Ansiedad por el terrible 'pav¨¦s'
Flecha muestra sus ilusiones ante su 'semana santa', que comienza hoy en territorio flamenco
A Juan Antonio Flecha, optimista irremediable, no le caus¨® pavor que le mirara un tuerto. M¨¢s bien, todo lo contrario.
-"Estaba con Horrillo, subiendo el Tenbosse, echando el bofe por la parte m¨¢s dura, la del 9%, cuando veo en la acera a un se?or mayor, pero muy mayor, que se me queda mirando, que me se?ala con el dedo y me clava el ojo, y nunca mejor dicho porque era tuerto, y cuando paso a su lado grita: '?Flecha!".
Lo cuenta Flecha con una satisfacci¨®n que no puede esconder, con una alegr¨ªa entreverada de excitaci¨®n que le hace removerse bajo el edred¨®n, intentando mil posturas sobre la cama, buscando la mejor forma de contemplar las im¨¢genes del DVD que gira en su ordenador port¨¢til.
"?Mira, mira!", le grita, m¨¢s que le dice, a su compa?ero de habitaci¨®n, a un Pedro Horrillo que se contorsiona en el suelo, sobre la moqueta, en estiramientos flexibles. "Mira, Pedrete", le exige Flecha; "mira c¨®mo suben el Muro; c¨®mo todos toman la curva por fuera, que por el interior es imposible; mira a Bartoli, qu¨¦ clase, y a De Vlaeminck, qu¨¦ grande, y mira aqu¨ª a Van Hooydonck, qu¨¦ cadencia incre¨ªble en el Bosberg. Nadie lo ha subido como ¨¦l. Es imposible. Y mira el Koppenberg, c¨®mo todos lo suben por el canal¨®n, por el centro, con los adoquines mojados, es imposible; mira, mira, qu¨¦ ca¨ªdas, venga, a las bo?igas. Todos lo tienen que subir a pie, como un ciclocross. Todos menos Maertens y De Vlaeminck, que han pasado los primeros y ya se han ido..."
El cerebro de Flecha es, a estas horas, v¨ªsperas del Tour de Flandes, v¨ªsperas de su semana santa, una pastilla efervescente que ha encontrado un vaso de agua. Es en este territorio flamenco, en esta tierra de campesinos orgullosos, en estas carreras que se corren por caminos rurales, sobre el viejo pav¨¦s (adoquinado) con el que se pavimentaron las absurdas pendientes -en algunos montes del recorrido, en el santuario del Muro de Grammont, en el terrible Koppenberg, cuyo s¨®lo nombre desata un miedo at¨¢vico en el pelot¨®n, la pendiente llega al 20%- para que no patinaran las ruedas de las carretas de los agricultores. Es en estas comarcas, el ¨²nico lugar en el que uno pude sentirse orgulloso de que un campesino tuerto pueda reconocerlo, en donde Flecha, de 28 a?os, ha encontrado su espacio de libertad. Hoy es el Tour de Flandes, uno de los monumentos del ciclismo, y el mi¨¦rcoles la Gante-Wevelgem, la carrera que debi¨® haber ganado el a?o pasado si coches y motos no hubieran ayudado a Nico Mattan, y el domingo, la Par¨ªs-Roubaix, el infierno del Norte, donde termin¨® tercero en 2005, tras el imbatible Tom Boonen y George Hincapi¨¦.
"Pero la carrera m¨¢s complicada de todas es el Tour de Flandes", dice Flecha, el ciclista con un GPS en la cabeza, un instinto y un conocimiento que le impiden perderse en el laberinto de cuestas, curvas, idas y venidas de Flandes. "Es la carrera que con m¨¢s ansiedad afronto. Ni siquiera Boonen, el gran favorito, el ganador del a?o pasado, tiene seguro que vaya a ganar..."
A la ma?ana siguiente, en el desayuno, Vicente Reyn¨¦s, un valent¨®n mallorqu¨ªn del Caisse d'?pargne, mira melanc¨®lico, solitario, el cielo nublado, las banderas tensas por el viento, a trav¨¦s de los cristales. Lleva tres d¨ªas en Gante. Va a debutar en Flandes. Siente la excitaci¨®n en su interior. La ilusi¨®n. El miedo. "Jo, estuve ayer en el Koppenberg. Lo intent¨¦ subir tres veces y ninguna pude sin bajarme de la bici". Una mesa m¨¢s all¨¢, tranquilo, silencioso, desayuna, con una mano bajo la mesa como los ni?os en el colegio, Boonen. Dios en belga. Se levanta y charla un rato, bromea, con los inseparables Horrillo y Flecha. "Nos ha estado hablando de los tres asnos que tiene en su casa", dice Flecha.
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