El mar escupe cad¨¢veres en Cabo Blanco
Cuerpos, ropa y latas de gasolina se mezclan con la arena en una playa cercana a Nuadib¨²
El Atl¨¢ntico demuestra su fuerza en Cabo Blanco, una paradisiaca playa situada a 15 kil¨®metros de Nuadib¨². Hace viento y las olas rompen sin descanso en esta zona de la costa. Antes, este lugar era conocido en Mauritania por su belleza natural. Ahora, los restos de los naufragios ocupan metros y metros de arena.
Un cayuco permanece varado muy cerca de la orilla. Es la ¨²ltima embarcaci¨®n que ha perdido la batalla contra el mar. Dentro viajaban unos 30 subsaharianos. Uno de ellos muri¨®. Todav¨ªa hoy, varios d¨ªas despu¨¦s, se puede ver en su interior algunas de las pertenencias que llevaban los inmigrantes: un zapato por aqu¨ª, un coj¨ªn para apoyar la cabeza por all¨¢, algunos bidones de gasolina que no se llegaron a utilizar... A lo largo del rebalaje hay un reguero de ropa, latas de comida, chalecos salvavidas y alg¨²n que otro pasaporte.
Lo peor lo trae la marea, y llega a Cabo Blanco cada tres o cuatro d¨ªas. Desde octubre, esa es la frecuencia con la que suelen aparecer en este arenal los cad¨¢veres de aquellos que fracasaron en el intento de llegar a Espa?a. Esta semana, el mar ya ha escupido en este lugar tres cuerpos sin vida; los tres llegaron totalmente irreconocibles.
Patrice es testigo directo de todo lo que ocurre en Cabo Blanco. ?l y otros tres senegaleses m¨¢s viven aqu¨ª. Al fondo de la playa tienen su casa, un enorme barco azucarero que encall¨® en esta zona de la costa hace ya cinco a?os. El due?o los contrat¨® hace unos meses. Su trabajo es vigilar el barco para que nadie entre. "Es muy aburrido", dice Patrice, pero al menos pagan bien, asegura.
Tiene 24 a?os y lleva tres fuera de su pa¨ªs. Quiere viajar a Espa?a, pero dice que nunca lo har¨¢ en patera. Ha visto el dolor demasiado cerca para intentarlo. Cuenta que todos los cayucos que salen de Nuadib¨² tienen que virar por Cabo Blanco, un lugar peligroso cuando hace mal tiempo. El viento provoca que algunas embarcaciones vuelquen.
A lo largo de la playa hay dos casetas que un d¨ªa hicieron de improvisados puestos de control de las autoridades mauritanas. Ahora est¨¢n abandonadas. La ¨²nica vigilancia de la zona est¨¢ en la punta del Cabo. Un viejo faro en el que se turnan varios soldados. Mohamed Abderahman dice que s¨®lo puede "sentarse y esperar a ver si llegan los cayucos", pero nada m¨¢s. Y ense?a los ¨²nicos medios con los que cuenta, una peque?a linterna y un silbato. Asegura que cuando se produce un naufragio los inmigrantes parecen "como pajarillos arrastrados por el viento". Gritan y piden ayuda. "Algunos llegan a la orilla, pero otros no", dice. "La mayor¨ªa no sabe nadar".
A medida que los cuerpos van apareciendo, las autoridades mauritanas los llevan al tanatorio municipal. El padre Jerome, un sacerdote cat¨®lico de Nuadib¨², comunica la llegada de nuevos cad¨¢veres a un grupo de inmigrantes de distintas nacionalidades. Ellos van al dep¨®sito e intentan reconocer cada cuerpo. Si en unos d¨ªas nadie los reclama, los inmigrantes se convertir¨¢n en muertos an¨®nimos enterrados en fosas sin l¨¢pida.
Nadie se atreve a dar cifras oficiales en Nuadib¨², pero el padre Jerome cree que la mitad de los inmigrantes que sale en cayuco pierde la vida en el mar. ?l se encarga de ayudar a aquellos que van llegando a la ciudad. Dirige la escuela cat¨®lica y sirve de enlace entre aquellos que intentan cruzar a Espa?a y sus familiares. Cuando los inmigrantes llegan a su destino avisan al sacerdote y ¨¦ste lo comunica a sus familias. "S¨®lo me llama un 50% de los que se van", asegura el cl¨¦rigo.
Cartas de los triunfadores
En un caj¨®n, el padre Jerome guarda decenas de cartas que recibe de algunos inmigrantes que s¨ª consiguieron culminar el viaje. Son las historias de los triunfadores de Nuadib¨². Un guineano cuenta que nunca en su vida tuvo tanto miedo como en los tres d¨ªas que dur¨® la traves¨ªa. Un senegal¨¦s dice que estuvo paralizado todo el viaje por el fr¨ªo y la postura.
Las cartas que nunca se llegan a escribir son las de que aquellos que se quedan en el mar. Algunos de esos fallecidos ser¨¢n enterrados en el cementerio del barrio de Kansado, en Nuadib¨², donde los trabajadores contin¨²an con su tr¨¢gica rutina de las ¨²ltimas semanas. Siguen abriendo zanjas para los inmigrantes que no han podido con la fuerza del Atl¨¢ntico.
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