Triunfo de todos
Al escribir este art¨ªculo tras o¨ªr la noticia de la tregua permanente declarada por ETA, dud¨¦ entre tres posibles t¨ªtulos: el que tiene; el que opon¨ªa al "Triunfo de todos" el de "Victoria total"; el de "Vencedores y vencidos". La optimista preferencia por el primero no excluye utilizar los otros dos.
El "Triunfo de todos" es, a mi juicio, el m¨¢s exacto, porque lo que la declaraci¨®n de tregua permite esperar, esto es, el cese de todo tipo de violencia, desde el crimen a la amenaza pasando por la extorsi¨®n, es lo mejor que puede ocurrirnos a los espa?oles. Benem¨¦ritos de la patria, como en tiempos heroicos se dec¨ªa, debieran ser proclamados quienes a ello han contribuido. Quienes merced a ello y a partir de hoy sientan m¨¢s seguros sus personas y bienes, la ciudadan¨ªa de a pie que ha padecido la violencia y no ha obtenido de ella ning¨²n tipo de r¨¦dito indirecto, ser¨¢ quien mejor valore las ventajas de la paz y con mayor acierto atribuya los m¨¦ritos de la misma. Pero el triunfo es de todos.
Primero, sin duda, del Gobierno y de su presidente, cuyo coraje personal e intuici¨®n pol¨ªtica supo aprovechar la ocasi¨®n propicia para establecer el clima y las condiciones que han hecho posible la tregua y lo que el cese de la violencia permitir¨¢, el avance por las v¨ªas de la pacificaci¨®n de la sociedad vasca y de la normalizaci¨®n ampliamente consensuada de sus instituciones. El haberlo hecho sin los apoyos que podr¨ªan haberse presumido y en medio de campa?as en contra orquestadas desde muy diferentes sectores, ocasionales compa?eros en la tarea de impedir el ¨¦xito de la empresa, la hace m¨¢s meritoria y acreedora, en estos tiempos cr¨ªticos, de apoyo responsable por parte de las instituciones, los partidos, los medios de comunicaci¨®n y la ciudadan¨ªa. No hacerlo ser¨ªa suicida para unos a la corta, para todos despu¨¦s. Triunfo de cuantas fuerzas pol¨ªticas tuvieron la clarividencia y generosidad de apoyar tal pol¨ªtica en el Congreso de los Diputados. Triunfo para toda la ciudadan¨ªa, y en especial para la vasca, que puede, a partir de ahora, recuperar esa "tranquilidad de ¨¢nimo que proviene de la conciencia que cada uno tiene de su seguridad". Triunfo, incluso, para quienes as¨ª muestran su opci¨®n en pro de la convivencia pac¨ªfica, por conflictiva que ¨¦sta resulte y dif¨ªcil de conseguir y por las v¨ªas democr¨¢ticas y legales para desarrollarla. As¨ª es como de verdad se sirve a la voluntad de un pueblo sediento de paz y se abre el camino para que se exprese libremente. Volver atr¨¢s supondr¨ªa perder, tal vez para siempre, el camino. A tantos y tan varios, a todos alcanza el triunfo.
?Por qu¨¦ entonces oponer a ¨¦ste, al "Triunfo de todos", la "Victoria total"? Porque, al menos desde Rousseau, la totalidad, disfrazada de generalidad, no incluye a todos, sino que se impone a algunos de ellos -unos "algunos" con frecuencia, aunque minoritarios, muchos-. La victoria total, que ciertos sectores no dejan de proponer como ¨²nica alternativa leg¨ªtima, supone el que una parte del conflicto, armada de toda la raz¨®n, imponga sus soluciones a la o a las otras partes a quienes somete en vez de integrar o trata de integrar despu¨¦s de triturarlas. Los motivos que dieron lugar al conflicto se niegan y dan as¨ª por resueltos y de las secuelas del mismo s¨®lo se atienden a las que se considera participan de la propia soluci¨®n. Por ello, la victoria total y absoluta impide el triunfo relativo pero, por real, satisfactorio para todos. La victoria total se asemeja mucho a la soluci¨®n final, y como ella responde a una racionalidad que, por ser abstracta, se considera pura y se comporta como mec¨¢nica.
Pero la experiencia muestra lo estrechos que son los l¨ªmites de tal racionalidad supuestamente pura, a la hora de entender la historia y dar cuenta de sus conflictos. Esa misma experiencia que ense?a las ventajas de un razonar diferente. Un razonar por vital atento a los elementos singulares, temporales y afectivos que integran y laten en el conflicto. Una raz¨®n, por ello, m¨¢s piadosa que vindicativa, m¨¢s dial¨®gica que dial¨¦ctica. Una raz¨®n m¨¢s dispuesta a la amnesia cuando el olvido facilita la convivencia, que ciega para ver la realidad, como la iconograf¨ªa cl¨¢sica representa a la justicia, haciendo virtud de lo que s¨®lo es limitaci¨®n.
Pese a pretenderse racional, la victoria total se nutre de categor¨ªas metaf¨ªsicas, apenas secularizadas y que, utilizadas de tejas abajo -sin gracia, en ning¨²n sentido del t¨¦rmino-, son harto disfuncionales. Tales las exigencias de arrepentimiento, perd¨®n o penitencia, de cuya dram¨¢tica esterilidad dio buena prueba nuestra inmediata posguerra civil. El triunfo de todos, por su parte, ha de basarse en categor¨ªas m¨¢s ligeras y positivas, tales como di¨¢logo, negociaci¨®n, compensaciones, remisi¨®n de penas, reinserci¨®n, nuevas y sugestivas metas capaces de movilizar el quehacer colectivo. ?Son ¨¦stos precios a pagar? Prefiero contemplarlos como objetivos a conseguir, en s¨ª mismos valiosos. Y en lugar de exigir declaraciones de principios, dif¨ªciles de articular porque las palabras tienen ecos profundos en los abismos del afecto, prefiere actitudes. La m¨¢s contundente de las renuncias a la violencia es dejar definitivamente de ejercerla y las exigencias ret¨®ricas adicionales no a?aden m¨¢s que dificultades. Y no es menos inconveniente la sustituci¨®n de la violencia o la amenaza por palabras o gestos imprudentes que se complacen en reabrir, cuando no de infestar, heridas a¨²n muy recientes. ?Por qu¨¦ entonces hablar de "Vencedores y vencidos" si, por la declaraci¨®n de tregua, nadie debe sentirse derrotado, si, al contrario, en el triunfo que ya supone la tregua y que la paz anuncia pueden participar cuantos tengan un m¨ªnimo de buena voluntad? Porque, sin duda, los hay o, m¨¢s exactamente, los habr¨¢ cuando se consolide la paz.
Se sienten vencidos los irreductibles que necesitan de la continuidad de la violencia, ya para vivir, ya para no creerse muertos; los que alardean de los hechos cuyo mejor destino es ser olvidados; los que quieren la violencia para ocultar el conflicto pol¨ªtico que yace, no tras, sino al margen de ella, y obviar as¨ª el abordarlo y resolverlo; los que no quieren que llegue la paz porque no fueron capaces de conseguirla cuando tuvieron la ocasi¨®n de hacerlo y prefieren que no se obtenga si no son ellos los autores; los que prefieren cualquier terror a que un adversario con "fortuna", en el sentido cl¨¢sico del t¨¦rmino, pueda leg¨ªtimamente capitalizar el ¨¦xito pol¨ªtico que supone ponerle fin.
A todos ¨¦stos, los espa?oles, vascos y no vascos, hemos de exigirles que no rompan la esperanza, que no descalifiquen la ocasi¨®n; que, por una vez, sepan someter instintos y apetencias, nostalgias, rencores y mezquinas estrategias sin otro horizonte que el propio partido o la inmediata elecci¨®n, a la consecuci¨®n de un objetivo capaz de afectar a todos y para mucho tiempo: la pacificaci¨®n. Ah¨ª se juegan vidas y haciendas, la seguridad de hoy y el bienestar de ma?ana, la misma voluntad de vivir juntos que integra el Estado. En servirlo, por encima de opciones pol¨ªticas y pasiones personales, radica el verdadero patriotismo.
Miguel Herrero de Mi?¨®n es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas.
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