Rajoy cruza la raya
El l¨ªder del principal partido de la oposici¨®n traspas¨® ayer una raya peligrosa al prestar credibilidad a la ¨²ltima entrega de la serie de especulaciones period¨ªsticas m¨¢s bien lun¨¢ticas que viene sembrando dudas sobre la autor¨ªa de los atentados del 11-M y cuestionando la investigaci¨®n judicial. La traspas¨® al insinuar que si se confirmara lo publicado ayer mismo por un diario sobre la mochila que no estall¨® (y que condujo a la identificaci¨®n de los presuntos autores), podr¨ªa quedar anulada "la investigaci¨®n y el sumario": un sumario a punto de cerrarse tras dos a?os de pesquisas y diligencias recogidas en 80.000 folios.
La insinuaci¨®n period¨ªstica que Rajoy hace suya es que si la bolsa recogida en el lugar de los hechos no es (como ha declarado un polic¨ªa) la misma que le mostraron en la diligencia correspondiente, alguien "la puso all¨ª" con alguna intenci¨®n. No es dif¨ªcil imaginar razones banales para explicar esa divergencia, incluyendo un error al presentar una bolsa diferente a la que contuvo los explosivos. Entre el hecho (un polic¨ªa dice que la bolsa de los explosivos era diferente) y la interpretaci¨®n (alguien tuvo inter¨¦s en orientar la investigaci¨®n en determinado sentido) hay un largo trecho que un pol¨ªtico responsable no deber¨ªa franquear. Y mucho menos para deducir que las actuaciones judiciales podr¨ªan ser anuladas.
Antes de llegar a la bolsa, los mismos te¨®ricos de la conspiraci¨®n hab¨ªan ensayado diversos caminos para tratar de acreditar la idea de que detr¨¢s de los atentados hab¨ªa una maquinaci¨®n pol¨ªtica cuyo objetivo era hacer perder las elecciones al PP. Todas esas hip¨®tesis han sido investigadas y desechadas por el instructor. Ahora aparece la teor¨ªa de la bolsa, es decir, el elemento material que permiti¨® coger el hilo que llev¨® a los presuntos autores. Se va al origen, pretendiendo que todo lo que deriva de la bolsa est¨¢ contaminado, prescindiendo de que la investigaci¨®n ulterior ha ido confirmando, por prueba de ADN, entre otras, la presencia de los suicidas de Legan¨¦s y los otros supuestos autores en los escenarios en que se planificaron y ejecutaron los atentados.
Si un peri¨®dico se empe?a en darse la raz¨®n contra el trabajo exhaustivo de polic¨ªas y servicios secretos, jueces y fiscales, all¨¢ ¨¦l con sus lectores; pero lo grave es que el l¨ªder del primer partido de la oposici¨®n le siga el juego al precio de desacreditar a cuantos funcionarios p¨²blicos han participado en la investigaci¨®n, y detr¨¢s de ellos a las instituciones del Estado. Es comprensible que en una investigaci¨®n tan compleja surjan lagunas o errores, y habitual que sean subsanados en el propio procedimiento o en la vista oral. Lo que no tiene parang¨®n, ni en Estados Unidos en relaci¨®n con el 11-S ni en el Reino Unido respecto al 7-J, es que la oposici¨®n -que gobernaba cuando ocurri¨® el atentado- se apunte a la teor¨ªa conspirativa, aun a costa de poner en tela de juicio los instrumentos que tiene un sistema democr¨¢tico para perseguir a los criminales. Sembrar a estas alturas la duda sobre "qui¨¦nes han sido los autores" es de una irresponsabilidad dif¨ªcilmente superable. Se sabe perfectamente: siete de ellos se suicidaron en Legan¨¦s, cinco m¨¢s est¨¢n identificados, tres de ellos en prisi¨®n y dos huidos.
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