El ¨²ltimo mito vivo del cine es un chimpanc¨¦
A los 74 a?os y despu¨¦s de 12 pel¨ªculas, el compa?ero de Tarz¨¢n recibir¨¢ en Espa?a su primer premio
Sopla el viento del desierto y las palmeras se agitan en Palm Springs, el legendario lugar de retiro de las estrellas de Hollywood. Chita sale del chalet enrejado en el que vive y sus ojos se iluminan. "?No habr¨¢ ning¨²n ni?o volviendo del colegio por la calle, no?", pregunta, preocupado, Dan Westfall, su cuidador, de 62 a?os. No. Son las tres de la tarde, y todav¨ªa no. Un peque?o coche autom¨¢tico de esos que se usan en los campos de golf est¨¢ aparcado frente a la puerta y Chita no duda ni un segundo, sube y se sienta en el puesto del copiloto. "Pon tu cara graciosa, pon tu cara graciosa", le pide el cuidador, habl¨¢ndole como quien habla a un ni?o un poco tonto. Chita le mira de medio lado, se resigna, y despliega su famosa sonrisa con los labios para afuera, dejando al descubierto su amarilleada dentadura. Ante todo, profesionalidad. Es una estrella y est¨¢ posando para la c¨¢mara. Eso s¨ª, malditas las ganas que tiene de seguir haciendo moner¨ªas a sus 73 a?os.
Si se pronunciaba 'Cheeta', en espa?ol sonaba a femenino, as¨ª que en el mundo hispano se le llam¨® mona, pero es mono, y su personaje, masculino
Ya no fuma ni bebe. Antes le daban de vez en cuando un vaso de whisky antes de ir a dormir, un cigarro de tarde en tarde y una cerveza
Ya quedan pocos mitos vivientes en Palm Springs, ciudad que queda a dos horas de Los ?ngeles. Por sus anchas avenidas conduc¨ªan descapotables en los a?os cincuenta Frank Sinatra, Bob Hope, Kim Novak, los Reagan. Permanecen las palmeras al viento, los casinos, los grandes hoteles. Pero las viejas glorias desaparecieron. Conserva su casa Barry Manilow, s¨ª, el legendario compositor de aquel c¨¦lebre Copacabana. Y en la misma calle vive Chita, el chimpanc¨¦ que le dejaba la choza echa unos zorros al imperturbable Johnny Weissmuller, el Tarz¨¢n de las pel¨ªculas en blanco y negro. En abril de 2001 recibi¨® el diploma Guinness al chimpanc¨¦ m¨¢s longevo del mundo. El pr¨®ximo domingo cumple 74 a?os. Y el mejor regalo que va a recibir tiene que ver con Berlanga y se llama Calabuch.
Habr¨¢ sombrerito de cumplea?os. Soplar¨¢ las velas, lo que sabe hacer perfectamente, le encanta ser el centro de atenci¨®n. Y tendr¨¢ tarta de chocolate sin az¨²car y Diet Coke, porque desde hace seis a?os padece diabetes. Pero le resultar¨¢ incomprensible, seg¨²n su cuidador, que alguien quiera compartir con ella la tarta. Con esas cosas no se juega. Por cierto, Chita en realidad se llama Jiggs y es macho. Su apodo americano, Cheeta, pronunciado a la espa?ola sonaba femenino, as¨ª que en el mundo hispano se le consider¨® mona; pero no, es mono y su personaje es masculino. Dicho lo cual, seguiremos hablando de ella, por aquello de no quebrar el mito.
Una idea loca
Hace tres a?os que Flipy, c¨®mico y subdirector del festival de cine de comedia de Pe?¨ªscola, so?aba con traerse a Chita. Sab¨ªa que era una idea loca, que le costar¨ªa convencer a la organizaci¨®n, pero merecer¨ªa la pena. Se la imaginaba bajando por la escalerilla del avi¨®n en Barajas, como los Beatles cuando llegaron a Espa?a, saludando al respetable por las calles desde un coche descapotable. Su idea encontr¨® un aliado: "?Cu¨¢ntas estrellas de la Edad Dorada siguen vivas?", se pregunta Antonio Trashorras, que se estrena como director del festival este a?o, "?acaso un animal es menos merecedor de reconocimiento que una persona cuando su imagen y trabajo ha llenado de alegr¨ªa tant¨ªsimas horas de pantallas a lo largo de varias generaciones?". Premio especial de un festival en reconocimiento a sus m¨¦ritos art¨ªsticos, a¨²n no se hab¨ªa llevado ninguno. ?ste ser¨¢ el primero.
Hacerla viajar a Pe?¨ªscola era complicado. Hab¨ªa que sedarla y ya es muy mayor. As¨ª que Flipy estar¨¢ el pr¨®ximo domingo en Palm Springs para entregarle una estatuilla en miniatura (hecha ex profeso para ella) del Premio Calabuch, bautizado as¨ª por la pel¨ªcula de Luis Berlanga. El festival, que se celebra a partir del 19 de mayo, cumple en esta edici¨®n 18 a?os. Charlton Heston, Bo Derek y Bud Spencer son algunos de sus ilustres homenajeados. "A m¨ª me encantaba el plano secuencia en que Chita se maquillaba y se pon¨ªa vestidos de mujer", recuerda Flipy, "?fue el primer mono travestido de la historia!". ?Y qui¨¦n es el segundo? "Claramente, Divine, de las pel¨ªculas de John Waters".
En casa de Chita huele a zoo. Por decir algo. Sentado sobre una vieja toalla azul llena de pelos que cubre un sof¨¢ de floripondios, Dan Westfall, el cuidador, se ajusta las gafas de montura met¨¢lica, con sus dos paletos frontales asomando bajo el bigote. Lleva 15 a?os cuidando de Chita y vive con dos orangutanes, tres perros, tres chimpanc¨¦s, una cacat¨²a, cuatro loros y una tar¨¢ntula, habitante de la cocina; todos ellos, ex estrellas, animales que han trabajado en espect¨¢culos. Se dedica a cuidarlos. No hace otra cosa. Nunca viaja, vive dedicado en cuerpo y alma a ellos. Y se nota. La risa del mono, la clava. La se?al de protesta aspirando y expirando ¨²es, la borda. Demasiado tiempo viviendo solo entre monos. "Acabas leyendo lo que te quieren decir, conoces su lenguaje corporal y ellos conocen el tuyo", aclara.
Chita se levanta a las nueve de la ma?ana. Lo primero, la inyecci¨®n de insulina que le pone Dan. Despu¨¦s, el desayuno: manzanas, pl¨¢tanos, naranjas y a veces incluso huevos con tostadas. El resto del d¨ªa se lo pasa "haciendo el mono", como dice Dan. Le encanta ver la tele. Sobre todo, los documentales de animales y sus propias pel¨ªculas, ante las cuales se arranca con alg¨²n aplauso. Se estren¨® en 1934 con Tarz¨¢n y su compa?era, pel¨ªcula en la que Weissmuller encontraba el amor de la bella Maureen O'Sullivan. Es la ¨²nica superviviente de aquel reparto estelar.
Ya no fuma. Ni bebe. Tony Gentry, el t¨ªo de Dan, no se cortaba un pelo y le daba de vez en cuando un vaso de whisky antes de ir a dormir, un cigarro de tarde en tarde, y una cerveza. Fue su cuidador desde que la encontr¨® en la selva, en Liberia, en 1931, hasta que se la dej¨® a Dan. Hace unos a?os lleg¨® una carta de Brigitte Bardot quej¨¢ndose de que se hiciera algo as¨ª con un animal indefenso. No son pocas las organizaciones que se pronuncian contra el uso de animales para espect¨¢culos. Chita trabaj¨® en 12 pel¨ªculas de Tarz¨¢n en los a?os treinta y cuarenta, aunque no fue la ¨²nica: hubo otros tres chimpanc¨¦s que se alternaban con ella las secuencias, siempre hab¨ªa por lo menos dos en el plat¨®. Siempre destac¨® por su sonrisa con los labios para fuera. Y es la ¨²nica que sobrevive. Mide 1,21 metros, pesa 64 kilos. Uno de sus planes favoritos es irse al Mac Auto con Dan y comerse una hamburguesa con patatas fritas. Le gusta la m¨²sica suave. Y Julio Iglesias, a?ade con af¨¢n de cortes¨ªa el cuidador.
El otro arte de 'Chita'
UN PEQUE?O JARD?N con palmeras y cactus. Una piscina y un porche adornado con b¨²hos, ranas y caracoles de porcelana, versi¨®n animal del cl¨¢sico enano de jard¨ªn. Chita aparece, agarra una lata de Diet Coke y la sorbe con una pajita.
No parece tan mayor, la verdad, se la ve con energ¨ªa, tranquila pero con energ¨ªa. "Tiene tres veces m¨¢s fuerza que t¨² o que yo", dice su cuidador. Su relaci¨®n es de lo m¨¢s peculiar. "Lo mejor es cuando estamos solos los dos, las cosas que hacemos, ese amor tan especial que hay entre nosotros: la miro a los ojos, me mira, me toca la nariz".
Su entretenimiento favorito es llegar hasta Dan por la espalda, buscar con su dedo ¨ªndice el epicentro de las posaderas de su cuidador, y salir corriendo haciendo ?uhu uhu!
Se supone que Chita pinta. Cuadros con brochazos de colores, firmados con la huella dactilar de su dedo ¨ªndice. Se venden por 115 euros y sirven para financiar esta peque?a reserva. Resulta curiosa su precisi¨®n, nunca hay un trazo que se salga de madre, los bordes de la tela cercanos al marco est¨¢n inmaculados. Westfall sostiene que los pinta en 30 segundos.
Ha sido designada tres veces para tener hueco en el paseo de las estrellas de Hollywood, donde s¨ª que est¨¢n representados Lassie y Rintint¨ªn. Pero ese reconocimiento no acaba de llegar y se conforma con el paseo de las estrellas de Palm Springs, que no es lo mismo, pero no est¨¢ mal: Marilyn Monroe y Marlene Dietrich tienen all¨ª una estrella.
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