T¨®tem y tarea
Es de desear que, cuando se publiquen estas l¨ªneas, la llamada crisis de las caricaturas haya por fin pasado y no se sigan produciendo muertes por su absurda causa, porque todav¨ªa hoy, cuando escribo, acaba de palmarla una decena m¨¢s de libios que protestaba a lo bestia contra las que public¨® el diario dan¨¦s Jyllands-Posten o vaya usted a saber cu¨¢les. Es f¨¢cil que cuando las cosas duran mucho se pierda de vista su origen, porque siempre hay imb¨¦ciles en las dos trincheras para avivar las llamas: en la trinchera occidental la palma a la imbecilidad se la ha llevado, c¨®mo no, un ministro de Berlusconi, de nombre Calderoli, que anunci¨® su prop¨®sito de enfundarse en camisetas con las vi?etas de Mahoma estampadas. L¨¢stima que lo hayan disuadido y dimitido: no s¨®lo habr¨ªa sido probable que nos libraran de un imb¨¦cil -falta nos hace aliviar la sobreabundante carga contempor¨¢nea-, sino que nos habr¨ªamos dado el gusto de verlo hecho un cromo (supongo que, como italiano rancio, habr¨ªa lucido camisetas sin mangas).
Uno tiene a menudo la sensaci¨®n de que, cuanto m¨¢s bobo y leve el motivo de un conflicto, m¨¢s posibilidades tiene ¨¦ste de degenerar en algo grave. Tambi¨¦n cuanto m¨¢s artificial o ficticio. Sin salir de Espa?a, llevamos cuarenta a?os de terrorismo de ETA por razones imaginarias. Hace poco vi en televisi¨®n a ese tal Kandido (es decir, en origen C¨¢ndido) que se carg¨® a quien lo hab¨ªa salvado de un accidente mortal cuando C¨¢ndido era un beb¨¦ indefenso, y que ahora ha puesto un negocio de cristales debajo de donde vive la viuda del salvador y v¨ªctima. Para explicar sus actos (pues no se justificaba, y menos a¨²n se arrepent¨ªa), s¨®lo se le ocurr¨ªan vaguedades y t¨®picos, a cual m¨¢s imaginario: "?l pertenec¨ªa al aparato represivo" -qu¨¦ entender¨¢ por aparato Kandido-, o "Lo que yo no voy a permitir es que se aplaste a mi pueblo". Si se piensa que ese pueblo no es otro que el Pa¨ªs Vasco, se comprueba que all¨ª no tienen ni idea de lo que es un pueblo aplastado de veras; desde luego no lo es un sitio con Gobierno, Parlamento y elecciones propias desde hace casi treinta a?os, y con alt¨ªsimo nivel de vida y no pocos privilegios desde hace mucho m¨¢s tiempo.
El conflicto de las caricaturas, como casi cualquier otro de ¨ªndole o pretexto religiosos, es bobo y leve y deber¨ªa ser ficticio. Pero claro, c¨®mo se puede convencer a nadie a estas alturas, tras un error de concepci¨®n de siglos por parte de las religiones, de que en realidad hablar de blasfemias y sacrilegios no tiene el menor sentido si quien supuestamente los comete no pertenece a la fe ofendida. Porque de la misma manera que nunca podr¨ªa decirse que es un traidor -menos a¨²n un "traidor a la patria", seg¨²n la expresi¨®n celeb¨¦rrima- el ingl¨¦s que perjudica a Espa?a o a Alemania o a Francia, ni el espa?ol que conspira contra Inglaterra o Venezuela o Rusia, tampoco deber¨ªa poder decirse que es blasfemo el caricaturista dan¨¦s que jam¨¢s ha tenido a Al¨¢ por su dios ni a Mahoma por su enviado, representante o profeta. E igualmente no deber¨ªa ser juzgado sacr¨ªlego el musulm¨¢n que escarnece una cruz cristiana, pues para ¨¦l ese s¨ªmbolo jam¨¢s ha estado dotado del car¨¢cter sacro necesario para que su actitud lo menoscabe o lo ofenda. En todas las religiones, o por lo menos en las monote¨ªstas, hay un error de partida, o quiz¨¢ no sea un error, sino un deliberado af¨¢n totalitario. Cualquier fe estar¨ªa en condiciones de exigir a sus libres adeptos la firme creencia en sus dogmas y el cumplimiento de sus preceptos y normas. Pero a nadie m¨¢s que a sus fieles, y s¨®lo a los voluntarios, es decir, en el caso del catolicismo, por ejemplo, a los que hayan corroborado su adscripci¨®n en la edad adulta y libremente, y no a quienes s¨®lo hayan sido bautizados sin su saber ni su consentimiento. ?nicamente esos responsables adeptos deber¨ªan estar obligados a obedecer la doctrina, venerar los s¨ªmbolos y seguir las consignas de la Iglesia. Y s¨®lo ellos, por tanto, deber¨ªan estar facultados para incurrir en blasfemia y en sacrilegio, esto es, para negar el car¨¢cter sagrado de lo que ellos creen sagrado. Para quienes no profesen su fe, una efigie de la Virgen o del Cristo crucificado no tiene por qu¨¦ ser muy distinta de lo que para un cat¨®lico es un t¨®tem sioux.
El problema parte del hecho de que las religiones han pretendido tradicionalmente, si no exigido, que pertenezca a ellas todo el mundo. De ah¨ª las guerras santas, las persecuciones, las intolerancias y las evangelizaciones por las buenas o por las malas. Ha costado mucho razonamiento y mucha sangre occidental convencer a nuestras Iglesias (bueno, a medias, porque ¨ªntimamente ninguna est¨¢ convencida) de que su "fe ¨²nica y verdadera" lo ha de ser s¨®lo para sus creyentes, y no para la humanidad entera. Lo rid¨ªculo es que ahora nos toque tambi¨¦n a nosotros, occidentales, ir a explic¨¢rselo y a intentar convencer de eso a varios millones de musulmanes fan¨¢ticos y totalitarios, y, lo que es peor y m¨¢s arduo, a no pocos millares de ayatol¨¢s, imanes y ulemas, que no van a ayudar, desde luego, en la descomunal tarea: el negocio se les resentir¨ªa.
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