Andanzas del primer p¨ªcaro espa?ol

La idea no es de ayer, ni de hace cuatro d¨ªas. Hace casi un siglo, ya en 1909, Azor¨ªn invitaba a los lectores del Diario de Barcelona a hacer "la que podr¨ªamos llamar ruta del Lazarillo de Tormes", siguiendo las andanzas toledanas del famoso p¨ªcaro. En aquellas calendas, el viaje de Almorox a Toledo, que hoy supone menos de una hora -sin contar paradas, claro-, llevaba seis o siete en diligencia. No es lo ¨²nico que ha cambiado: un escritor que ahora pretendiese ensalzar la literatura y el paisaje castellanos en la prensa catalana -cual Azor¨ªn hac¨ªa cada dos por tres- acabar¨ªa muri¨¦ndose de hambre, o mendigando, como L¨¢zaro con el ciego.

De Almorox, primera parada toledana de L¨¢zaro y su amo, lo que m¨¢s atrae al viajero es el pinar, el bosque de pinos pi?oneros que asombra la carretera desde San Mart¨ªn de Valdeiglesias hasta las puertas del pueblo.

En Val de Santo Domingo hay una ermita desde la que se ve la sierra de Gredos

Pero lo que m¨¢s impresiona es la picota, en la plaza Mayor. De 1566 data esta enorme columna toscana, rematada por un templete y adornada con cuatro leones, en la que podr¨ªa colgarse c¨®modamente a una docena de reos. Es realmente magn¨ªfica: ganas dan de ajusticiar a alguien, s¨®lo para usarla.

En Escalona -segunda parada-, los ojos se nos van para el castillo moro donde naci¨® en 1282 don Juan Manuel. Es una fortaleza grandecita, de 412 metros de per¨ªmetro, que, pese a estar medio ca¨ªda, resulta a¨²n muy decorativa, sobre todo vista desde el puente sobre el Alberche, espej¨¢ndose en la ese l¨ªquida que el r¨ªo dibuja mansamente a los pies de la villa.

En los soportales de la plaza Mayor fue donde L¨¢zaro se despidi¨® de su jefe haci¨¦ndole darse de narices con un poste y dej¨¢ndolo medio muerto. Azor¨ªn, sin entrar en muchos detalles, comenta: "Desde esta ciudad, en este punto, L¨¢zaro se declara aut¨®nomo".

Pero L¨¢zaro recala al poco en Maqueda con un cl¨¦rigo avariento -"escap¨¦ del trueno y di en el rel¨¢mpago"-, un cura ro?oso con el que tiene sus m¨¢s y sus menos a cuenta de unos panes que ¨¦ste guarda bajo llave en un arca.

En Maqueda, hay otro vistoso castillo y una iglesia, la de Santa Mar¨ªa de los Alc¨¢zares, que est¨¢ como fundida con los restos de la antigua muralla. De todos los lugares que enhebra la ruta, ¨¦ste es el pueblo m¨¢s pueblo. Algunas casas, para lo que se estila en esta provincia, son hasta bonitas.

Pasando por Val de Santo Domingo, donde hay una ermita amarilla sobre un teso desde la que se avizora media provincia y toda la sierra de Gredos, llegamos a Torrijos. Tremenda, la colegiata. Y fastuoso, digno de un rey, el Ayuntamiento, que de hecho fue palacio de Pedro I de Castilla.

Cinco kil¨®metros m¨¢s adelante, el castillo de Barcience, con su cicl¨®peo le¨®n rampante labrado en la fachada oriental de la torre del homenaje, fue lo ¨²ltimo interesante que L¨¢zaro vio antes de entrar en Toledo.