De Lavapi¨¦s a Par¨ªs
Lavapi¨¦s no se acaba nunca. M¨¢s mestizo que castizo, este barrio central de Madrid sigue siendo uno de los m¨¢s apasionantes, vitales e inc¨®modos de Madrid. Esta semana no hago otra cosa que pasear por Lavapi¨¦s. Dos veces me perd¨ª, dos veces le enga?¨¦ -como una Paquita del barrio-, la primera por capricho, la segunda por placer. El paseo por capricho fue gracias al nuevo teatro, el viejo Olimpia regenerado, mejorado, esperpentizado con nuevas luces, nuevas bohemias. Ahora se llama Valle Incl¨¢n, el mejor nombre que puede tener un teatro de Madrid al cielo, de los blasones a los callejones. Valiente, para variar, me adentr¨¦ por los barrios bajos, cruc¨¦ tabernas de antiguas tertulias; beb¨ª agua, para recordar, en la fuente que siempre fue republicana; me tropec¨¦, sin pisar ni ser pisado, con africanos del sur, del norte y del centro. Con chinos, con americanos del sur y con espa?oles de todas las partes. Y me di cuenta que Lavapi¨¦s, como Par¨ªs, se acaba nunca. Madrid tampoco se acaba nunca, pero no tenemos un Vila-Matas que haga literatura. Nos faltan castizos cosmopolitas. Llegu¨¦, por capricho, hasta el nuevo teatro. Me gust¨®. Me alegro por m¨ª, por nosotros, por Gerardo Vera, por Valle-Incl¨¢n y por los que se atrevan a pasear por ese barrio hasta llegar al renovado lugar de un teatro que comienza cl¨¢sico y promete renovaciones.
El paseo por placer fue despu¨¦s de escuchar el cuaderno dedicado al barrio por Alb¨¦niz. Lavapi¨¦s tiene mucha m¨²sica. Pero su mejor m¨²sica la escribi¨® desde un destierro, m¨¢s o menos voluntario, Isaac Alb¨¦niz. Era el final de la vida de ese genio tan cercano, el m¨²sico de Camprod¨®n, el universal espa?ol que beb¨ªa, fumaba y compon¨ªa desde un pueblo del sur de Francia.
Ahora recuperamos la grabaci¨®n integral de Iberia en las manos, la pasi¨®n, la fuerza y la emoci¨®n trasmitida por Rosa Torres Pardo. En la presentaci¨®n de esta excepcional grabaci¨®n -excepcional por su calidad, por haber sido grabada en la iglesia donde se bautiz¨® Alb¨¦niz, por el regalo de algunas piezas tocadas en el piano del compositor, por los dibujos de Eduardo Arroyo- estaba, no pod¨ªa faltar este sobrino biznieto de Alb¨¦niz, el alcalde, Ruiz-Gallard¨®n. Lo sentimos mucho mejor, m¨¢s relajado, cercano, c¨®modo y sincero que en compa?¨ªa de su medio primo Sarkozy. El l¨ªder de la derecha franc¨¦s, el amigo de Aznar, est¨¢ casado con Cecilia, biznieta y prima de Gallard¨®n, pero esa es otra m¨²sica. Digamos, otro culebr¨®n de amores y desamores. No hacemos cr¨®nica rosa.
Al lado de Gallard¨®n, Pepe Garc¨ªa Velasco, en su condici¨®n de coproductor del disco por ser presidente de la SECC; el tenor Enrique Viana -que prometi¨® ponerse serio y no par¨® de hacernos re¨ªr con su lucidez, con su libertad y su lengua tan suelta-, e I?aki Gabilondo, que nos represent¨® a todos los que intentamos escuchar y disfrutar de la m¨²sica. No seremos cr¨ªticos, pero queremos seguir siendo gozadores. Gabilondo, que mucha m¨²sica lleva en su vida y su memoria, nos se?al¨® lo hermosa que parec¨ªa Espa?a desde fuera, desde ese lugar que la supo mirar, escribir e interpretar el genio de Alb¨¦niz. Iberia como sentimiento, como emoci¨®n y como belleza.
Madrid, a veces, se pone parisino. En el hotel Ritz, un rinc¨®n parisino de Madrid, y al lado de Jeanne Moreau, a uno le dan ganas de recuperar la eleg¨ªa y nostalgia por la canci¨®n francesa, por el cine franc¨¦s, por la nouvelle vague y hasta por el nouveau roman. Tuvimos la suerte de ver de cerca las hermosas arrugas de la Moreau. Sonriente, charlatana, seductora, entre la malignidad y la normalidad. Confes¨® que hab¨ªa bebido -no tanto como su amiga Marguerite Duras-, que hab¨ªa amado y hab¨ªa sido tan libre como la protagonista de Jules et Jim. No ha puesto el ancla. No cree en la nostalgia. No le importa que la veamos como aquella conturbadora camarera de Bu?uel. Ella sabe que ya no puede llevar aquellos botines, ni moverse de aquella manera conturbadora. Tambi¨¦n nos parece adorable esta vieja/joven dama de ahora. Pero as¨ª es nuestra memoria. Todav¨ªa se nos aparece cantando Le tourbillon con sus labios que fueron tan l¨²bricos. De casi todo hace ya muchas pel¨ªculas. Nostalgias fuera. Ahora nos canta Carla Bruni. Y todav¨ªa creemos que somos Jules. O Jim.
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