C¨®mo robar arte y colocarlo en el mercado
Se trata de un delito dif¨ªcil de perseguir a causa de la habilidad de los ladrones y de la trama econ¨®mica que lo envuelve
Un d¨ªa de la primavera del a?o 1981, un medall¨®n de Pablo Gargallo fue sustra¨ªdo del palacio de la Virreina, en Barcelona. Formaba parte de la exposici¨®n antol¨®gica dedicada al escultor, que, seg¨²n me cont¨® su hija, se cas¨® con el dinero obtenido con un cuadro que le hab¨ªa regalado Picasso para pagar con su venta los gastos de la boda. Con el dinero sobrante del convite, Gargallo compr¨® dos anillos, un impermeable y un par de billetes de tren desde Par¨ªs hasta Barcelona. Un picasso a¨²n no daba para mucho.
El autor de la sustracci¨®n de la obra de Gargallo se puso en contacto con el Ayuntamiento a trav¨¦s de una carta redactada con letras recortadas de un peri¨®dico. Si quer¨ªan recuperar la obra, deb¨ªan poner un anuncio en la secci¨®n Varios de los anuncios econ¨®micos de La Vanguardia. La clave era "vendo ocarina en buen estado". Tras ese breve texto deb¨ªa publicarse el n¨²mero de tel¨¦fono de contacto para la negociaci¨®n. Rafael Pradas y Joan Ant¨®n Benach, responsables de la Concejal¨ªa de Cultura, me preguntaron si quer¨ªa ceder mi casa y n¨²mero de tel¨¦fono. Acced¨ª, y polic¨ªas adscritos a la brigada especializada en robos de obras de arte se instalaron en mi comedor con un cachivache que grababa las conversaciones y al que pegaban el o¨ªdo cada vez que sonaba el tel¨¦fono. As¨ª conoc¨ª a J. R., el inspector que mandaba el grupo. Un gallego sutil que cuando la llamada telef¨®nica era de signo pol¨ªtico (se viv¨ªa el debate del no del PSOE al ingreso en la OTAN), apagaba la grabadora del cachivache y comentaba que estaba all¨ª por la G de Gargallo, no por la G de Gonz¨¢lez. No llam¨® nadie interes¨¢ndose por la ocarina ni telefone¨® el que hab¨ªa robado el medall¨®n. Pero aquellos d¨ªas de forzada convivencia me permitieron conocer al polic¨ªa que a?os m¨¢s tarde detendr¨ªa a Ren¨¦ Alphonse van der Berghe, conocido como Erik el Belga.
El anticuario, a veces, ignora la procedencia; otras, procura no preguntar mucho
Todav¨ªa hoy resulta f¨¢cil sustraer obras de arte, si es que queda algo valioso en templos
Los que roban obras de arte operan por intuici¨®n, y unas veces aciertan y otras no
?Estaba la valiosa pieza en una caja fuerte o en un armario?
Como los buenos estafadores, Erik el Belga eleg¨ªa restaurantes con dos puertas
Diecis¨¦is a?os m¨¢s tarde, un d¨ªa de junio de 1997, Francesca Espa?ol, apasionada profesora de Historia de Arte Medieval en la Universidad de Barcelona, entr¨® en la sucursal de Sotheby's en Barcelona para comprar el cat¨¢logo de una subasta ya realizada, cosa que suele hacer con relativa frecuencia. La adquisici¨®n de cat¨¢logos atrasados, m¨¢s baratos que los de las subastas en vigor, le sirven lo mismo como material de trabajo.
Aquel d¨ªa de junio, Francesca Espa?ol iba tras la pista de una pieza de orfebrer¨ªa catalana sustra¨ªda a?os atr¨¢s. No quedaba ning¨²n ejemplar de la subasta que le interesaba y la profesora oje¨® de pasada el cat¨¢logo en el que aparec¨ªan las fotos y los datos de las piezas a subastar el mi¨¦rcoles 2 de julio en la sede central de Sotheby's en Londres.
"El m¨¦todo de trabajo de los profesores de Historia del Arte se basa en la memoria visual y en la analog¨ªa estil¨ªstica", explica Espa?ol, que continu¨®: "Fue ese m¨¦todo el que provoc¨® que me sorprendiesen las fotograf¨ªas de las dos piezas a subastar que aparec¨ªan en la p¨¢gina 19 del cat¨¢logo: se presentaban como dos obras de arte procedentes de los Pa¨ªses Bajos, pero a m¨ª me pareci¨® que eran dos de las piezas de la arqueta de Sant Martiri¨¤, robadas en el monasterio de Sant Esteve, Banyoles, en 1980. Al observar detenidamente las dos fotograf¨ªas, a primera vista, asoci¨¦ con las obras robadas la imagen de Sant Benet m¨¢s que la de la Virgen. Los expertos de Sotheby's que definieron las dos obras como arte flamenco no iban desencaminados. El arte figurativo catal¨¢n del medievo no es original; fue ecl¨¦ctico y se benefici¨® de influencias dispares aportadas por artistas de varios pa¨ªses, Italia, b¨¢sicamente, que se instalaron en Catalu?a. Los procedentes del norte de Francia aportaron la influencia de los Pa¨ªses Bajos".
Francesca Espa?ol compr¨® el cat¨¢logo, corri¨® hacia su casa, busc¨® en su archivo las fotograf¨ªas de las im¨¢genes que formaban parte de la arqueta de Sant Martiri¨¤ y confirm¨® que las obras a subastar por 15.000 y 20.000 libras esterlinas como precio de salida formaban parte del conjunto de 26 piezas robadas por Erik el Belga durante los a?os en los que expoli¨® el arte religioso de ermitas, iglesias y monasterios espa?oles. Todav¨ªa hoy resulta relativamente f¨¢cil sustraer obras de arte, si es que queda algo de valor en viejos templos de peque?os pueblos de Castilla, Le¨®n y Galicia, comunidades que en una mayor medida han sufrido el expolio, pero actualmente se roba m¨¢s arte en casas particulares que en el medio millar de los ya esquilmados templos.
Cuando la profesora Francesca Espa?ol verific¨® que su intuici¨®n no le hab¨ªa jugado una mala pasada, se puso en contacto con el obispado de Girona. La maquinaria policial se puso en marcha e Interpol intervino impidiendo la subasta. Los expertos coinciden en un punto: "El mundo de las subastas es opaco".
Las obras de arte robadas llegan a manos de anticuarios que no suelen revelar su procedencia. Del anticuario, las obras de arte pasan a manos de coleccionistas que, en caso de intervenci¨®n policial, exhiben la factura que acredita que adquirieron la obra en el mercado legal de antig¨¹edades, documento que tambi¨¦n muestra la casa subastadora. Todo legal. Pero bajo la legalidad aparente bulle la realidad del mercado, que lleva a que ni el anticuario, ni la casa de subastas, ni el coleccionista muestren gran inter¨¦s en averiguar la procedencia de la obra que entra en el mercado. La cadena de complicidades se ampara en la permisiva legislaci¨®n que permite la impunidad de los anticuarios, los coleccionistas y los subastadores. El mercado del arte robado se dice que mueve en el mundo unos diez billones de d¨®lares anuales.
?Qui¨¦n roba obras de arte en Espa?a? Generalmente suelen ser espa?oles que act¨²an solos u organizados en grupos de tres o cuatro personas, como m¨¢ximo, porque los grupos formados por muchos delincuentes se dedican a negocios m¨¢s lucrativos: del tr¨¢fico de drogas o veh¨ªculos robados, a la sustracci¨®n de joyas, mercanc¨ªas m¨¢s f¨¢ciles de colocar en el mercado que las obras de arte, un g¨¦nero que requiere de tiempo para su comercializaci¨®n. Entre la sustracci¨®n de una obra de arte valiosa y su aparici¨®n en el mercado suelen pasar varios a?os. Entre el robo de las figuras de la arqueta de Sant Martiri¨¤ y la aparici¨®n de dos de ellas en la subasta en Londres hab¨ªan transcurrido 17 a?os.
Los que roban las obras de arte son el primer eslab¨®n de la cadena: son los que las colocan en el mercado a trav¨¦s de peristas que suelen tener antecedentes por delitos de receptaci¨®n. Esos peristas, segundo eslab¨®n de la cadena, venden las obras a otros peristas m¨¢s limpios policialmente y m¨¢s introducidos en el mercado. El cuarto eslab¨®n es el anticuario, que unas veces ignora la procedencia il¨ªcita de la obra que le ofrece el perista y otras, la mayor¨ªa, procura no preguntar mucho. El trabajo de investigaci¨®n para recuperar una obra robada se rompe cuando ¨¦sta llega a manos de un particular, ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena. En el argot de los investigadores, la obra "deja de moverse". En su recorrido desde el primer eslab¨®n hasta el ¨²ltimo, la obra de arte robada aumenta su cotizaci¨®n: una imagen valiosa por la que el autor del robo no percibe mucho m¨¢s de mil euros vale cientos de miles cuando llega al coleccionista.
Las 24 estatuillas y los 2 relieves laterales que formaban el conjunto escult¨®rico de la arqueta fueron robados la noche del 20 de enero de 1980. Se supone que un miembro de la banda se ocult¨® en el monasterio y, cuando este cerr¨®, desconect¨® la alarma y abri¨® una puerta al resto de ladrones para que fuesen desmontando una a una las piezas de la arqueta.
Es lo que supusieron en su d¨ªa los investigadores del robo y lo que mantiene hoy el abogado Carles Mascort, que por encargo del obispado de Girona ha llevado a cabo la negociaci¨®n para recuperar las piezas en poder de un matrimonio de coleccionistas holandeses, que afirma que las compr¨® legalmente a un anticuario. De lo sustra¨ªdo quedan por recuperar siete piezas, que no se sabe d¨®nde est¨¢n. Si desde el robo hasta la localizaci¨®n de las dos piezas clave para la resoluci¨®n del caso tuvieron que pasar 17 a?os, han tenido que pasar ocho m¨¢s para que se hayan podido recuperar las 17 piezas del valioso relicario g¨®tico del siglo XV. Ocho a?os de negociaciones, acabadas en fracaso, entre los coleccionistas y el Ministerio de Cultura espa?ol. A?os de tira y afloja en cuanto al precio a pagar por las obras, porque en la Europa sin fronteras se da la paradoja de que s¨®lo desde 1993 el arte robado puede recuperarse sin tener que compensar econ¨®micamente a su poseedor, aunque ¨¦ste alegue que lo adquiri¨® ignorando que proced¨ªa de un robo. En la pr¨¢ctica, todav¨ªa hoy, y pese a esa directiva, el espacio jur¨ªdico europeo es confuso: cada pa¨ªs tiende a proteger intereses de sus nacionales ante demandas presentadas por ciudadanos o entidades de otros pa¨ªses.
-?C¨®mo empez¨® su negociaci¨®n, abogado?
-Creando un clima de confianza tras el ultim¨¢tum dado por los propietarios de las piezas al romper su negociaci¨®n con el Ministerio de Cultura y exigir negociar, dando de plazo hasta febrero, directamente con el obispado.
-?Qu¨¦ le sorprendi¨®?
-Que 19 de las 26 piezas sustra¨ªdas result¨® que estaban en la misma mano.
-?Qu¨¦ es lo que todav¨ªa no puede explicar?
-El acuerdo econ¨®mico [existe cl¨¢usula de confidencialidad con el matrimonio coleccionista] y el anecdotario que he vivido.
Al abogado Mascort, como a cualquier persona sensata, le sorprende que tras el da?o causado al patrimonio art¨ªstico del pa¨ªs, Erik el Belga siga viviendo en Espa?a, concretamente en la Costa del Sol, gozando de benepl¨¢cito oficial y reconocimiento social, pese a que no ha colaborado nada en las investigaciones policiales para recuperar en el extranjero lo que rob¨® en Espa?a. C¨ªnico, se ofreci¨® en 1994 al obispado de Girona para tratar de localizar las piezas que hab¨ªa robado. Ped¨ªa 40 millones de pesetas. El obispado le respondi¨® que no trataba con ladrones. A la catedral de Roda de Is¨¢bena, en Huesca, que a?os antes hab¨ªa expoliado, don¨® 19 cuadros pintados por ¨¦l. "Con la donaci¨®n demuestro que un ciudadano puede colaborar en el mantenimiento del patrimonio art¨ªstico", cuentan que dijo metido en un ins¨®lito papel de mecenas. Al abogado Mascort le resulta incomprensible lo bien que vive. "Una cosa es que hayan prescrito sus delitos; otra distinta, que se le r¨ªan las gracias", opini¨®n que comparte la profesora Espa?ol: "Encuentro inaudito que se le invite a dar conferencias. Es el colmo de la desfachatez e irresponsabilidad, por su parte y la de quienes le invitan".
-Es un tipo cultivado, experto en arte y buen falsificador de pintura -me explic¨® el inspector J. R. cuando le detuvo.
-Un tipo simp¨¢tico, en suma -le coment¨¦ con sorna.
-Se aproxima a la tipolog¨ªa humana del estafador. Si no eres t¨² el perjudicado, le ves como un tipo agradable que disfruta de la vida. Incluso es generoso en determinadas circunstancias.
El inspector J. R. recordaba que los polic¨ªas de su grupo que segu¨ªan al delincuente le hab¨ªan telefoneado algunas veces para informarle de que hab¨ªa entrado a cenar en un restaurante de lujo junto a otras personas, presuntamente traficantes en obras de arte.
Los polic¨ªas no entraban. La carta era cara. Era algo que se repet¨ªa habitualmente entre los polic¨ªas que segu¨ªan a estafadores de alto nivel de vida. El inspector J. A., excelente gourmet que escrib¨ªa recetarios de cocina en sus ratos libres, hab¨ªa mantenido con sus subordinados muchas conversaciones a lo Toto:
-?Entro y ceno cerca de su mesa? -preguntaban los polic¨ªas.
-?Lo cubre la dieta de gastos? -preguntaba el jefe.
-?Pero qu¨¦ dices, t¨ªo! Da para una botella de agua mineral.
-Pues entonces, c¨®mprate un bocata de anchoas y cena en la puerta, macho.
Como los buenos estafadores, siempre que pod¨ªa, Erik el Belga almorzaba o cenaba en restaurantes con puertas que daban a dos calles, y el polic¨ªa que esperaba paciente maldiciendo las horas muertas frente a la entrada principal perd¨ªa su pista cuando ¨¦ste dejaba el restaurante por una trasera. Le detuvieron en un restaurante de Castelldefels. ?l dijo que se hizo detener porque su huida ya era insostenible.
"Si su huida dice que ya era insostenible, algo habr¨¢ tenido que ver la polic¨ªa", me dijo con sorna el inspector J. R.
D¨ªa tras d¨ªa, tratando de acumular pruebas, meses y meses de seguimientos y pistas perdidas. Alg¨²n d¨ªa se tendr¨¢ que contar la penuria de medios, econ¨®micos y de material, con los que en los a?os del franquismo y muchos a?os de la democracia trabaj¨® la Brigada Criminal. Baste la an¨¦cdota de que en un dec¨¢logo sobre c¨®mo deb¨ªa comportarse un delincuente que tuviese que huir de una persecuci¨®n policial se aconsejaba que huyese por una autopista porque exist¨ªa la seguridad de que el coche policial que le persegu¨ªa se quedar¨ªa sin gasolina. Nunca se ha sabido qui¨¦n redact¨® aquel dec¨¢logo. Siempre sospech¨¦ que fue un grupo de polic¨ªas con sentido del humor y de la realidad.
Erik el Belga no ha sido un vulgar expoliador de arte. Sab¨ªa qu¨¦ robaba, aunque no es cierta la leyenda de que no da?aba las obras que sustra¨ªa. Que las recuperadas figuras de la arqueta del monasterio de Banyoles est¨¦n en buen estado no quiere decir que otras obras que rob¨® no sufrieran mutilaciones vand¨¢licas a fin de obtener un mayor beneficio: vendi¨® a trozos unas vigas g¨®ticas y parcel¨® una silla del siglo XI, considerada como una pieza ¨²nica.
En general, los que roban obras de arte son individuos sin conocimiento de historia del arte. Gentes que operan dej¨¢ndose llevar por la intuici¨®n y que unas veces aciertan y otras se llevan una imagen que es escayola sin valor art¨ªstico o trocean el retablo robado para venderlo al peso. Esta tipolog¨ªa de delincuentes es identificada por la polic¨ªa porque, adem¨¢s de robar la obra de arte, aprovechan el viaje para reventar los cepillos que recogen ¨®bolos para obras ben¨¦ficas o pidiendo la mediaci¨®n del santo del lugar.
"Seguir la pista a obras de arte robadas es un trabajo muy paciente", me dec¨ªa el inspector J. R. mientras pasaba las horas fumando sentado junto al cachivache conectado a mi tel¨¦fono.
"Un trabajo para gente paciente", me dijo a?os despu¨¦s A. C., sobrio comandante de la Guardia Civil, responsable del grupo de patrimonio art¨ªstico de la Unidad Central Operativa. El inspector y el comandante refrendaban historias similares: la de los agentes recorriendo itinerarios que van desde la chabola de extrarradio en la que vive el primer eslab¨®n hasta la casa se?orial en la que habita el ¨²ltimo de los eslabones. En ese viaje, los agentes pasan de vestir tejanos al traje con corbata, usan con el ladr¨®n del primer eslab¨®n el lenguaje directo del "te vas a tragar m¨¢s hostias que en un congreso eucar¨ªstico como no me digas pronto a qui¨¦n le vendiste la Virgen que robaste en una ermita", y un educado "perdone que le moleste: ?tendr¨ªa la amabilidad de mostrarme el certificado de compra de la Virgen que adquiri¨® hace un mes?" con el coleccionista sospechoso de comprar la obra sabiendo que proced¨ªa de un robo.
En la chabola puede aparecer por sorpresa una buena obra de arte. En el domicilio del se?or con dinero que, por inversi¨®n o placer, invierte en obras de arte, la sorpresa puede ser descubrir que la obra que se cre¨ªa robada de una iglesia la vendi¨® el propio p¨¢rroco, un problema derivado del hecho de que hasta que se promulg¨® la ley de Patrimonio de 1985 era legal vender bienes de la Iglesia, propietaria de un 80% del patrimonio art¨ªstico del pa¨ªs.
Es la sorpresa que se llev¨® Francesc Viadiu, ex diputado de Esquerra Republicana que, como delegado de Orden P¨´blico de la Generalitat en Lleida, orden¨® en 1936 que, para evitar que fuese expoliado, nadie entrase en el museo diocesano de Solsona.
"De all¨ª no sali¨® una sola pieza porque los dos anarquistas que dirig¨ªan al centenar de hombres que patrullaban las calles de Solsona quer¨ªan orden. La sorpresa me la llev¨¦ en 1985, cuando se proces¨® al responsable del museo desde 1939. El sacerdote denunci¨® que en los a?os de guerra se robaron obras de arte y result¨® que las hab¨ªa vendido ¨¦l. Buscaban ladrones fuera y el ladr¨®n estaba dentro", recuerda Viadiu.
?Lleg¨® de fuera o estaba dentro el ladr¨®n que en mayo de 1991 rob¨® del Museu Nacional d'Art de Catalunya el portapau Comte d'Urgell, pieza de orfebrer¨ªa de 1400? ?Estaba la valiosa pieza en una caja fuerte o en un simple armario? De la caja fuerte o armario -unas voces afirman lo primero y otras lo segundo-, ?cu¨¢ntas llaves hab¨ªa? ?Una? ?Cinco? Sean una o cinco, la cerradura s¨®lo la abr¨ªa una llave especial. ?Qui¨¦n pod¨ªa abrir la caja fuerte o el armario y en presencia de qui¨¦n? El caso es que un d¨ªa esa obra desapareci¨®, sin que del robo se haya sabido nada m¨¢s. Un robo, no cabe duda, cometido por alguien con acceso a la llave del armario o la caja fuerte. Dicho de forma m¨¢s tajante: el portapau no se lo llev¨® un cualquiera.
Era la obra m¨¢s valiosa del museo. Proced¨ªa de los fondos del monasterio de Sigena, en Arag¨®n, devastado a lo largo de la guerra. Las monjas, de la orden de San Juan, salvaron como pudieron las obras de arte. El portapau qued¨® en dep¨®sito en el Museu Nacional d'Art de Catalunya y a?os despu¨¦s lo vendieron para poder sufragar la construcci¨®n de un nuevo convento.
"La existencia del valioso portapau era conocida por pocas personas. No se exhib¨ªa para evitar problemas con Arag¨®n. Por eso se guard¨® en un armario", afirma una garganta profunda.
-?Eran muchos los que met¨ªan las manos en el armario?
-Muy pocos.
-?Es una obra que se puede colocar en el mercado?
-Es muy dif¨ªcil, dada su singularidad.
-Entonces, ?robo por placer privado de coleccionista?
Sonrisa enigm¨¢tica del informador. Una ¨²ltima pregunta:
-?Se aire¨® el robo?
-Hubo silencio administrativo por miedo al esc¨¢ndalo.
En una de las salas de su bufete, decorada con piezas de arte africano, el abogado Mascort le ha reconocido al reportero que la experiencia vivida con la recuperaci¨®n de las piezas de la arqueta robadas en el monasterio de Sant Esteve le permite afirmar que recuperar obras de arte robadas es un dif¨ªcil trabajo policial.
El inspector y el comandante me explicaron que seguir las pistas de obras de arte robadas era duro, pero no lo peor: lo peor eran los aburridos, complejos, inacabables tr¨¢mites burocr¨¢ticos que se han de entablar con los que juran y perjuran por su santa madre que en el cielo est¨¦ haber comprado la obra de buena fe.
Pr¨¦stese atenci¨®n al dato de que fue en junio de 1997 que se supo que Sotheby's subastaba dos de las piezas robadas por Erik el Belga en el monasterio de Sant Esteve y en Sotheby's siguen en enero de 2006 la Virgen y Sant Bernat.
Si ese tr¨¢mite era aburrido, complejo e inacabable incluso cuando el propietario de la obra robada se aven¨ªa a pagar indemnizaci¨®n al que la hab¨ªa comprado, como en el caso del monasterio de Banyoles, no digamos c¨®mo debe ser de aburrido, complejo e inacabable el tr¨¢mite ahora que la obra robada ha de reintegrarse a su due?o sin que ¨¦ste deba pagar una indemnizaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.