Urbanizar
Cultivar y urbanizar son dos verbos hermosos. Se refieren a la acci¨®n del ser humano sobre la naturaleza, a la capacidad de sacarle fruto a la tierra o de darle agua y luz a la gente. En la selva del vocabulario, cultivar y urbanizar tienen que ver con la educaci¨®n, porque las palabras son inteligentes, y se buscan entre ellas, y adoptan el equilibrio de los ¨¢rboles en los huertos o de los setos y las fuentes en los jardines. Pero la vida humana es m¨¢s historia que naturaleza, ya lo dec¨ªa Ortega y Gasset, y una historia implacable ha envenenado el verbo urbanizar, acerc¨¢ndolo a los campos sem¨¢nticos de la corrupci¨®n, el destrozo y las especulaciones.
La condici¨®n humana resulta en ocasiones tan devastadora como los incendios forestales. Marbella es un caso notable. Sus alcaldes han conseguido con una eficacia sin escr¨²pulos que la fama de Marbella se convierta en un ejemplo internacional de corrupci¨®n, dinero negro, negociantes sin ley y pol¨ªticos sin un m¨ªnimo resto de decencia. Adem¨¢s de un litoral consumido y de una imagen que s¨®lo la lluvia y el viento de los a?os podr¨¢n limpiar, la historia reciente de Marbella nos deja dos lecciones: primero, el peligro que esconden las aventuras de gobierno personales, al margen de los partidos pol¨ªticos; segundo, la irresponsabilidad de los partidos pol¨ªticos cuando se abandonan a la degradaci¨®n y facilitan la llegada de los negociantes, recibidos como salvadores m¨¢gicos de la patria. Esperemos que la ciudadan¨ªa de Marbella asuma tambi¨¦n su propia responsabilidad y ponga fin en las pr¨®ximas elecciones municipales a una historia que resulta ya excesivamente pesada. Y seamos conscientes del peligro, porque toda democracia tiene escondido un Berlusconi en el fondo m¨¢s oscuro de su coraz¨®n.
Pero seamos conscientes tambi¨¦n de que no basta con evitar el delito para devolverle al urbanismo su luz y su belleza original. Porque si es escandaloso que una alcaldesa tienda a confundir el patrimonio p¨²blico con sus intereses privados, a m¨ª me parece m¨¢s da?ino a la larga que los ayuntamientos democr¨¢ticos no hayan podido arreglar sus financias sin supeditarse al ritmo loco de la especulaci¨®n y el desorden. El urbanismo de Granada, feo, imp¨ªo, devorador, se ha extendido como un c¨¢ncer por la vega, los pueblos y los recuerdos de los ciudadanos, en un proceso de degradaci¨®n del que son tan responsables los ayuntamientos gobernados por el PSOE como los gobernados por el PP.
Las declaraciones de voluntad ecol¨®gica o de sensatez pol¨ªtica no han tenido nunca una plasmaci¨®n real. La nostalgia por la belleza perdida, que tal vez sea lo que m¨¢s duele desde un punto de vista personal, no es sin embargo lo m¨¢s importante. S¨¦ lo que afecta perder el paisaje propio, porque cuando especulan en la ciudad sobre el futuro del Paseo del Sal¨®n siento que est¨¢n jugando con mi pasado, con mi verdad de casi medio siglo de existencia granadina. Pero las nostalgias no son lo m¨¢s grave. Mucho peor es esta permanente creaci¨®n en el ¨¢rea metropolitana de unas condiciones de vida s¨®rdidas, hostiles, descontroladas, que condenan a la gente al malhumor, a horas infernales de autobuses y atascos, mientras van borr¨¢ndose ante nuestros ojos los campos, las fuentes, las alamedas, y los pueblos se confunden en un abrazo infectado de animadversi¨®n y fealdad.
Mientras los alcaldes dependan de las licencias de obras y del triundo del cemento para ajustar sus econom¨ªas; mientras no rompan la din¨¢mica de tomar hoy dinero f¨¢cil para endeudarse ma?ana con los servicios comprometidos; mientras no se pongan en marcha planes reales de crecimiento coordinado, la locura ser¨¢ el pan nuestro de cada obra y el futuro no podr¨¢ perdonarnos a los granadinos nuestros pecados.
En su paseo del jueves por los jardines de la Alhambra, no s¨¦ si los presidentes de Espa?a y de Polonia tuvieron oportunidad de observar desde el palacio ¨¢rabe alguna perspectiva de la vega de Granada. Si fue as¨ª, comprobar¨ªan la raz¨®n de los colectivos ciudadanos que defienden un significado diferente de la palabra urbanismo.
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