Sefard¨ªes
He le¨ªdo con mucho inter¨¦s el art¨ªculo de Esther Bendah¨¢n (EL PA?S, 29-III-06) en el que narra el encuentro, tan positivo para ambas partes, entre los sefard¨ªes del norte de Marruecos y los espa?oles que se hicieron cargo de esa zona durante el periodo del Protectorado. Se trata de un episodio de nuestra historia contempor¨¢nea poco conocido y que, como demuestra este art¨ªculo, tuvo tambi¨¦n aspectos que deber¨ªan ser motivo de orgullo para un pa¨ªs como el nuestro, tan dado a hurgar en sus propias heridas.
El art¨ªculo me ha servido para responder a una pregunta que me planteaba cada vez que visitaba el cementerio jud¨ªo de la peque?a y preciosa ciudad de Arcila, donde he tenido el placer de veranear varios a?os. Esta localidad del norte de Marruecos guarda una profunda huella bastante evidente de su pasado espa?ol (incluso viven en ella todav¨ªa compatriotas que, tras el final del Protectorado, decidieron permanecer en un lugar que consideran su tierra).
En el cementerio jud¨ªo (lamentablemente, muy abandonado, seg¨²n recuerdo) descubr¨ª un epitafio escrito en castellano sobre la tumba de una muchacha, que me emocion¨® y que transcrib¨ª en mi cuaderno para ense?arlo a mis amigos y para evitar en lo posible su fatal desaparici¨®n. Dec¨ªa: "Amargada y desesperada, se dej¨® abandonar por sus [sic] infortunio y joven a¨²n se dej¨® arrebatar [sic] su alma". Ahora ya s¨¦ por qu¨¦ estaba escrito en espa?ol y no en hebreo o ¨¢rabe. Es una l¨¢stima que no hayamos sabido preservar nuestra presencia cultural y ling¨¹¨ªstica en la zona del antiguo Protectorado, con lo que eso hubiera facilitado el entendimiento, que tanta falta nos hace, con los vecinos del sur.
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