Una bomba de relojer¨ªa para la derecha
El viernes, como quien no quiere la cosa, el Gobierno filtr¨® el nombre de qui¨¦n hab¨ªa desarrollado, a modo de cient¨ªfico en su laboratorio, el Contrato de Primer Empleo (CPE), el artefacto legal que le ha explotado en las manos al primer ministro franc¨¦s, Dominique de Villepin: un simple funcionario sin ambiciones pol¨ªticas. Era una manera de admitir que no se trataba de una brillante idea del primer ministro, sino de una medida de segundo nivel dise?ada para los j¨®venes m¨¢s desfavorecidos. Era tambi¨¦n la evidencia de que en el Hotel de Matignon, sede del Ejecutivo, empieza a corroer la duda y que no se ve una salida a esta crisis.
Conforme se desarrolla la crisis se hace m¨¢s claro que Villepin nunca calibr¨® las consecuencias. En oto?o introdujo un contrato similar destinado a los parados que encontraban trabajo en empresas de menos de 20 empleados, con un periodo de prueba tambi¨¦n de dos a?os. Hubo alguna protesta, pero se apagaron.
El Ejecutivo esperaba ahora mostrar los beneficios de aquel contrato. Pero al precarizar el trabajo de los j¨®venes estaba precarizando a toda la sociedad, dinamitando la proyecci¨®n hacia el futuro del modelo social franc¨¦s. Una encuesta de Lib¨¦ration indica que un 71% cree que la batalla contra el CPE "es una crisis social profunda que puede tomar grandes dimensiones". La popularidad del primer ministro est¨¢ en ca¨ªda libre; el 61% de los franceses est¨¢ descontento de su labor, seg¨²n un sondeo de Le Journal du Dimanche, y el 46% le considera "demasiado autoritario", seg¨²n Le Parisien.
Si se rinde y retira el CPE ser¨¢ porque "considere que su misi¨®n ha terminado", como indicaban ayer fuentes de su partido. Pesa mucho el recuerdo de la dimisi¨®n de Edouard Balladur en 1994, cuando las protestas de la calle le forzaron a retirar un pol¨¦mico contrato, tambi¨¦n para j¨®venes.
El gran beneficiado, en el campo de la derecha, deber¨ªa ser su gran rival, el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que ver¨ªa as¨ª c¨®mo se hunde el candidato de Jacques Chirac y se le abre el camino a la candidatura presidencial del a?o que viene. Pero no es el caso. Entre los sarkozystas hay el temor de que la ca¨ªda de Villepin le arrastre consigo o que Chirac le d¨¦ el regalo envenenado de la jefatura del Gobierno. Por eso, la consigna de los suyos es: "Que pongan a Mich¨¨le Alliot-Marie [ministra de Defensa]", la ¨²ltima chiraquista.
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