y El coloso en llamas.
Williams reconoce que tiene sus predilecciones. Entre ellas, su trabajo en Encuentros en la tercera fase, que muchas veces ha citado como su preferido, un filme con poco di¨¢logo donde la partitura mantiene el inter¨¦s del p¨²blico. "Tengo mis puntos fuertes y mis limitaciones, pero mi principal temor es la repetici¨®n, y mi ¨²nico anhelo, el de encontrar algo nuevo. Por eso me ayuda ir del aura musical de La guerra de los mundos a Memorias de una geisha, y de ah¨ª al dolor que hay en M¨²nich. Me gusta el cambio, y hasta donde puedo es lo que busco con cada pel¨ªcula".
?stas son sus preferencias, pero lo que marca su m¨²sica es la pel¨ªcula. "Tengo que asegurar que mi composici¨®n encaje en la arquitectura del filme. No s¨¦ si le interesar¨¢ que le hable de esto? Lo primero que hago es encontrar ese momento de la historia desde el que puedo empezar, y que permitir¨¢ que mi melod¨ªa vaya madurando a medida que la relaci¨®n con el espectador madure. Por lo dem¨¢s, es un problema de textura musical. Si tienes La guerra de las galaxias, la orquestaci¨®n ser¨¢ muy diferente a una pieza como Memorias de una geisha. No se puede imaginar cu¨¢ntas notas hay en una partitura orquestal por minuto. Mientras que en la d¨¦cada de los cuarenta era dif¨ªcil que las pel¨ªculas tuvieran m¨¢s de 20 minutos de m¨²sica -incluso los hab¨ªa como John Ford, que no pon¨ªan m¨²sica en sus batallas-, en la actualidad la melod¨ªa es incesante. Es casi como escribir una ¨®pera", comenta, y recuerda los 120 minutos que compuso para Harry Potter y los 130 minutos que hay en cada una de las entregas de La guerra de las galaxias.
En cualquier caso, su proceso creativo siempre nace del mismo ritual. "Estoy chapado a la antigua", se r¨ªe, iluminando un rostro apenas sin arrugas y con cierto toque de Pap¨¢ Noel. "Me gusta trabajar solo, seis d¨ªas y medio a la semana, y con mi piano por toda compa?¨ªa. Nada de ordenadores. Un piano, un l¨¢piz y un trozo de papel". Tampoco cambia de sitio, instalado desde hace unos 30 a?os en las oficinas de Amblin, junto a Spielberg. "Siempre he buscado la compa?¨ªa y la amistad de Johnny. Su m¨²sica me sigue poniendo la carne de gallina, as¨ª que tengo claro que nunca podr¨ªa haber encontrado a nadie mejor", asegura Spielberg de una asociaci¨®n que le ha unido a Williams en todas menos dos de sus pel¨ªculas. Williams a¨²n se acuerda de lo joven que era Spielberg cuando se puso en contacto con ¨¦l, ya un veterano de la m¨²sica de cine, para que hiciera la banda sonora de Sugarland Express. "?se fue el d¨ªa m¨¢s afortunado de mi vida". Junto a Spielberg est¨¢ dispuesto a hacerlo todo, aunque asegura que el proceso es el mismo que con cualquier otro director: "La conversaci¨®n es siempre la misma: qu¨¦ es lo que necesitamos para la pel¨ªcula. En el caso de La guerra de los mundos, lo que necesit¨¢bamos era energ¨ªa, empuje, nada intelectual. Empuje para avanzar en la trama. ?se es el tipo de conversaciones que nos traemos mientras le muestro al piano lo que quiero hacer". A Lucas, sin embargo, no le gusta seguir el proceso musical y espera al final para escuchar lo que Williams le ha preparado.
Para Memorias de una geisha, Williams cont¨® con un factor a?adido en su composici¨®n: "Soy un enamorado de la m¨²sica japonesa, en especial de la m¨²sica de Toru Takemitsu; nunca le conoc¨ª, pero he tenido la oportunidad de dirigir algo del trabajo que hizo junto a [Akira] Kurosawa [en Ran]. Me atrajo la idea de trabajar en una m¨²sica que diera muestras de orientalismo y universalismo a la vez". El orientalismo lo aporta el uso de instrumentos de la m¨²sica tradicional japonesa, como el koto en cuerda, el shakuhachi en aire y los tambores taiko. Para lo universal ech¨® mano del toque Williams. Adem¨¢s recurri¨® a la ayuda de dos profesionales de la m¨²sica cl¨¢sica con los que hab¨ªa trabajado antes: el violinista Itzhak Perlman y el violonchelista Yo-Yo Ma. "Como con todas las bandas sonoras de Williams, la m¨²sica de Memorias de una geisha est¨¢ en tal sincron¨ªa con el contenido del filme que no puedes ya concebir lo uno sin lo otro", afirma el violinista encargado de dar la voz musical al personaje del Chairman, mientras que el violonchelo de Yo-Yo Ma lleva el tema de Sayuri, la geisha que protagoniza la historia.
Tiene admiradores por todas partes. El compositor espa?ol Javier L¨®pez de Guere?a resalta su capacidad para manejar una paleta enorme de emociones: "Recuerdo que cuando hice el tema para el telediario [de La Primera] me sugirieron que utilizara la m¨²sica de John Williams como referencia". Son muchos los compositores actuales que no s¨®lo le deben la nueva vida que disfruta el g¨¦nero, sino que han bebido en m¨¢s de una ocasi¨®n de sus melod¨ªas; int¨¦rpretes como James Horner, Howard Shore o Hans Zimmer. Williams vuelve a ser discreto: "Escucho mucha m¨²sica. De todo? Bueno, de todo menos rap; de eso no he escuchado mucho [r¨ªe]. Pero tambi¨¦n hay compositores de los que no he escuchado nada. Trabajo 24 horas al d¨ªa, siempre con una fecha de entrega ajustada y siempre deseando contar con un poco m¨¢s de tiempo para refinar cada frase. Casi como el periodismo, ?no cree? Y en esos momentos prefiero no escuchar nada m¨¢s. Ni tan siquiera puedo escuchar m¨²sica en un restaurante mientras ceno, porque pierdo el hilo de la conversaci¨®n pensando que la nota ten¨ªa que ser m¨¢s alta o cosas as¨ª".
A Williams no le fue dif¨ªcil dedicarse a esto. Hijo del m¨²sico de jazz Johnny William, lo mam¨® en casa desde la infancia. "Mi historia no es demasiado rom¨¢ntica. Tuve suerte. Mi padre era un m¨²sico profesional y me cri¨¦ en una casa rodeado de sus amigos y colegas, todos m¨²sicos. ?Y qu¨¦ es lo que haces cuando creces en ese ambiente y tu padre te dice que aprendas a tocar el piano? Fui un hijo aplicado y aprend¨ª. Fui un buen estudiante y tuve algunos de los mejores maestros que pod¨ªa tener". Empez¨® a tocar el piano a los seis a?os, y con 13 escrib¨ªa su propia m¨²sica.
Otro de sus momentos de suerte fue la amistad que labr¨® junto a Bernard Herrmann, uno de los grandes de la m¨²sica de pel¨ªculas y compositor de Psicosis. Ahora, tras el fallecimiento de su colega y amigo el compositor Jerry Goldsmith, creador entre otros temas de la popular m¨²sica de Star Trek, Williams ha quedado como el ¨²ltimo dinosaurio de una generaci¨®n de oro de la m¨²sica de pel¨ªculas, pero que, seg¨²n ¨¦l, siguen siendo vistos con reparos en las salas de conciertos. Aunque para ¨¦l una banda sonora es una expresi¨®n art¨ªstica tan leg¨ªtima como una sinfon¨ªa o una ¨®pera, alterna su trabajo en el cine con su presencia durante 13 temporadas al frente de la orquesta Boston Pops, y todos los a?os acude a su cita con el Hollywood Bowl, popular auditorio de conciertos al aire libre en Los ?ngeles, donde dirige su m¨²sica y la de otros. Tambi¨¦n cuenta en su curr¨ªculo con los temas compuestos para los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles y de Atlanta. Adem¨¢s, Williams ha compuesto una sinfon¨ªa, as¨ª como varios conciertos, entre ellos uno de violonchelo para Yo-Yo Ma y el tenor Pl¨¢cido Domingo.
Williams se muestra optimista: "Nos esperan nuevas fuentes de sonido y nuevas t¨¦cnicas que no podemos ni imaginar, y, para bien o para mal, las iremos asumiendo. En lo que no hay marcha atr¨¢s es en que somos todos unos adictos a la estimulaci¨®n visual". Y se despide tan humilde como caballeroso: "?Para qu¨¦ hablar del futuro si probablemente yo soy el primer anacronismo?". Sonr¨ªe y a?ade: "Espero no haberme extendido innecesariamente y abusado de su tiempo".
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