La dama de las profundidades
Su vida es explorar los mares. Sylvia Earle ha dirigido m¨¢s de 60 expediciones, ha presidido la agencia atmosf¨¦rica y marina de Estados Unidos y posee el r¨¦cord de profundidad en inmersi¨®n en solitario. La Sociedad Geogr¨¢fica Espa?ola le acaba de conceder su Premio Internacional.
Comer con ella es perder el apetito por el pescado. Entona una rapsodia sobre el at¨²n de aleta azul hasta que te arrepientes de todas y cada una de las piezas de shusi que has comido en tu vida. Al final convence a todos los comensales a pasarse a las filas de los que s¨®lo reclaman ensalada en los restaurantes: el at¨²n se ha convertido en "el le¨®n de las profundidades". Es el rey y no se toca. Sobre la mesa, Sylvia Earle tiene una sopa -de verduras- que se le queda fr¨ªa. Fascinada con su causa, de la que ha hecho un modo de vida, Earle para a cada cucharada para extenderse con detalle en cada pregunta de la entrevista. Con detalles que sorprenden, asustan y hacen reflexionar. Bi¨®loga marina, ocean¨®grafa, exploradora submarina? Earle fue designada en 1998 "hero¨ªna del planeta" por la revista Time. "Tienes que amarlo antes de decidirte a salvarlo". Earle, nacida en Gibbstown, Nueva Jersey, en 1935, es uno de los ¨²ltimos exploradores vivos. Menuda, de esas personas de huesos peque?os, parece que en su apretado cuerpo no caben miedos. De cara ani?ada, profundos ojos marrones y una mand¨ªbula con el mismo car¨¢cter que la de Katharine Hepburn, esta mujer pertenece al selecto club de los h¨¦roes al estilo cl¨¢sico. "Nada en la Tierra puede vivir sin el oc¨¦ano", asegura Earle. "Y lo estamos matando". A los 70 a?os, la apodada dama de las profundidades se ha embarcado en una lucha: salvar los oc¨¦anos. Alza una voz prof¨¦tica: "Si el mar enferma, todos lo sentiremos. Si el mar muere, nosotros moriremos con ¨¦l". Ella es enjuta. Su curr¨ªculum profesional, apretado. Ha dirigido m¨¢s de 60 expediciones, vivido nueve veces bajo el mar, dirigido la agencia atmosf¨¦rica y marina de Estados Unidos (DOER, siglas en ingl¨¦s), escrito m¨¢s de 100 art¨ªculos y libros y posee el r¨¦cord de profundidad en inmersi¨®n en solitario (1.000 metros). La Sociedad Geogr¨¢fica Espa?ola le concede el pr¨®ximo martes (el d¨ªa 21) su Premio Internacional por toda una vida dedicada a la exploraci¨®n e investigaci¨®n de los fondos marinos, as¨ª como por su tarea conservacionista.
"Hay que salvar los oce¨¢nos. Si el mar enferma, todos lo notaremos. Pero si el mar muere, nosotros moriremos con ¨¦l"
"Para salvar el mar hay que limitar la pesca, proteger la mitad de los oc¨¦anos y aumentar la inversi¨®n en investigaci¨®n"
?Est¨¢n en peligro los oc¨¦anos?
En grave peligro. Todo lo que se necesita es mirar a las estad¨ªsticas. El 90% de las grandes especies, los grandes mam¨ªferos marinos, como son los delfines, las ballenas, los leones marinos, las focas y los tiburones, han desaparecido; otras especies, como el at¨²n, el flet¨¢n y el bacalao, han sido diezmadas por la pesca de arrastre y la sobrepesca. El 75% de todos los caladeros est¨¢n al l¨ªmite de su capacidad, a punto de colapsarse, si es que no lo han hecho ya. Los arrecifes de coral y los h¨¢bitats marinos est¨¢n siendo destrozados, amenazados por actividades humanas, por el vertido de residuos t¨®xicos. Menos del uno por ciento de los oc¨¦anos del planeta est¨¢n bajo alguna protecci¨®n. Existen reglamentos para los parques, para los animales terrestres. Pero s¨®lo tenemos el uno por ciento de los oc¨¦anos bajo protecci¨®n?
Nada de comer at¨²n?
No como lo hacemos ahora. Ni las gambas, ni los camarones, ni el pez espada? Los atunes est¨¢n perfectamente adaptados a su medio ambiente. Viajan miles de kil¨®metros, algunas veces a 90 kil¨®metros por hora. Su cuerpo fue creado para la velocidad, con sus aletas. Producen millones y millones de huevos que alimentan a otros animales. Lleva a?os conseguir un at¨²n del que luego nos comemos placidamente un s¨¢ndwich en menos de cinco minutos. Muchos de los pescados que ingerimos tienen un proceso de crecimiento a veces de 30 a?os y alcanzan el centenar en el momento en que llegan a los platos. As¨ª es que se hace necesario establecer un cambio y centrarnos en maneras distintas de producir lo que le robamos a los sistemas acu¨¢ticos. Por ejemplo, construyendo granjas marinas. La pesca en alta mar es un uso ineficiente de la cadena alimenticia marina.
?Existe alg¨²n pez que sea seguro pescar sin acabar con el planeta? De otra manera, ?qu¨¦ se puede pedir en un restaurante, comprar en un mercado, sin sentirse culpable de estar esquilmando una especie marina?
He de decir que, en este momento de la historia, las elecciones son cada vez menos si tenemos conciencia. Pero pensemos en los peces como fauna. Entonces habremos establecido una diferencia. Ya no alimentamos a 6.000 millones de personas con fauna. Ni siquiera lo intentamos. Hace 10.000 a?os, cuando ¨¦ramos cazadores, s¨ª lo hac¨ªamos. Pero fue cuando comenzamos a cultivar cuando entramos en una era donde pod¨ªamos mantener cada vez a un mayor n¨²mero de personas. Hoy en d¨ªa, la mitad de las calor¨ªas que alimentan a la gente del mundo vienen de un pu?ado de cultivos: trigo, ma¨ªz, arroz? La fauna del mar todav¨ªa contribuye a las prote¨ªnas que extraemos. Porque no s¨®lo extraemos el pescado, sino que estamos destruyendo los fondos, mat¨¢ndolos con la pesca de arrastre, por ejemplo, que es extremadamente da?ina. Como si en un bosque se utilizase un bulldozer para cazar unas cuantas ardillas. He visto el antes y el despu¨¦s con mis propios ojos, a 800 metros de profundidad en un peque?o sumergible. No debemos olvidar, y se hace constantemente, que los oc¨¦anos determinan c¨®mo funciona el resto del mundo. Es nuestro sistema de mantener la vida como tal, y lo hemos dado por hecho, creyendo que resistir¨¢ eternamente, que aguantar¨¢ todo lo que le hagamos. Pero sabemos que lo que ha ocurrido en los ¨²ltimos 50 a?os, con la destrucci¨®n de las barreras de coral y con lo que perturbamos las profundidades marinas con nuestros vertidos, tiene repercusiones en la faz de la Tierra, afecta a la forma de trabajar de la tierra, a su temperatura, al ox¨ªgeno? Ahora todav¨ªa tenemos una oportunidad, pero si la desaprovechamos, si dejamos que el mar se convierta en nuestro estercolero, morir¨¢. Si enferma el mar, enfermaremos nosotros. Si muere el mar, moriremos con ¨¦l. La situaci¨®n ser¨¢ cr¨ªtica en 10 o 15 a?os.
Nada en la Tierra puede vivir sin los oc¨¦anos. Sin embargo, el mar es autosuficiente. No necesita a la raza humana. Define al planeta, cubre casi el 75% de ¨¦l. Los oc¨¦anos comprenden, por volumen, el 97% de la parte de la Tierra en la que puede haber vida. Su presencia est¨¢ en nuestro subconsciente, en nuestros cromosomas. Quiz¨¢ eso explique por qu¨¦ la gente se queda ensimismada cuando lo contempla. Cuando deja extender la vista hasta el horizonte. Y eso que, incluso cuando llega tan lejos, la mirada s¨®lo alcanza a ver la mera superficie. El escritor Herman Melville [el autor de Moby Dick] dec¨ªa que la gente encuentra su alma en el oc¨¦ano.
El agua, ¨¦se s¨ª que es su medio favorito. Usted ha dicho que s¨®lo est¨¢ en la tierra cuando no le queda m¨¢s remedio? En el agua, ?con qu¨¦ lugar se queda?
Las Gal¨¢pagos. Y el golfo de M¨¦xico, sus plantas marinas son de una belleza indescriptible [se queda ensimismada, quiz¨¢ recordando].
En 1968, Earle baj¨® en el golfo de M¨¦xico a m¨¢s de 30 metros de profundidad. Estaba en el cuarto mes de gestaci¨®n del segundo de sus tres hijos. Algunas de sus expediciones son legendarias. Poco despu¨¦s, a la vez que el hombre pon¨ªa un pie en la Luna, Earle tambi¨¦n hac¨ªa historia: formaba parte del primer equipo de mujeres que vivi¨® bajo el mar. Entonces a los buzos se les llamaba acuanautas, y a las mujeres que practicaban el buceo, "acuamu?ecas". Fueron cinco las "mu?ecas" que integraron el proyecto Tektite. Pasaron dos semanas a 18 metros de profundidad en las Islas V¨ªrgenes. Buceaban hasta 12 horas cada d¨ªa.
Se convirtieron en una especie m¨¢s?
?S¨ª! [Earle se r¨ªe]. ?ramos una especie m¨¢s, convivimos con criaturas que ahora sienten su existencia amenazada.
Sin embargo, parece que usted no sinti¨® ninguna amenaza por el hecho de ser mujer, que no fue un problema en su carrera
No, no lo fue.
El proyecto Tektite le dio un gran reconocimiento entre la comunidad cient¨ªfica y le convirti¨® en exploradora de la National Geographic Society. En la d¨¦cada de los setenta, otras misiones llevaron a la dama de las profundidades a China, las Gal¨¢pagos, Bahamas y de nuevo al ?ndico? Estaba a punto de comenzar la d¨¦cada de los ochenta cuando se dedic¨® a explorar las grandes profundidades submarinas. Fue entonces cuando descendi¨® hasta los 1.000 metros de profundidad en la isla de Oahu, en Hawai. La aventura dur¨® dos horas y media. Dos horas y media durante las cuales no tuvo contacto con el mundo exterior. Una vez en el fondo, desat¨® las correas que le sujetaban al submarino y se dio un paseo con un traje especial dise?ado por ella misma, capaz de aguantar la enorme presi¨®n de las profundidades marinas.
?C¨®mo es sumergirse? Rel¨¢teme la experiencia.
Me fascina bucear sola. Sumergirme sola. S¨¦ que no es lo com¨²n, que se debe bucear en grupo, pero? La maravilla de descender, ver c¨®mo la superficie es de un tipo de extra?o color verde? El golfo de M¨¦xico antes ten¨ªa una superficie de un azul puro, ya no? Le estamos haciendo sufrir demasiado? Penetrar en esa capa verde para introducirte cada vez m¨¢s en agua azul que se va haciendo m¨¢s y m¨¢s oscura, llegando al ¨ªndigo y luego al a?il, y de repente se acaba el azul. Reina el negro. La oscuridad. Aunque no es una oscuridad absoluta. ?Est¨¢ llena de luz! Hay peque?os centelleos, brillos, un fulgor a tu alrededor que hace que parezca que est¨¢s cayendo en una galaxia plagada de peque?as estrellas, porque la mayor¨ªa de las criaturas de las profundidades marinas tienen alg¨²n tipo de luz, de destello, es la bioluminiscencia de los ecosistemas de aguas profundas. Cuando chocan contra el sumergible en el que te encuentras, es una fiesta, como los fuego artificiales del 4 de julio.
A 1.000 metros de profundidad, uno debe sentir su vida en peligro.
?Cada vez que monto en coche! [R¨ªe]. ?Cada d¨ªa! Entonces s¨ª que siento mi vida en peligro.
Cree que si se consiguiera que m¨¢s gente buceara se podr¨ªa entender mejor el valor intr¨ªnseco que tiene el mar. Respetarlo.
Sin duda. Mi madre esper¨® hasta que tuvo 81 a?os para sumergirse. Cuando sali¨® a la superficie se enfad¨® much¨ªsimo conmigo por todos los a?os que hab¨ªa perdido, que hab¨ªa desperdiciado sin bucear. Que nadie espere a tener 81 a?os, o, si los tiene ya, ?que no espere m¨¢s!
Bajo las aguas del Pac¨ªfico, a 210 millas al suroeste de Guam, yace la Fosa de las Marianas, un abismo de 11.000 metros, m¨¢s profundo que la altura del monte Everest.
En 1960, los exploradores Jacques Piccard y Don Walsh condujeron al batiscafo (aparato de exploraci¨®n submarina que desciende a gran profundidad) Trieste al mism¨ªsimo fondo de las Marianas, donde estuvieron durante 20 minutos observando a su alrededor. Anunciaron haber visto a siete millas de profundidad a una criatura como un pez plano. Desde esa primera expedici¨®n, por razones log¨ªsticas, nadie ha seguido los pasos de la exploraci¨®n de Piccard y Walsh. Sin embargo, si alguien logra hacerlo de nuevo, ¨¦sta ser¨¢ Sylvia Earle, embajadora de los oc¨¦anos del mundo. Sylvia Earle es una de las ¨²ltimas supervivientes de los grandes aventureros que a lo largo del siglo XX cambiaron la faz de la Tierra. En el siglo XXI quedan fronteras para la emoci¨®n: en el fondo de los mares. Tal vez Jacques Cousteau haya sido la ¨²nica persona que haya visto m¨¢s vida submarina que esta mujer.
Cu¨¦nteme c¨®mo empez¨® todo, esta pasi¨®n suya que le ha llevado a tanta profundidad.
Mi flechazo con el agua salada lleg¨® de golpe, de un golpe de mar. A los tres a?os una ola me dio un revolc¨®n. Cuando me levant¨¦ supe que me hab¨ªa enamorado. Hered¨¦ de mis padres el profundo respeto por los animales, por cualquier animal. Y el no sentir miedo a lo desconocido. A los 17 me apropi¨¦ de una escafandra de cobre, como la de los buscadores de esponjas, y me lanc¨¦ a explorar un r¨ªo en Florida, adonde mis padres se hab¨ªan mudado. Lo que contempl¨¦ en mi primera clase de buceo me cautiv¨®. Sumergirme era como vivir al borde del gran misterio de cada d¨ªa. Saltar dentro del oc¨¦ano era como saltar dentro de una sopa minestrone, con todos los ingredientes nadando alrededor. Cada peque?a cucharada de mar est¨¢ llena de vida. A¨²n m¨¢s all¨¢ del alcance de la luz del sol, las plantas del oc¨¦ano florecen, nutridas por un proceso llamado quimios¨ªntesis, un proceso contrario al de la fotos¨ªntesis, por el cual las plantas terrestres viven. Descubr¨ª que los peces se parecen a los humanos porque cada uno es diferente.
Le fascinan las oscuras profundidades del fondo oce¨¢nico marino.
Una de mis metas sigue siendo la exploraci¨®n de las Marianas. Por eso fund¨¦ Ingenier¨ªa de Profundidades Oce¨¢nicas [junto a su colega y ahora ex marido, el brit¨¢nico Graham Hawkes]. Esta empresa me ha servido de instrumento para el desarrollo de los robots de aguas profundas y los sumergibles. Ahora ya existe la tecnolog¨ªa para inmersiones de 7.000 metros, algo m¨¢s de la mitad de la profundidad de la Fosa, llena de vida por investigar y con la que hablar.
Sylvia Earle bromea y asegura que domina el "idioma pez". ?No bromea? Ha pasado tanto tiempo debajo del agua que puede que est¨¦ en lo cierto. "S¨®lo me falla la salud cuando paso mucho tiempo sin sumergirme", comenta.
?Cu¨¢l es la gran amenaza para los oc¨¦anos?
La ignorancia, la falta de conocimiento, el fracaso en asociar nuestro destino con el futuro de los mares. Y lamentablemente, al tiempo que los cient¨ªficos han empezado a comprender la diversidad, la importancia y vulnerabilidad de los arrecifes y bosques de coral en profundidad, los humanos hemos desarrollado tecnolog¨ªas que pueden alterarlos dr¨¢sticamente. Hay motivos m¨¢s que sobrados para preocuparse por el impacto que pueden producir la extracci¨®n de petr¨®leo y gas, la miner¨ªa en aguas profundas y el cambio clim¨¢tico. Pero la mayor amenaza para los corales y esponjas de profundidad es la pesca comercial, en especial el arrastre de fondo.
No parece usted deprimida, aunque el panorama no es alentador. ?Qu¨¦ la mantiene optimista?
?Hay muchas razones para ser positivo! Quiero decir que, al fin y al cabo, los pocos peces que quedan est¨¢n ah¨ª. No hemos acabado con todos. Todav¨ªa hay una oportunidad. Pero hay que concienciarse, hay que actuar. Creo en los individuos, en la cooperaci¨®n entre pa¨ªses, en la movilizaci¨®n que un pa¨ªs como Espa?a, poderoso, con voz, puede lograr para acabar de una vez por todas con la pesca de arrastre? Espa?a se cuenta entre los 11 pa¨ªses que usan la pesca de arrastre, m¨¦todo que para obtener unas pocas especies destruye corales de hasta 10 metros de altura y 1.000 a?os de antig¨¹edad, y peces abisales. Para asegurarnos de que legamos a las generaciones futuras un mundo m¨¢s sostenible y garantizamos la supervivencia de un planeta con 6.000 millones de personas hay que tomar de forma urgente medidas en el ¨¢mbito mundial, limitar la pesca, declarar protegidos al menos la mitad de los oc¨¦anos del mundo, aumentar la inversi¨®n en la investigaci¨®n marina. No es demasiado tarde para salvar una gran parte de los ecosistemas corales y esponjas de agua fr¨ªa en todo el mundo. Son elogiables los esfuerzos de naciones que, como Australia, Nueva Zelanda, Canad¨¢ y Noruega, han dado los primeros pasos para proteger algunos de estos ecosistemas singulares que se encuentran en sus aguas jurisdiccionales.
En 1856, Julio Verne publicaba una novela que anticip¨® detalles de lo que 113 a?os despu¨¦s ser¨ªa la primera misi¨®n espacial en pisar la Luna. En el siglo XXI, Julio Verne queda lejos y parece que avanz¨® casi todo. ?Qu¨¦ queda por descubrir?
?Los oc¨¦anos! Son como el Lejano Oeste, est¨¢n por investigar, es una frontera que muy pocos se han aventurado a cruzar, a descubrir. Pero cuidado: es absolutamente crucial que para que podamos mantener la Tierra como un lugar habitable para los humanos, los oc¨¦anos deben permanecer como han estado, evolucionando lentamente a lo largo del nuevo milenio. Esto es, con cada cucharada todav¨ªa llena de vida.
Despu¨¦s de la sopa fr¨ªa, acabar¨¢ lentamente con una ensalada de espinacas y tomates deshidratados. Reparte los tomates entre los comensales, quiere demostrar que son deliciosos. Entre plato y plato, el relato breve de c¨®mo rastre¨® en un viaje en 1977 el esperma de las grandes ballenas. Sigui¨® el viaje de estos inmensos mam¨ªferos desde Hawai hasta Nueva Zelanda, Australia, Sur¨¢frica, Bermudas y Alaska. Su trabajo inspir¨® la pel¨ªcula Gentle giant of the Pacific, que narr¨® Richard Widmark. Imaginen a un explorador que ha ido donde nadie ha ido antes. Imaginen haber visto calamares gigantes. Imaginen que son capaces de predecir cambios en el viento y el tiempo, tales como El Ni?o, s¨®lo con mirar los cambios que han sufrido los oc¨¦anos. Imaginen haber explorado monta?as tan altas como el Himalaya, pero bajo el agua. Imaginen. Esa mujer existe. Los ojos se le mueven lentos pero curiosos, traviesos. Come fresas de forma delicada. Sylvia Earle baja la mirada, t¨ªmida, casi sonrojada, cuando alguien le felicita por toda una vida dedicada al mar.
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