En pol¨ªtica, las intenciones no bastan
Al inicio de cada d¨ªa, al informarnos de la actualidad pol¨ªtica, los ciudadanos, como demuestran los acontecimientos de estas ¨²ltimas semanas, parece como si nos hubi¨¦semos convertido en espectadores asombrados de unas escenas ciertamente surrealistas y de consecuencias inesperadas. Es dif¨ªcil comprender las razones por las que un supuesto asesor de un pol¨ªtico o de un partido pol¨ªtico, opte por estrategias tan peligrosas como son aquellas que pueden cuestionar los posibles baluartes de un Estado democr¨¢tico y de derecho. Podr¨ªa parecer hasta l¨®gico el que un especialista en marketing pol¨ªtico busque las formas m¨¢s inesperadas y extra?as con tal de conseguir votos. Pero lo que no parece tan l¨®gico es que un pol¨ªtico se deje caer en sus estrategias, sin medir las consecuencias que pueden arrastrar el uso de aquellos instrumentos que abusan de los valores, de los principios, de la ¨¦tica y sobre todo de la responsabilidad pol¨ªtica.
A lo largo de la historia, numerosos especialistas han tratado de delimitar el significado de la responsabilidad pol¨ªtica y no ha sido una f¨¢cil tarea. En opini¨®n de los juristas, se trata de un elemento que facilita el cumplimiento de la legalidad, pero en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica es algo mucho m¨¢s complejo, est¨¢ ¨ªntimamente ligada al uso del poder. El poder, que es el principal medio para alcanzar fines, que es el objeto tan codiciado por aquellos que compiten en las campa?as electorales, que es aquello que no quieren dejar los que lo han alcanzado, que es, en definitiva, un medio que, por abuso, se transforma en un fin.
Las diversas corrientes de an¨¢lisis, dentro de la ciencia pol¨ªtica, se han ocupado largamente del estudio del poder, y en muchos casos, haciendo un esfuerzo de s¨ªntesis, vienen a contraponer las dos visiones extremas: aquella en la que el poder es deseado para poseerlo y administrarlo, y aquella otra donde lo que se busca es producir unos efectos que mejoren las condiciones de vida de la sociedad. El primer caso se suele manifestar en contextos poco pluralistas y el segundo en condiciones de pluralidad efectiva. En este sentido, la pregunta clave ser¨ªa ?para qu¨¦ quieren nuestros pol¨ªticos el poder? ?qu¨¦ precio est¨¢n dispuestos a pagar con tal de alcanzarlo?
Tras la competici¨®n electoral democr¨¢tica entre los partidos, los que no gobiernan ?son perdedores durante cuatro a?os? o ?tienen la importante tarea de controlar a aquellos que lo han alcanzado, ejerciendo una oposici¨®n eficaz y eficiente, haciendo visible su responsabilidad?
Los principios de la democracia se decantan claramente por esta segunda opci¨®n, en un marco plural y sabedor de la responsabilidad pol¨ªtica; sobre todo, porque si el valor de la responsabilidad ya es importante en el ¨¢mbito de lo privado, y por ello se trata de socializar a los ni?os y a los j¨®venes, incidiendo en este valor, mucho m¨¢s lo es en la pol¨ªtica.
La responsabilidad pol¨ªtica en el ejercicio de la representaci¨®n pol¨ªtica adquiere un valor a?adido incalculable por las implicaciones que conlleva para la propia sostenibilidad de la democracia. Durante largos periodos de la historia de este pa¨ªs, la autoridad se ejerci¨® mediante el uso de la fuerza, dejando a un lado la posibilidad de ejercer la autoridad por la concesi¨®n leg¨ªtima de su uso a partir de unas elecciones. Eso, afortunadamente ya pas¨®, pero ahora hay que plantearse que las elecciones no son el ¨²nico elemento que da legitimidad al elegido, adem¨¢s, se requiere de su capacidad de actuar responsablemente, ocup¨¢ndose y preocup¨¢ndose de las consecuencias de sus palabras y de sus acciones. No es suficiente la emisi¨®n de la idea, de la palabra, sino que ha de acompa?arla el ejercicio de unas actuaciones responsables que manifiesten el trasfondo claro y transparente de las mismas. Porque en ese caso se recupera el sentido de la responsabilidad institucional que abarca mucho m¨¢s de lo que se puede justificar por estar en campa?a, ante una convocatoria electoral, porque a los ciudadanos no se les puede someter a una campa?a electoral eterna.
Freud dec¨ªa que nunca existi¨®, ni existir¨¢, una actividad pol¨ªtica pura, desinteresada y recta, por eso descart¨® el que los pol¨ªticos pudieran se responsables, pero quiz¨¢ es que puso la mirada en el pasado y no pudo imaginar que la sociedad del futuro podr¨ªa ser de otra forma, y que los pol¨ªticos llegar¨ªan a entender el compromiso que conlleva la responsabilidad pol¨ªtica y que creer¨ªan en la pol¨ªtica como medio pacificador y no demoledor de la convivencia pacifica de los ciudadanos. Por eso, quiz¨¢ Proudhon dec¨ªa con tanta fuerza que "la acci¨®n, ten¨¦is que saberlo, es la idea; y existe bastante acci¨®n cuando se vierten en la atm¨®sfera intelectual los g¨¦rmenes de la sociedad futura".
La esencia de la responsabilidad pol¨ªtica, en una sociedad plural, comienza por el an¨¢lisis de la acci¨®n, de las motivaciones, de las razones e intenciones, de los medios y de los fines, y lo que es m¨¢s importante, de la eficacia y de las consecuencias al llevar a la pr¨¢ctica todas ellas, porque no siempre se obtienen los resultados que se esperan, y el dejarlos en manos del destino es sostener en la incertidumbre el futuro de los ciudadanos.
Weber, y no abusar¨¦ m¨¢s de las ideas de otros, supo bien diferenciar la ¨¦tica de la intenci¨®n, de la ¨¦tica de la responsabilidad, y creo que es fundamental acudir a ¨¦l en estos momentos. Con la ¨¦tica de la intenci¨®n el pol¨ªtico se basta con ¨¦l mismo y justificar sus errores consiste en afirmar que lo hizo con buena intenci¨®n (podr¨ªa ser ganar votos), pero que nunca supuso que tendr¨ªa tales consecuencias. Con la ¨¦tica de la responsabilidad, el pol¨ªtico fortalece su ser y su parecer porque va mucho m¨¢s all¨¢ de tener unas determinadas intenciones y se preocupa de las consecuencias de su acci¨®n pol¨ªtica y de las acciones de los que forman su partido pol¨ªtico.
No hace mucho, paseando por un bello pueblo de la sierra andaluza, presenci¨¦ como dos ni?os discut¨ªan ardientemente por algo que desconozco. Tras vocear ambos, uno increp¨® al otro antes de salir corriendo: "anda, que eres un catal¨¢n". Me sacudi¨® profundamente una de las consecuencias que puede provocar una acci¨®n pol¨ªtica irresponsable y una intenci¨®n no del todo transparente.
Susana Corzo Fern¨¢ndez es profesora de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de Granada
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