Naturaleza y cultura
?Evocan estos conceptos dos realidades no s¨®lo distintas, sino tambi¨¦n opuestas? Naturaleza es lo que, en principio, ha existido sin intervenci¨®n ajena: es el mundo con sus tierras y mares, sus lagos y r¨ªos, sus plantas y animales, sus monta?as, bosques y selvas; es, en suma, la pasmosa variedad de realidades y seres con los que se han topado los humanos desde que vieron la luz en este planeta.
Cultura es, en cambio, como su etimolog¨ªa lo se?ala, concepto y asimismo realidad que se deriva de la acci¨®n de los humanos: ¨¦stos, desde hace varios miles de a?os, empezaron a cultivar la tierra. Apareci¨® as¨ª la agri-cultura. La palabra cultura adquiri¨® despu¨¦s connotaciones metaf¨®ricas; abarc¨® todo lo que el hombre, no ya s¨®lo cultivando la tierra, ha transformado en su propio provecho. Al obrar as¨ª, se modifica ¨¦l a s¨ª mismo, -se cultiva- hace suyo y transmite lo que tiene por bueno.
Las primeras manifestaciones de cultura surgieron con la aparici¨®n del hombre en la tierra. Comenz¨® ¨¦ste a actuar sobre la naturaleza para aprovechar lo que en ella exist¨ªa. En los comienzos, los humanos no fueron muy numerosos. Esparci¨¦ndose a lo largo y ancho de la superficie terrestre, sus formas de actuar con la naturaleza, sus modos de transmitir sus conocimientos a sus descendientes, sus lenguas y visiones del mundo, sus creencias y pr¨¢cticas religiosas, se fueron diversificando.
La posibilidad de desarrollarse y transformar el entorno en provecho propio es uno de los principales atributos de los humanos en cuanto creadores de cultura. Recordemos algunos de los pasos que se han dado: asentamientos cada vez m¨¢s grandes, urbanismo, nacimiento de estados, mejores sistemas de comunicaci¨®n, industrializaci¨®n, descubrimiento de nuevos recursos y nuevas t¨¦cnicas para aprovecharlos, adquisici¨®n de capacidades para imponerse a otros, logros extraordinarios en el conocimiento del cuerpo humano, sus padecimientos y sus remedios, descubrimiento del genoma humano, globalizaci¨®n y tantas cosas m¨¢s.
Fil¨®sofos, historiadores, antrop¨®logos, bi¨®logos, soci¨®logos y otros se han afanado buscando comprender lo que ha sido el desarrollo de la humanidad. Primero se enmarc¨® ese saber en funci¨®n de los mitos y las creencias religiosas. Despu¨¦s se busc¨® el camino de la ciencia. Volvamos la mirada a hombres como Juan Bautista Vico con su Ciencia Nueva, que se?al¨® distintas edades: la de los dioses, la de los h¨¦roes y la de los hombres. Pensemos en Augusto Comte y en su concepci¨®n positivista que va desde los mitos y las creencias religiosas hasta alcanzar el estadio de la raz¨®n y la ciencia.
El elenco incluye a Karl Marx y a otros como Oswald Spengler y Arnold Toynbee, hasta llegar al se?or Francis Fukuyama, que crey¨® que el ciclo pod¨ªa ya cerrarse con un pretendido feliz t¨¦rmino de la historia.
Ahora bien, si la cultura se desarrolla en el ¨¢mbito de la naturaleza, ?c¨®mo se ha comportado con ¨¦sta a lo largo de los milenios? Hace a?os propuse un t¨¦rmino para connotar el meollo de la acci¨®n humana en relaci¨®n con la naturaleza. Ese t¨¦rmino es ¨¦cosis. Derivado de la voz griega oik¨ªa, que significa "casa", guarda estrecha relaci¨®n con ecolog¨ªa. S¨®lo que esta ¨²ltima palabra denota la ciencia, el saber acerca de la ¨¦cosis. En cambio ¨¦cosis es un sustantivo verbal que vale tanto como la acci¨®n de hacer la casa. Tuc¨ªdides lo emple¨® en su Historia de la guerra del Peloponeso para describir la acci¨®n de grupos de griegos que colonizan un lugar determinado.
El significado de ¨¦cosis comprende todo aquello que se produce cuando grupos humanos establecen contacto continuado con un medio ambiente y, en tanto que, con prop¨®sitos determinados, ejercen su acci¨®n sobre ¨¦l, se ven afectados por el mismo.
A medida que la poblaci¨®n del planeta se ha incrementado hasta sobrepasar hoy los seis mil millones de personas, la tierra ha sido objeto de innumerables ¨¦cosis. ?stas no s¨®lo se conciben como asentamientos y acciones para construir el propio h¨¢bitat, sino que implican todo g¨¦nero de actuaciones para explotar los recursos que all¨ª existen. La consecuencia ha sido que la naturaleza ha estado siendo modificada de m¨²ltiples maneras. Los humanos hemos talado bosques y selvas, desviado r¨ªos, perforado minas, extra¨ªdo minerales, entre otras cosas, petr¨®leo; hemos abierto caminos e instalado f¨¢bricas para producir una gama enorme de productos. Hoy existen ¨¦cosis que han dado lugar a megal¨®polis impresionantes. En ellas, la contaminaci¨®n es veneno que mata. Hemos saturado al planeta de motores de combusti¨®n interna, hay cientos de millones de autom¨®viles que emiten gases, hemos contaminado con plantas generadoras de energ¨ªa, incluyendo las nucleares. El resultado no ha sido el esperado y deseado. En un af¨¢n incontenible de apropiaci¨®n de lo que existe en la naturaleza, la hemos vulnerado. Ella est¨¢ hoy no s¨®lo amenazada, sino herida de muchas formas. M¨¢s que un di¨¢logo entre naturaleza y cultura parece que hemos hecho realidad un enfrentamiento entre ellas. La naturaleza, cual si hablara, nos lo est¨¢ advirtiendo. En algunos pa¨ªses se ha dado ya la voz de alarma. Lo que se expres¨® en el Protocolo de Kioto y en otros lugares y tiempos es una muestra de ello. Pero hay pa¨ªses como los Estados Unidos de Norteam¨¦rica que no aceptan suscribir tratados multilaterales que propicien otras formas de di¨¢logo con la naturaleza. Sus intereses econ¨®micos prevalecen por encima de las amenazas y los peligros.
?Ad¨®nde vamos los terr¨ªcolas? Cada vez somos m¨¢s numerosos y, con nuestras t¨¦cnicas, m¨¢s depredadores. Millones y millones ni siquiera tienen conciencia de lo que est¨¢ ocurriendo. S¨®lo buscan mejorar un poco su afligida existencia. Se lanzan a la aventura de las migraciones. ?Es ¨¦ste el camino para resolver el drama de las tremendas desigualdades econ¨®micas?
La humanidad, con sus fabulosos desarrollos t¨¦cnicos y cient¨ªficos, parece olvidarse de los valores humanos. Hay pa¨ªses que no s¨®lo contin¨²an vulnerando a la naturaleza de modo desenfrenado para incrementar sus recursos, sino que agreden paralelamente a otros pueblos para apoderarse de lo que les pertenece. En la gran mayor¨ªa de las guerras la ambici¨®n econ¨®mica es el motor que las atiza. Pensemos tan s¨®lo en el caso de Irak.
?Estamos acaso aletargados los humanos o es que la ambici¨®n nos tiene cegados? Al ritmo que vamos, ?cu¨¢ntos siglos o a?os podemos esperar que perdure nuestro planeta? Naturaleza y cultura, dos realidades que deben estar en di¨¢logo y complementarse, hoy est¨¢n enfrentadas brutalmente cual si se buscara adelantar el colapso del planeta, lo que aprendimos de chicos acerca del fin del mundo.
Miguel Le¨®n-Portilla es antrop¨®logo e historiador mexicano.
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