Euskadi: la espera
Hace ya varias semanas que el presidente Zapatero anunci¨® "el principio del fin" de ETA y, desde entonces, las bombas y las extorsiones parecen invalidar semejante demostraci¨®n de optimismo. En sentido contrario, la fallida huelga general de apoyo a ETA es un s¨ªntoma de esa debilidad que tantos diagnostican, sobre la cual se asienta la confianza de La Moncloa. Las cosas decididamente no son ya las que eran y en la sociedad vasca impera el deseo de pasar p¨¢gina a la era del terror y de la violencia. En este contexto, Zapatero acierta al pensar que ha llegado el momento de entablar contactos para que una atm¨®sfera propicia el entendimiento haga posible ese "principio del fin" declarado por ETA, en el cual la aplicaci¨®n de medidas favorables dentro de la ley para los presos, sin olvidar la consulta a las v¨ªctimas, sentara las bases para un proceso de reconciliaci¨®n. No tenemos delante a las Brigadas Rojas o a los GRAPO, para los cuales bast¨® la destrucci¨®n v¨ªa policial. Frente a un terrorismo en declive, pero con amplio apoyo social, hay que aplicar la receta de los exorcismos: buscar una puerta de salida al diablo.
S¨®lo que en cuestiones tan complejas y graves, en las que intervienen actores pol¨ªticos concurrentes y la opini¨®n p¨²blica, el riesgo para el optimista reside en exhibir demasiado pronto su optimismo. Zapatero lleva demasiado tiempo imitando al jugador que deja entrever la posesi¨®n de una baza ganadora en la partida vasca, sin proporcionar dato alguno sobre los fundamentos de su pron¨®stico, ni indicios acerca de lo que piensa hacer sobre el futuro vasco en caso de renuncia de ETA al terror. El resultado ha sido un progresivo desconcierto en la opini¨®n, sostenida ¨²nicamente por la ausencia de muertes en los atentados, y lo que es peor, la percepci¨®n en el mundo de ETA, con Batasuna en primer plano, de que el Gobierno necesita tambi¨¦n, y por encima de todo, ese acuerdo de "pacificaci¨®n y normalizaci¨®n" del que todos hablan. Y como sucede siempre en un mercado como ¨¦ste, del tipo bazar magreb¨ª, el vendedor tiende a dilatar el trato y a subir el precio al darse cuenta de que el comprador desea a toda costa adquirir la mercanc¨ªa. Tras el ¨¦xito p¨ªrrico del Estatut, conseguido ¨²nicamente ante buen n¨²mero de espa?oles por la acumulaci¨®n de torpezas del PP, no puede permitirse que las expectativas acerca del fin de ETA queden defraudadas.
Hay adem¨¢s una pluralidad de factores que limitan la capacidad de juego socialista, tanto para fijar el alcance de las concesiones como para la ulterior tarea de modificar el presente Estatuto sin caer en el plan Ibarretxe o en las reivindicaciones cl¨¢sicas de ETA-Batasuna, que con palabras m¨¢s suaves siguen hablando de toda Euskal Herria -eso s¨ª, por fin plural- y de autodeterminaci¨®n. Ante todo, el desacuerdo con el PP constituye una barrera infranqueable para que en una eventual mesa donde se discutan las reformas, los defensores de la Constituci¨®n alcancen a compensar la presi¨®n de la alianza entonces inevitable de los nacionalistas de todo tipo. Frente a esa exigencia, el PP se encuentra inmovilizado, en un ejercicio de dontancredismo pol¨ªtico contra toda reforma o concesi¨®n, olvidando que la conversaci¨®n fallida de 1999 con ETA en Suiza ofrece un ¨®ptimo antecedente para que los dos partidos rehagan la entente que tan fruct¨ªfera result¨® en la lucha contra el terror. Pero tal constataci¨®n no debe servir de coartada al PSE para intentar un remake radicalizado del proceso catal¨¢n, ni para so?ar con una futura alianza entre los socialistas vascos y Batasuna que se impusiera al PNV dentro de un nuevo "marco de decisi¨®n pol¨ªtica".
Conviene recordar que la desaparici¨®n del terrorismo asesino est¨¢ siendo compatible con una reorganizaci¨®n de ETA, estimada por el consejero Balza en siete nuevos comandos, con el paulatino regreso de la lucha callejera y con la multiplicaci¨®n de las extorsiones contra empresarios. No es la primera vez en su historia que ETA se burla de quienes extienden demasiado pronto su certificado de defunci¨®n, y de nada servir¨ªa cerrar los ojos ante esta realidad preocupante con tal de seguir ofreciendo una imagen risue?a de la coyuntura vasca. Es m¨¢s, el efecto de bajar la guardia desde el Gobierno -ya se ve que el juez Grande-Marlaska no sigue esa v¨ªa- podr¨ªa ser el cl¨¢sico del mal puntillero: levantar a una fiera a punto de morir.
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