Funambulismo
El segundo aniversario del 11-M ha estado ensombrecido por su sectaria manipulaci¨®n a manos del PP y la prensa que le sirve, sin complejos ni escr¨²pulos para deshonrar a las v¨ªctimas de aquella matanza con tal de sacar partido en su intento de tapar y encubrir sus propias responsabilidades. En otra columna pr¨®xima habr¨¢ que volver sobre este indigno negacionismo que practica el PP. Pero antes hay que detenerse a evaluar la ejecutoria del Gobierno de Zapatero, justo ahora en que acaba de cumplir sus dos primeros a?os de ejercicio del poder, mientras cruza el ecuador de su primera legislatura.
Cuando gan¨® limpiamente pero contra pron¨®stico las elecciones del 14-M, a Zapatero se le plante¨® un dilema ¨¦tico. Todos fuimos conscientes, y ¨¦l tambi¨¦n tuvo que serlo, de que aquel resultado no significaba una victoria suya sino una derrota de Rajoy, como suced¨¢neo designado por Aznar. El veredicto electoral no implicaba un voto de confianza al PSOE, por los m¨¦ritos de su candidato y su programa, sino un voto de castigo al PP, para hacerle pagar sus responsabilidades por su indigna gesti¨®n de la ¨²ltima legislatura y en particular de la matanza del 11-M. Y esto ¨²ltimo era lo m¨¢s grave, pues todos comprendimos, y Zapatero tampoco pod¨ªa ignorarlo, que sin aquel atentado ¨¦l no habr¨ªa ganado el 14-M. De ah¨ª el dilema. Pol¨ªticamente, ten¨ªa derecho como vencedor de los comicios a gobernar aplicando con partidismo su programa electoral. Pero lo m¨¢s ¨¦tico y caballeroso habr¨ªa sido gobernar con imparcialidad y moderaci¨®n suprapartidistas, a la espera de convocar nuevas elecciones una vez recuperada la normalidad tras un tiempo prudencial que permitiese cerrar el sumario del 11-M. Pero Zapatero opt¨® leg¨ªtimamente por seguir el consejo de Maquiavelo y aprovechar la ocasi¨®n que le brindaba la diosa Fortuna. As¨ª que eligi¨® gobernar a discreci¨®n.
Ahora bien, como era de dominio p¨²blico lo discutible de su decisi¨®n, pues su acceso al poder en estado de excepci¨®n le restaba legitimidad de origen, decidi¨® curarse en salud y apuntar por elevaci¨®n, ampliando su programa de gobierno a fin de adquirir mayor legitimidad gracias a un ejercicio del poder pretendidamente providencial. As¨ª fue como se propuso la misi¨®n redentora de arreglar Espa?a de una vez por todas, como hubiera intentado Don Quijote de hab¨¦rsele brindado la oportunidad de hacerlo. Con esto olvidaba que, como nos advirti¨® Ortega y Gasset, Espa?a no tiene arreglo, y lo ¨²nico que se puede hacer con ella es "conllevarla", aprendiendo a convivir pac¨ªficamente con sus peores defectos: invertebraci¨®n, sectarismo, beligerancia, teatralidad, etc¨¦tera. De ah¨ª que cuando Zapatero ha puesto manos a la obra de arreglar Espa?a, tambi¨¦n ha abierto, como buen aprendiz de brujo, una complicada caja de Pandora, dispersando a los cuatro vientos una cascada de problemas irresueltos.
Con su mesianismo providencial, Zapatero se marc¨® una ambiciosa agenda dif¨ªcilmente realizable, que en la pr¨¢ctica implicaba recaer en el vicio de la "hipertrofia legislativa" (como lo denomina cr¨ªticamente Francisco Laporta), creadora de una grave inseguridad jur¨ªdica. De las m¨²ltiples leyes aprobadas, algunas son beneficiosas (como la reforma del divorcio), otras discutibles (como la prohibici¨®n del tabaco) y tambi¨¦n las hay pol¨¦micas (como la reforma en curso del Estatut catal¨¢n, que acelera la desordenada fragmentaci¨®n del poder territorial). Tambi¨¦n hay flagrantes carencias, como la doble reforma laboral e inmobiliaria que tan urgente resulta para desbloquear la emancipaci¨®n de las mujeres y los j¨®venes. Pero lo peor de todo es quiz¨¢ la falta de direcci¨®n y liderazgo, que impide alcanzar el consenso pol¨ªtico que resulta necesario para que tales reformas sean viables. Y es que hasta ahora Zapatero gobierna como un fun¨¢mbulo, obligado a hacer equilibrios en la cuerda floja que tensan en direcciones opuestas Mas y Carod, Otegi y Rajoy. Un funambulismo que deber¨ªa sujetarse a un dise?o estrat¨¦gico de mayor visi¨®n.
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