Balanceo en el filo de la navaja
Exist¨ªa cierto morbo por contemplar en acci¨®n la propuesta de Mattafix.
Se sab¨ªa que este d¨²o nacido en los estudios de grabaci¨®n es la primera aventura musical de Buddhist Punk, la arrogante empresa londinense que confecciona su ropa rockera en la isla de Bali. Ocurre que Mattafix est¨¢ funcionando comercialmente, con el serpenteante Big city life convertido en uno de los temas de la temporada. Nada que temer sobre ese solapamiento de industrias. El grupo resulta que no es una pasarela andante de los modelos de Buddhist Punk: trapos sin etiqueta, actitud desenfadada, expresi¨®n parlanchina.
El directo de Mattafix resuelve algunos de los misterios de su primer ¨¢lbum, Signs of a struggle (Buddhist Punk/Virgin). Efectivamente, el angelical Marlon Roudette hace todas las voces, desde su relamido gorgorito fino de pop-soul brit¨¢nico a las r¨¢fagas ocasionales de grueso dancehall, en patois jamaicano; en vivo, ciertamente ambos registros no est¨¢n tan radicalmente diferenciados.
Mattafix
Marlon Roudette (voz, piano el¨¦ctrico, steel pan), Preetesh Hirji (programaciones), Ben Allen (guitarra), Jason Smith (bajo), Chris Hanby (bater¨ªa). Morocco. Madrid, 7 de marzo.
Sorpresa
Roudette compensa la imposibilidad de desdoblarse con una animosa presencia esc¨¦nica y una voluntad de comunicaci¨®n que hacen tolerable el manique¨ªsmo de Gangster blues o el citado himno a la vida urbana. Sorpresa, sorpresa: el cantante tambi¨¦n introduce un steel pan tenor, ese instrumento derivado de los bidones de gasolina, para sumar seductores colores caribe?os y como catalizador de cl¨ªmax resolutivos.
Su socio en composici¨®n y producci¨®n, Preetesh Hirji, se esconde detr¨¢s del ordenador y cumple los requisitos del estereotipo de genio en la sombra.
Con una banda elemental, Mattafix disimula sus argumentos m¨¢s blanditos y empuja por la l¨ªnea (moderadamente) alborotadora. Lo que era un proyecto de laboratorio envasado al vac¨ªo comienza a caminar con grata solvencia.
Sobre el escenario, no salen demasiado a la superficie los cacareados elementos ¨¦tnicos de los dos cabecillas (el disco cuenta con aportaciones instrumentales de Robbie Shakespeare o Talvin Singh).
Ahora mismo, Mattafix se balancea en el filo de la navaja: aunque tiende hacia un amaneramiento mel¨®dico que mella su impacto, la pareja sugiere aromas de gueto.
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