Una cárcel con comodidades y poca vigilancia
Mira Markovic, esposa del ex presidente serbio fallecido, le visitó hasta el a?o 2003 en su celda de la cárcel de la ONU en La Haya. Desde que huyó a Rusia acusada de abuso de poder en Serbia, ya no volvió. Imponente y discreto en su exterior, el centro fue edificado en los a?os noventa en el recinto del antiguo penal de Scheveningen. En su interior conviven 47 reclusos, todos imputados por las guerras de los Balcanes. Los antiguos rivales están separados para evitar problemas.
Las celdas son individuales, con ba?o completo, cama, escritorio y silla. Los presos también pueden ver la televisión por cable de Holanda, y vía satélite, las emisoras de sus propios países. Además de patio y biblioteca, hay una sala con dardos, ping-pong y juegos de mesa. Si se prefiere, hay clases de idiomas y de arte.
Un médico de guardia, un patólogo y una enfermera están de guardia. El hospital más cercano es el utilizado por la familia real holandesa. Considerada de lujo por sus críticos, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia explica estas prestaciones con sutileza. En lo jurídico, se trata de evitar la indefensión del acusado. En el centro, de no dar la sensación de que se les considera culpables antes de tiempo.
Milosevic gozaba de ciertos privilegios. Al asumir su defensa, disponía de una oficina junto a su celda. Tenía llave propia, ordenador, Internet y fax. No se le consideraba un reo con tendencias suicidas y por tanto cumplía con el régimen normal de la cárcel. El celador le encontró muerto en su cama la ma?ana del pasado sábado.
En la cárcel se restringían los cigarrillos y la bebida. La comida era analizada, por lo que el TPIY ve poco probable un envenenamiento. Pero la vigilancia está en entredicho: además del caso de Milosevic, en 1988 se ahorcó el antiguo militar serbio Slovko Dokmanovic; y el pasado 7 de marzo se suicidó en su celda Milan Babic, ex presidente de la región secesionista serbia de Krajina.
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