"Volver a Senegal ser¨ªa una deshonra"
Miles de subsaharianos malviven en Nuadib¨² explotados por la poblaci¨®n local mientras esperan su oportunidad para saltar a Europa
Ettiene invita al periodista a entrar en su casa, un humilde barrac¨®n a las afueras de Nuadib¨², al norte de Mauritania. Tiene 22 a?os, las manos ajadas y una fuerza de voluntad encomiable. La que le dan los a?os que ha pasado labrando el campo, donde, seg¨²n explica, empez¨® a trabajar cuando todav¨ªa era un ni?o. Ettiene sali¨® de una peque?a aldea del sur de Senegal hace ya cuatro a?os y en ese tiempo, dice, ha intentado llegar a Espa?a en tres ocasiones. En ninguna de ellas tuvo suerte, pero no desespera. Asegura que al menos habr¨¢ una cuarta.
Eso si consigue reunir el dinero suficiente para un nuevo intento. Ettiene es optimista. El senegal¨¦s explica que le queda muy poco para juntar la suma que necesita para pagar a la mafia de tr¨¢fico de personas. En una semana espera volver a subirse en un cayuco, como llaman los mauritanos a las embarcaciones alargadas con las que los inmigrantes intentan alcanzar las islas Canarias. El viaje es tan inminente que ya ha hecho el equipaje: una mochila que tiene preparada a los pies de su cama. No le importa el peligro que supone el trayecto en patera. "Volver a Senegal ser¨ªa una deshonra. Es lo ¨²ltimo que har¨ªa", asegura.
Este joven es uno de los 5.000 inmigrantes subsaharianos (una cifra aproximada) que viven en el barrio de City Snim. Algunos se encuentran asentados aqu¨ª desde hace a?os, pero la mayor¨ªa est¨¢ de paso. Llegan, trabajan, re¨²nen el dinero lo antes posible y se van. Enseguida llegan otros que los sustituyen.
En un barrac¨®n que hace de improvisada panader¨ªa el encargado del negocio lo explica: "Aqu¨ª los vecinos van y vienen", dice. "Algunos se marchan durante la noche y otros llegan al amanecer. Los que se van organizan el viaje en las cercan¨ªas del puerto artesanal", prosigue.
Ese puerto es el coraz¨®n y el centro neur¨¢lgico de Nuadib¨². En ¨¦l se encuentran varados y fondeados unos 500 cayucos dedicados a la pesca, pero ahora el negocio no est¨¢ solamente ah¨ª. En cada una de las tiendas del muelle se pueden comprar chalecos salvavidas que los vendedores cuelgan en el exterior como reclamo. Tambi¨¦n aparatos de localizaci¨®n por sat¨¦lite (GPS). "Son de segunda mano", advierte uno de los comerciantes. Cuestan 200 euros -superan su precio en Espa?a-, y algunos, confiesa el tendero, no funcionan demasiado bien. "Todos los inmigrantes que intentan marcharse a Espa?a tienen que llevarlos", asegura.
En el mismo muelle, las f¨¢bricas de motores fuera borda hacen su agosto. Uno nuevo cuesta 700.000 ouviyas, unos 2.000 euros (20 veces el sueldo mensual de un trabajador mauritano), pero por la mitad se puede conseguir uno usado. Dentro del negocio, dos senegaleses y un camerun¨¦s piden el m¨¢s potente. El due?o nos asegura que desde octubre ha vendido la misma cantidad de motores que en los ¨²ltimos dos a?os.
En la gasolinera de al lado, un joven de Mal¨ª llena seis dep¨®sitos de gasolina. Asegura que es para salir a pescar, aunque para eso le valdr¨ªa con la quinta parte. "No les importa el dinero que les cueste ni el riesgo", asegura Pino Gonz¨¢lez, trabajador de M¨¦dicos del Mundo en Nuadib¨². Ellos, junto a Cruz Roja, no han descansado desde hace 10 d¨ªas. Aseguran que en esta ciudad el problema no est¨¢ s¨®lo en los que quieren marcharse, sino tambi¨¦n en los que lo han intentado pero han fracasado.
El drama de los fracasados
No es dif¨ªcil encontrarse con camiones del Ej¨¦rcito mauritano cargados con decenas de inmigrantes subsaharianos que no lograron alcanzar su objetivo. Los ¨²ltimos llegaron ayer y proced¨ªan de una patera que hab¨ªa encallado cerca de la frontera con el S¨¢hara Occidental ocupado por Marruecos. Las autoridades mauritanas los conducen hasta las tres comisar¨ªas de Nuadib¨², que se encuentran colapsadas. Los inmigrantes tienen que dormir en el suelo, hacinados, en unas condiciones higi¨¦nicas lamentables. La comisar¨ªa de La Ouaina es la de mayor capacidad, y en ella est¨¢n internadas unas 80 personas. Olga Mart¨ªn, de Cruz Roja Espa?ola, organiza el reparto de comida y atenci¨®n m¨¦dica durante los d¨ªas que los inmigrantes permanecen detenidos. El Gobierno mauritano los devuelve cada tres o cuatro d¨ªas a la frontera con Senegal.
Tirado en el suelo, con una gorra del Mil¨¢n, se encuentra Malik, de Nigeria. Dice que antes de ser detenido por una patrullera mauritana pudo ver en el mar los cuerpos sin vida de tres personas. Sabe que ser¨¢ expulsado, pero asegura que volver¨¢ de nuevo a Nuadib¨² para intentarlo. A su lado, un compa?ero de traves¨ªa se levanta la sudadera y nos deja ver su camiseta y su sue?o: un dibujo de una palmera sobre dos palabras impresas: Islas Canarias.
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