Sarao de trincones
Ha sido, todo a un tiempo, pasmoso, ilustrativo y deprimente o divertido, seg¨²n como se mire. Nos referimos a los sucesos acaecidos en torno a la contrata municipal para la recogida de basuras en Orihuela. Y no tanto por la presunta alcaldada que se coc¨ªa, beneficiando arbitrariamente a uno de los licitantes, como por el universo de corrupci¨®n que emerge a prop¨®sito de ese tr¨¢mite y que ha quedado ins¨®litamente grabado en audio y en v¨ªdeo. Incluso se anuncia la aparici¨®n de nuevas cintas inculpatorias de personajes notables de la comarca. La Vega Baja y su capital van a seguir siendo, pues, el v¨®rtice de la corrupci¨®n en la Comunidad Valenciana mientras que el PP, partido que gobierna tambi¨¦n la mentada ciudad diocesana, se llama a andana.
Damos por convenido que el lector est¨¢ al cabo de la calle, cuanto menos de los trazos b¨¢sicos de este episodio, que puede resumirse en el enfado, previsi¨®n y venganza de un empresario ante el riesgo cierto de perder la adjudicaci¨®n del servicio de limpieza, que ya viene desempe?ando en circunstancias legales m¨¢s que dudosas. Puesto en el brete, el aludido tira de la manta y le sonsaca a un concejal los muchos millones que al parecer iban a repartirse los ediles comprometidos en la trastada. La conversaci¨®n, larga y pormenorizada -que en la medida que valga es ya un documento- constituye un testimonio de la podredumbre que abunda, alentada a menudo por la venalidad de algunos -?o ser¨¢n muchos?- pol¨ªticos y el desmadre inmobiliario.
Los personajes de este esperpento son numerosos, con el inefable Jos¨¦ Manuel Medina, el primer edil de la ciudad, al fondo. Pero a efectos medi¨¢ticos e ilustrativos, los principales son ?ngel Fenoll, un hombre crecido econ¨®micamente a la sombra del PP, y el disidente de este partido, Jes¨²s Ferr¨¢ndez, que ahora preside el Centro Liberal. Ambos, peritos en entretelas y con una densa hoja de servicios a las siglas gobernantes. Aquel, incluso se comi¨® un marr¨®n penal cuando proporcion¨® una coartada al ex regidor Luis Fernando Cartagena. Quienes tienen motivo para conocerle no le recomiendan como adversario, y menos como enemigo.
El liberal de nuevo cu?o es un trasunto del inevitable par¨¢sito partidario con vocaci¨®n de mangoneador, como tiene declarado m¨¢s o menos festivamente. Quien haya tenido la paciencia de leerse las peroratas de estos individuos, grabadas y divulgadas, al punto concluye que tambi¨¦n es un ingenuo, adem¨¢s de soez. Pero su candidez tiene la ventaja de proyectarnos sin veladuras el fabuloso agio y traj¨ªn de venalidades que se arremolina en torno a los famosos PAI, los planes de actuaci¨®n urbana, que en esa zona -y en otras, obviamente- han movido cifras multimillonarias. "30.000 millones de pesetas que es lo que est¨¢n ganando estos (y aqu¨ª un exabrupto)", exclama en un momento el veleidoso concejal.
De esta historia se desprenden, a nuestro juicio, dos preguntas capitales. La primera alude al protagonista, al empresario acusador y desairado. ?Por qu¨¦ rompe la baraja ahora y de esta manera? Desde este momento no habr¨¢ quien le dirija la palabra ni le ofrezca un medro sin el temor de sentirse en la onda de un magnetof¨®n o filmadora. La derecha, todo sea dicho, tiene propensi¨®n a valerse por estos pagos de estos ardides de esp¨ªas y polic¨ªas. Confiemos en que el patr¨®n que nos ocupa se redima -o se vengue- entregando todo ese material acusatorio a la fiscal¨ªa, tan desbordada por la faena. Y otra cuesti¨®n: ?a qu¨¦ espera el presidente Francisco Camps para afrontar el esc¨¢ndalo? Igual cree, como ha declarado su consejero portavoz, tan desarmado -dicho sea con indulgencia-, que el asunto no les concierne porque los involucrados, los arriba glosados, no tienen carn¨¦ del partido.
No ha de extra?arnos que en este paisaje aluvial de "pelotazos" y sarao de trincones los dedos se nos tornen hu¨¦spedes y en toda compra de terrenos se perciban visos sospechosos. Tal como ha ocurrido con la finca adquirida en el t¨¦rmino de Alcoi por el subsecretario de la Consejer¨ªa de Territorio. Aunque la operaci¨®n sea m¨¢s legal que el mismo C¨®digo Civil, no dejar¨¢ de levantar suspicacias. No ya por el precio o el imprevisto proyecto de un campo de golf en su vecindad. Simplemente porque la desconfianza y el privilegio, cuando no el abuso, es el clima que, acaso a su pesar, fomente la pol¨ªtica urban¨ªstica que desarrolla la Generalitat. Lo que pasa en la Vega Baja solo es su colmo.
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