Robespierre y Danton
Lo insoportable del debate p¨²blico espa?ol es que no permite saber qu¨¦ est¨¢ pasando. Mientras la oposici¨®n se empe?a en promocionar y discutir a voz en grito teor¨ªas conspirativas de la prensa amarilla, que no pasar¨ªan el m¨¢s m¨ªnimo control profesional de verificaci¨®n y que aburrir¨ªan al mayor paranoico del mundo, sucede que han muerto ahogados decenas de inmigrantes africanos que pretend¨ªan llegar a las islas Canarias y que previsiblemente este verano veremos hundirse otros muchos cayucos llenos de seres humanos que prefieren arriesgar su vida antes que renunciar a un futuro mejor en nuestro pa¨ªs. ?D¨®nde est¨¢ el gran debate en el Parlamento para unir fuerzas e intentar paliar en todo lo que realmente sea posible la enorme verg¨¹enza que suponen estas muertes?
Todo merece menos atenci¨®n que la enloquecida historia de una mochila con la que algunos medios de comunicaci¨®n y algunos pol¨ªticos del PP juegan a poner en entredicho la investigaci¨®n del 11-M y, con ella, a los polic¨ªas, jueces y fiscales, convertidos en presuntos sujetos de una absurda conspiraci¨®n para dejar sin castigo a los aut¨¦nticos responsables de aquellos atentados. Y mientras una parte importante de la opini¨®n p¨²blica se distrae con estas sandeces, sucede que algunos parlamentarios son tan ignorantes que creen que tienen derecho a interrogar al presidente del Tribunal Supremo sobre cuestiones jurisdiccionales. Y que ese mismo presidente, que dirige adem¨¢s el Consejo General del Poder Judicial, y al que se le supone cierta sabidur¨ªa jur¨ªdica, en lugar de negarse a responder a lo que no es competencia del Parlamento y a rendir cuentas de lo que s¨ª lo es, tira por la calle de en medio y se niega, muy pinturero y jacarandoso, a acudir a cualquier llamada del Congreso que no sea para la presentaci¨®n de su informe anual.
Seg¨²n V¨ªctor Hugo, Robespierre coment¨® un d¨ªa a un grupo de pol¨ªticos: "La cuesti¨®n es saber d¨®nde est¨¢ el enemigo". "Est¨¢ ah¨ª fuera y lo hemos cazado", replic¨® Danton. "Est¨¢ entre nosotros y lo estoy mirando", dijo Robespierre. Mientras el debate pol¨ªtico en este pa¨ªs gire en torno a esta idea del enemigo personal, en torno a una visi¨®n radicalmente sectaria de la propuesta pol¨ªtica, ser¨¢ imposible prestar atenci¨®n a lo que realmente deber¨ªa preocuparnos.
Si estuvi¨¦ramos un poco m¨¢s despiertos estar¨ªamos atentos al interesant¨ªsimo debate que se ha producido en la Comisi¨®n Constitucional del Congreso respecto al nuevo Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a y que ha pasado sin mayor pena ni gloria. Es evidente que el trabajo realizado en la ponencia por socialistas y CiU ha permitido eliminar muchos, quiz¨¢s todos, los aspectos inconstitucionales del texto que hab¨ªa enviado el Parlamento catal¨¢n. Pero, al margen de que sigan existiendo, o no, algunos preceptos dudosos, sobre los que se pronunciar¨¢ en su d¨ªa el Tribunal Constitucional, est¨¢ claro que el nuevo Estatuto catal¨¢n va a abrir un nueva etapa en el funcionamiento del Estado de las autonom¨ªas y en el reparto del poder. Y que, muy probablemente, el texto aprobado presente bastantes problemas para su puesta en marcha y, quiz¨¢s, d¨¦ origen a bastantes conflictos de interpretaci¨®n.
No tiene sentido ignorar que algunos contenidos del Estatuto catal¨¢n suponen innovaciones algo confusas: la Generalitat, por ejemplo, podr¨¢ convocar consultas populares, pero no referendos, que siguen siendo competencia del Estado. Pero, ?qu¨¦ es exactamente una consulta popular? El r¨¦gimen local que hasta ahora ten¨ªa lo que los expertos llaman car¨¢cter "bifronte", es decir que se relacionaba con las comunidades aut¨®nomas y con el Estado central, pasa ahora a ser pr¨¢cticamente parte de la instituci¨®n de la Generalitat. ?Qu¨¦ supone esa "interiorizaci¨®n" de los entes locales? Son simples ejemplos de debates importantes que no trascienden en absoluto a la opini¨®n p¨²blica y que, sin embargo, en el futuro pueden dar origen a peque?os o grandes conflictos. Shakespeare se lamentaba de que "los hombres pongan un enemigo en su boca para huir de sus cerebros". solg@elpais.es
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