De T¨¢nger a Erfuz, carretera y manta
Siete d¨ªas en coche por Marruecos hasta las puertas del desierto
Sentido de la aventura, carretera y manta. De norte a sur de Marruecos. Protagonistas: dos inquietos viajeros treinta?eros. Objetivo: conocer lo m¨¢s profundo y aut¨¦ntico del pa¨ªs vecino. Meta: las dunas del S¨¢hara. Gui¨®n: itinerario improvisado sobre la marcha. Banda sonora: emisoras marroqu¨ªes sintonizadas desde la radio del coche. Decorado: los contrastes del paisaje. G¨¦nero: road movie. Premio: desplazarse a otra cultur
a, casi a otro tiempo.
D?A 1 Puerto de Algeciras, C¨¢diz. Exterior d¨ªa.
De cabeza se zambullen en la descomunal plaza de Yemaa el Fna: ruido, serpientes, humo, monos, gente cocinando, m¨²sica, olores..., todo, de golpe, les estimula los sentidos. Esto s¨ª que es 'Blade runner'. La energ¨ªa general les contagia y suben a una de las terrazas de los caf¨¦s
Un viejo turismo de marca francesa, con una botella de rioja en el maletero, espera en la ca¨®tica fila para tomar el ferry. Mientras el coche descansa ya en las tripas del barco, los dos viajeros, emocionados por saltar de continente, salen a cubierta. Justo a su lado, un famoso cantautor, de cabeza rapada, comparte el momento con unos colegas. El estrecho de Gibraltar est¨¢ hoy nublado y apenas se aprecia c¨®mo T¨¢nger se aproxima, semioculto entre la bruma.
T¨¢nger. Exterior noche.
Desembarcar del ferry se parece mucho a una carrera de obst¨¢culos: coches atravesados, papeleo, caos... ?Bienvenidos a Marruecos! Ya en tierra firme y cerca del puerto, los aventureros cambian euros por dirhams y se dejan engatusar por uno de los muchos buscavidas que les acosa, quien les conduce, a trav¨¦s de medio centenar de pelda?os embarrados, a un cercano hotel. Caen la noche y una fina lluvia. La calefacci¨®n brilla por su ausencia y se palpa la humedad en el cuarto. El subid¨®n por encontrarse en una cultura tan distinta -pero cercana- les empuja a la calle, bulliciosa y colorista, para mezclarse con la gente. Acaban cenando en el t¨ªpico restaurante con orquesta tradicional donde toda la clientela es extranjera: demasiado cansancio para explorar las legendarias nocturnidades tangerinas. Queda mucho camino por recorrer y el aire europeizado de la ciudad no es precisamente lo que anhelan. Mejor economizar fuerzas.
D?A 2 T¨¢nger. Exterior amanecer.
Frescos y desayunados, toman rumbo al valle del Rif. El d¨ªa es de un soleado radiante. El horizonte, verde intenso, recuerda m¨¢s a Asturias que a Almer¨ªa. No se detienen en Fez y enfilan hacia Mekn¨¦s. Un alto en el camino para conocer las ruinas romanas de Volubilis, ciudad del a?o 40 antes de Cristo. Los mosaicos del suelo y la opulencia intuida invitan a fantasear con ¨¦pocas consagradas al sabio arte del puro gozo. Tras un almuerzo junto a las hist¨®ricas piedras, la pareja vuelve a la carretera.
Mekn¨¦s. Exterior noche.
Llueve molestamente, pero ellos se adentran en la ciudad semioscura, entre sus murallas y sus abarrotadas callejuelas. Parece Blade runner, pero en versi¨®n serie B. Encuentran un hotel enorme, pero raro, raro: jurar¨ªan que ellos son los ¨²nicos hu¨¦spedes. Un simp¨¢tico chico les conduce por pasillos que recuerdan a los de El resplandor. Se respira algo de tensi¨®n, para qu¨¦ negarlo. La habitaci¨®n es g¨¦lida. La suciedad, la reina. Sin m¨¢s dilaci¨®n, se impone cambiar de establecimiento. El chico no dice nada, resignado. Los viajeros se suben al coche antes de que aparezca Jack Nicholson, hacha en mano. Y encuentran un hotel acogedor... y m¨¢s limpio. "Hay que festejarlo: en el bar sirven gin-tonics", exclama la chica con mucha risa. Se toman la segunda -y tercera- copa en el hotel de enfrente, cuyo bar es animado por algunas prostitutas.
D?A 3 Mekn¨¦s. Exterior d¨ªa.
Es invierno, y las horas de sol son escasas; por eso los viajeros, aunque resacosos, madrugan y, sin demora, reanudan la ruta, esquivando cabras, conductores temerarios, baches gigantes y motos que ensayan el Dakar. De camino a Marraquech paran en las exuberantes cascadas de Uzud, de 100 metros de altura. Si fuera verano, se ba?ar¨ªan.
Atardecer. Marraquech.
Seg¨²n llegan a la ciudad, de cabeza se zambullen en la descomunal plaza de Yemaa el Fna: ruido, serpientes, humo, monos, gente cocinando, m¨²sica, olores..., todo, de golpe, les estimula los sentidos. Esto s¨ª que es Blade runner. La energ¨ªa general les contagia y suben a una de las terrazas de los caf¨¦s circundantes para contemplar c¨®mo se encienden los miles de luces de la plaza: "Estamos en otro mundo", exclama ¨¦l, con una sonrisa, "?y en s¨®lo tres d¨ªas!".
D?A 4 Marraquech. Interior / exterior ma?ana.
Higiene y -rudo- masaje en un hamam. Ya en la entrada sus destinos se separan por un tiempo: ¨¦l, con los hombres; ella, con las mujeres. Un fornido masajista con bigot¨®n machaca al joven sobre el suelo caliente del sector masculino, mientras los clientes habituales sonr¨ªen p¨ªcaros. Ella se relaja entre efluvios mientras una masajista la trata con ternura. Con la piel enrojecida y todos los m¨²sculos del cuerpo en su sitio, a la salida les espera un impagable zumo de naranja y el laberinto enloquecido de la Medina, donde ejercitan el sacrosanto juego del regateo.
Marraquech. Exterior tarde.
Los muecines llaman a la oraci¨®n desde todos los puntos cardinales, mientras los dos viajeros toman t¨¦ verde mirando la cordillera del Atlas, majestuoso y nevado: es su siguiente objetivo. Despu¨¦s de cenar en un palacio-restaurante, y gracias a la indicaci¨®n de unos viajeros, encuentran un hotel donde se sirve cerveza (oficialmente, s¨®lo a extranjeros).
D?A 5 Cordillera del Atlas. Exterior d¨ªa.
Seg¨²n avanzan, el entorno se va haciendo m¨¢s empinado y ¨¢rido, s¨®lo decorado con chumberas y cactus. Algunas mujeres pastorean ganado. El espect¨¢culo, de picachos y precipicios, de nieve y tierra, sobrecoge. Atravesada la cordillera que divide Marruecos, descienden al lado m¨¢s pobre, remoto y genuino del pa¨ªs. Admiran las kasbahs de Teluet y Taurit, donde Bertolucci rod¨® fragmentos de El cielo protector; visitan Uarzazat, y se pierden entre palmeras, por caminos de tierra que apenas se distinguen.
La luna les sorprende algo errantes, hasta que se alojan en un agadir, construcci¨®n bereber de adobe. Lo regenta una acogedora familia con dos hijos varones; la madre no se deja ver: se la barrunta en la cocina, de donde salen manjares sobrecargados de especias y az¨²car. Tras la cena, nuestros chicos salen a admirar la fr¨ªa noche estrellada, en medio de un silencio abrumador.
Camino de Merzuga, se desv¨ªan por la garganta del r¨ªo Dades, entre peladas paredes de roca roja. Unos ni?os de enormes ojos curiosos les venden un camello manufacturado con hojas de palmera, que desde ese instante ir¨¢ colgado del espejo retrovisor, bailando al son de la m¨²sica de la radio. El desfiladero serpentea y se estrecha amenazante. Ya no pueden seguir por la garganta del Todra, como pensaban, pues har¨ªa falta un todoterreno. Hay que deshacer el ¨²ltimo tramo. Inconvenientes de la aventura improvisada. A ambos lados del camino, alcazabas y pueblos marrones, enteramente de adobe, polvorientos. Por eso sobresalen los colores vivos de la ropa lavada sec¨¢ndose al sol, tendida junto al r¨ªo. Los hombres, sentados al borde de la carretera, les miran pasar, sin mover un m¨²sculo. Cuando paran a comer, un anciano observa a la chica -melena rubia y ropa occidental- como si se tratase de una aparici¨®n.
En Erfuz sube al auto un hombre azul, quien les gu¨ªa a Merzuga. Ante sus ojos, una llanura reseca. Cualquiera se perder¨ªa en este p¨¢ramo sin l¨ªmites. Desde un promontorio ven las dunas a lo lejos, como un mar de arena que surge de repente y se pierde, sin medida, al fondo. La chica cita el Bautismo de soledad, de Paul Bowles. Tiene raz¨®n el escritor: las dunas son naranjas y suaves; el cielo, de un azul extra puro, y el silencio casi duele, de intenso. S¨®lo quien haya estado antes en el desierto conoce esta sensaci¨®n.
Tras el ¨¦xtasis del ondulante paseo en camello, que han realizado con los rostros protegidos del sol por pa?uelo y crema factor 15, encaran la ruta por el valle del Draa, un caudaloso r¨ªo entre palmerales, de 250 kil¨®metros de longitud, que nunca ver¨¢ el mar, pues acaba muriendo en el desierto. M¨¢s ni?os, abalanz¨¢ndose sobre el coche, se ponen en peligro por vender unos d¨¢tiles. Las mujeres, tapadas hasta los ojos, cargan le?a. En Zagora, la puerta del desierto, nuestros viajeros contemplan el cartel que se?ala: "Tombuct¨², a 52 d¨ªas en camello". Justo aqu¨ª se acaba la carretera. Por fin ha llegado el momento de descorchar la botella de vino guardada en el maletero, mirando al sur.
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- Superficie: 447.000 km?.- Poblaci¨®n: 29.000.000 habitantes: 55% ¨¢rabes, 44% bereberes.- Idiomas: ¨¢rabe (oficial), bereber, adem¨¢s de franc¨¦s, espa?ol e ingl¨¦s. - Religi¨®n: 98% musulmanes.- Moneda: 1 euro equivale a 10 dirhams aproximadamente.C¨®mo llegar- En ferry desde Algeciras, Tarifa y Gibraltar hasta Ceuta y T¨¢ngercon Trasmediterr¨¢nea (www.trasmediterranea.es) y FRS (www.frs.es).- Vuelos a T¨¢nger y Marraquech con Royal Air Maroc (www.royalairmaroc.com) desdeMadrid y Barcelona.Informaci¨®n- Turismo marroqu¨ª en Espa?awww.turismomarruecos.com.
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