Tom Dixon y el 'Rolls Royce' de los vibradores
?Han estado ustedes alguna vez dentro de una botella de ginebra? Aunque sea metaf¨®ricamente, claro. Un servidor pudo experimentar algo parecido el pasado jueves por la noche y les aseguro que la sensaci¨®n fue agradable. Se celebraba en Barcelona la final nacional del V concurso de dise?o de copas de c¨®ctel, que organizan la Fundaci¨®n Bombay Sapphire y el ADI-FAD, y se escogi¨® para la ocasi¨®n el Palauet, ese edificio frente a los Jardinets de Gr¨¤cia, otrora conocido como casa Bonaventura Ferrer. Reformada para eventos de empresas modern¨ªsimas, la casa dispone de unos efectos de iluminaci¨®n que los organizadores aprovecharon al m¨¢ximo: la fachada y el interior quedaron te?idos de una intensa luz azulada, cuya tonalidad reproduc¨ªa exactamente la de la botella de Bombay Sapphire. Una vez en el interior de la botella, las volutas y adornos modernistas de la casa, las vidrieras y la portentosa escalinata de madera, quedaban sumergidos en una luz lunar y fr¨ªa, como una aleaci¨®n futurista del modernismo y el metacrilato de los ochenta. El toque de color lo daban las pantallas de plasma que colgaban por todas partes y un aroma dulz¨®n en el aire: en las barras se preparaban ya los c¨®cteles.
La reuni¨®n en el palacete ten¨ªa dos argumentos centrales. Por una parte, entregar los premios a los tres ganadores espa?oles del concurso, que pasar¨¢n a la gran final en todo el mundo, y por otra escuchar una conferencia de Tom Dixon, dise?ador industrial y uno de los gur¨²s planetarios en la cosa del dise?o. Antes de la conferencia, mientras deambulaban por la casa azul, los asistentes sal¨ªan a la terraza para contemplar los 10 proyectos de copa seleccionados. ?C¨®mo mejorar una copa de c¨®ctel que ya es perfecta?, nos pregunt¨¢bamos todos. Tomarse un dry martini en algo que no sea esa copa c¨®nica, llena hasta el borde de la piscina, a m¨¢s de uno le parecer¨¢ un sacrilegio. La copa Martini es ya un icono en todo el mundo. Cuentan, por ejemplo, que Alfred Hitchcock removi¨® cielo y tierra hasta dar con el modelo ideal. Buscaba la copa de dry martini m¨¢s bella para ponerla en las manos de Tippi Hedren en Los p¨¢jaros. Al final escogi¨® el modelo que Goran Hongell realiz¨® para el bar del Ritz de Londres.
?C¨®mo degustar, pues, un buen dry sin sentir el peso de esta tradici¨®n? Los 10 finalistas parec¨ªan tenerlo m¨¢s o menos claro: hay que utilizar la tradici¨®n, s¨ª, pero sin que constituya un peso muerto, sino una motivaci¨®n. En esa tesitura se encontraba la copa Ef¨ªmero, dise?ada para verter peque?as formas de hielo dentro del c¨®ctel. O bien Equilebrio, una copa con esa forma desajustada que parecen tener las cosas cuando ya llevas algunas copas encima. El segundo premio fue para Goutte (dass du hier bist), una copa allanada donde la aceituna del dry obtiene un trono de reina. El jurado decidi¨® que el primer premio se lo llevara Come to Bombay planet: la copa, digamos, m¨¢s marciana, con unos pies de resonancias ufol¨®gicas -parec¨ªa salida de la pel¨ªcula Mars Attacks!
Antes de entregar los premios, sin embargo, la estrella de la velada fue el dise?ador brit¨¢nico Tom Dixon. Dixon, nacido en 1959, ha trabajado durante muchos a?os como director creativo de la marca Habitat. Sus objetos se venden en medio mundo. Acompa?¨¢ndose de im¨¢genes, Dixon dedic¨® media hora a repasar su carrera y demostr¨® mucho sentido del humor, una buena dosis de autoiron¨ªa y una irrefrenable propensi¨®n a ser el centro del cotarro. Empez¨® contando su peculiar entrada en el dise?o industrial, a trav¨¦s de la restauraci¨®n de viejos autom¨®viles. De ah¨ª naci¨® su inter¨¦s por las t¨¦cnicas de fabricaci¨®n y los materiales, y pronto se puso a crear sillas. Molde¨® el pl¨¢stico. Se fue a Italia y trabaj¨® para empresas de lujo como Cappellini. De ah¨ª a Habitat y, al cabo de unos a?os, a su asociaci¨®n con los finalndeses Artek. "Esta es", cont¨® Dixon, "la ¨²ltima marca modernista que queda en Europa. Siguen trabajando los muebles de la misma forma que lo hac¨ªan en 1935. Son car¨ªsimos, por supuesto". Junto a Artek cre¨® su propia marca: "Intent¨¦ redescubrirme creando mi nombre como marca. Soy Tom Dixon, pero s¨®lo soy una parte de la marca Tom Dixon. ?Complicado, eh?".
En las pantallas de plasma, las im¨¢genes corroboraban las palabras de Dixon. Pudimos contemplar su proyecto de l¨¢mpara invisible, por ejemplo, una esfera cromada que puede comprarse en los Habitat de Barcelona. Gracias a las im¨¢genes comprendimos mejor uno de sus ¨²ltimos proyectos: el dise?o de vibradores. Cuando entr¨® en el proyecto, se fij¨® en una primera estad¨ªstica: el 70% de las mujeres encuentran que las formas de los dildos o vibradores son feas, cuando no repugnantes. Se trataba, pues, de convertir el dildo en una joya, una escultura con un buen motor: "Quer¨ªa hacer el Rolls Royce de los vibradores brit¨¢nicos". La versi¨®n final, en efecto, era una peque?a escultura de metal noble, como un Henry Moore de bolsillo. A mi lado, una se?ora vio la imagen y susurr¨®: "Es muy bonito, pero parece demasiado fr¨ªo". Tras la entrega de premios, fue la hora de los c¨®cteles. En el Palauet, los dise?adores con suerte pudieron pillar su dry martini y lo bebieron con esa indolencia estudiada de todos los dise?adores del mundo. Era lo opuesto al botell¨®n.
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