El reto de los hijos dif¨ªciles
El 40% de los padres no sabe manejar los conflictos, y muchos optan por mirar hacia otro lado. Los j¨®venes infractores suelen considerar trasnochadas las ideas de los adultos
El diputado X expuls¨® de casa a su hijo de 18 a?os por vago e irresponsable, pero no pudo aguantar las consecuencias de una decisi¨®n tan radical: se quebr¨® emocionalmente. Lloraba imagin¨¢ndolo en la calle, sin dinero, atrapado por las drogas y la delincuencia. El chaval incub¨® un terrible rencor contra su padre. "No se lo perdon¨®", recuerda una amiga de la familia. El trance no es excepcional. Los padres espa?oles con hijos imposibles se angustian cuando deben optar entre el castigo o la inhibici¨®n tras haber fracasado la v¨ªa del entendimiento y la negociaci¨®n de pautas de comportamiento. La interrelaci¨®n en una sociedad de formatos familiares heterog¨¦neos y complejos, sin un consenso b¨¢sico en valores y criterios educativos, tiene que ver con el dilema. El 40% de los progenitores reconoce no saber manejar los conflictos de convivencia familiar, seg¨²n una encuesta de la Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n (FAD).
Los nuevos delincuentes juveniles y maltratadores proceden de las clases media y media alta
Contrataron a un detective para que les alertase cuando volviera a casa el hijo al que expulsaron. Le temen
El 25% de los hijos impone su opini¨®n a los padres, y el 8% de los padres ha recibido insultos de alg¨²n hijo
Los cambios sociales y tecnol¨®gicos, y la mayor disponibilidad de dinero entre los chavales, son otros factores que influyeron en la nueva cultura juvenil y pillaron a contrapelo a la generaci¨®n de la democracia. El fil¨®sofo Jos¨¦ Antonio Marina se preguntaba en una conferencia si esa generaci¨®n se comunicaba con sus padres. "Me parece que no. Lo que s¨ª es posible es que los respet¨¢ramos m¨¢s. Pero el concepto de respeto es un concepto ambiguo, pues unas veces ser¨¢ bueno y otra veces ser¨¢ malo". La sociedad era antes una gigantesca ola sobre la que surfeaban padres y docentes, seg¨²n observ¨® Marina, y aunque parec¨ªa que ellos dirig¨ªan la navegaci¨®n, la dirig¨ªa la ola. "Ahora padres y docentes tienen la absoluta seguridad de que no est¨¢n educando en nombre de la sociedad, sino que est¨¢n educando contra la sociedad. Y se sienten desbordados".
Entonces muchos padres dejan hacer, deciden desconocer los conflictos graves con sus hijos para evitar el choque. Los limitan al ¨¢mbito dom¨¦stico, al manejable. Ri?en al chaval porque no estudia, porque vuelve a casa cuando le viene en gana, porque no se hace la cama, o porque no ayuda a poner la mesa. Eluden las dudas esenciales: ?con qui¨¦n andar¨¢? ?Qu¨¦ riesgos corre? ?Qu¨¦ valores tiene? No lo hacen al temer la confirmaci¨®n de sus peores sospechas. Cuando sucede son proclives a culpar a la escuela, a los medios de comunicaci¨®n, a las leyes, a la sociedad. Ciertamente, los mensajes sociales m¨¢s cercanos al discurso juvenil mayoritario, casi todos en torno al ocio y la transgresi¨®n, hacen estragos a trav¨¦s de la sociedad: la publicidad, el mercado o la televisi¨®n.
"Pero la familia s¨ª influye en los comportamientos de los adolescentes conflictivos, aunque no en el 100% de los casos. Hubo que explicar a una madre que no es correcto que su hijo llamara "imb¨¦cil" a un profesor de 60 a?os", se?ala Mar¨ªa I?esta, psic¨®loga, jefa de estudios del instituto Luis Bu?uel, de M¨®stoles. "Hay un revoluci¨®n copernicana. Los profesores tienen que ocuparse de cosas que tradicionalmente correspond¨ªan a la familia: ense?ar a los chicos a ser buenos ciudadanos, buenos compa?eros y a respetar". El director del centro, Francisco Javier Lapuente, de 40 a?os, con un hijo de doce, observa, adem¨¢s, que los problemas aparecen m¨¢s tempranamente. "Hay casos de acoso a los siete y ocho a?os. Est¨¢ claro que los padres deben saber poner l¨ªmites".
Buena parte lo ha intentado, pero no ha sabido hacerlo. La incapacidad no es ajena a la proliferaci¨®n de comportamientos juveniles generadores de crisis en la familia y en el colegio, que frecuentemente deben ser resueltos en las consultas de psic¨®logos y de los psiquiatras, y tambi¨¦n en las comisar¨ªas y los juzgados. M¨¢s de 34.000 menores de 18 a?os fueron detenidos durante el a?o 2004, seg¨²n datos del Ministerio del Interior. Las conductas que rompen con las normas suelen esconder carencias personales y familiares graves y una ausencia de tratamiento adecuado. Nacen entonces los adolescentes dif¨ªciles, a los que casi todo "les raspa o ralla", y que tienen en com¨²n el sudar poco la camiseta para conseguir algo, la ley del m¨ªnimo esfuerzo, la baja resistencia a la frustraci¨®n, y la exigencia de derechos pero sin asumir obligaciones, seg¨²n coinciden los soci¨®logos.
Los porcentajes son elocuentes. De acuerdo con el promedio de distintas encuestas, el 23% de los adolescentes y j¨®venes es infractor y negativo; medio mill¨®n admiten haberse emborrachado al menos una vez al mes; cerca del 30% consume cannabis; el 3,6%, coca¨ªna; el 12% sufri¨® alg¨²n accidente de tr¨¢fico, y el 7% de una muestra sali¨® la noche de un s¨¢bado y no hab¨ªa llegado a casa a las siete de la ma?ana del domingo. El 53% de las chicas que practican sexo entre los 15 y los 19 a?os no usa anticonceptivos, y un 5,7% del alumnado reconoce haber sido hostigado por sus ¨¦mulos al menos una vez por semana. El Consejo Escolar del Estado detect¨® 60.000 incidentes en la convivencia escolar, 26.000 de ellos graves. Son cientos de miles de hogares espa?oles con el alma en vilo.
La psic¨®loga Eva Amman tiene 18 a?os de experiencia profesional en c¨¢rceles y sabe much¨ªsimo sobre los resortes detr¨¢s de los adolescentes y j¨®venes, y, especialmente, de los infractores. Es la responsable educativa del Centro Educativo de Ibaiondo, en Guip¨²zcoa, que alberga a menores condenados judicialmente o con cargos; entre ellos, los siete escolares que acosaron a Jokin, compa?ero de clase, que acab¨® suicid¨¢ndose en septiembre del a?o 2004. "La falta de l¨ªmites conductuales, la dejaci¨®n de la autoridad de la familia en el colegio o el instituto, el ego¨ªsmo de los menores, la falta de empat¨ªa y la necesidad de conseguir sin demora sus pretensiones", subraya Amman, "hacen que los menores o j¨®venes sean unos tiranos y ego¨ªstas faltos de escr¨²pulos, pero desde luego lo han aprendido de una sociedad que refuerza esos valores".
La violencia, psicol¨®gica o f¨ªsica, la ley del m¨¢s fuerte, es el medio m¨¢s r¨¢pido para conseguir sus demandas. En el camino causan depresiones y dramas en las propias familias y en las de terceros. El verbo que quiz¨¢ m¨¢s preocupa a los adolescentes es el ser "respetado" por su grupo de iguales, y eso se logra con la fuerza o la intimidaci¨®n. Es decir, los valores tienen "color" de imposici¨®n. El grupo es la mayor referencia para ellos, y el modo de convencer a quien se incorpora al grupo es por la imposici¨®n, seg¨²n la explicaci¨®n de la psic¨®loga. "El hablar, convencer, dialogar, respetar a los diferentes, en definitiva, valores de estilo de vida positivos, no son m¨¢s que ideas trasnochadas de los adultos o de los viejos", a?ade. La vigencia de una sociedad donde se premia al que tiene ¨¦xito al precio que sea, y donde las relaciones entre los j¨®venes son superficiales y poco comprometidas, no es ajena a las distorsiones juveniles.
Los chavales internados en Ibaiondo o en otros centros de reinserci¨®n social suelen admitir sus delitos. Eso s¨ª, lamentan la mala suerte de que les hayan "pillado" y descargan su responsabilidad, mayoritariamente, en las "malas compa?¨ªas" y las drogas. La relaci¨®n afectiva entre el menor y los profesionales de los centros de reinserci¨®n social es determinante para conseguir cambios positivos. No es f¨¢cil lograrlo sin una terapia continuada y un buen ambiente familiar. Pero la clave es una educaci¨®n diferente desde la cuna, seg¨²n los expertos, porque si los padres no son capaces de decir "no" a un ni?o de dos a?os, como suele ocurrir, ese ni?o se los come a los 15. "Un d¨ªa me cogi¨® mi hijo de la pechera y no supe qu¨¦ hacer", confes¨® un padre.
El psic¨®logo Javier Urra, que trabaja desde hace m¨¢s de 20 a?os en la Fiscal¨ªa de Menores, aporta un dato fundamental: "Hay gente que es incapaz de llevar la contraria". Son padres que no han podido llevarla a sus hijos, algunas veces por comodidad y otras porque temen agravar el conflicto. "Pero hay padres que lo est¨¢n haciendo maravillosamente bien. Todo eso se comparte con una sociedad que ha trivializado todo, al extremo de que entre el bien y mal ya parece que no hay diferencia", agrega Urra, que fue el primer defensor del Menor de Espa?a (1996-2001). El t¨ªtulo de su ¨²ltimo libro es revelador: El peque?o dictador. "Si no ponemos l¨ªmites, te sale un chico que es un d¨¦spota en casa".
El especialista maneja los siguientes datos: un 8% de los padres manifiesta impotencia y desesperaci¨®n, otro 8% reconoce haber sido insultado o amenazado por sus hijos cuando ¨¦stos se enfadan, un 20% se siente desbordado por las exigencias de dinero de los chavales y el 25% impone sus opiniones sobre las de sus padres. "Mayoritariamente, los padres transmiten a sus hijos, o lo intentan, ilusi¨®n por alcanzar puestos laborales reconocidos, amor al estudio, desarrollo del esfuerzo y asunci¨®n de responsabilidad", seg¨²n el autor del ensayo sobre los ni?os consentidos. "Los padres inciden much¨ªsimo menos en valores ideol¨®gicos, sociales, pol¨ªticos o religiosos. Claramente, transmiten pragmatismo, quiz¨¢ miope".
No obstante, un sector de los adolescentes y j¨®venes no es muy permeable a los valores. Son caprichosos y carecen de respeto hacia la autoridad del padre, de la madre y del profesor. No quieren trabajar, ni estudiar, son faltones y apenas han desarrollado afecto hacia sus padres. Tienen mal rollo con ellos. ?stos reconocen frecuentemente no saber educar y haber fracasado. "Nadie me ha educado a ser padre en estas circunstancias", se lamentaba uno. "Cuando le digo que 'no' a mi hija de 16 a?os, me responde que le d¨¦ razones que la convenzan. Y a veces no s¨¦ c¨®mo hacerlo. Por ejemplo, me dice: '?Por qu¨¦ t¨² s¨ª puedes fumar porros y yo no?'. No me obedece".
El miedo a las consecuencias del choque con el hijo atenaza. Algunos especialistas subrayan que han quedado derogados, no legalmente, pero s¨ª socialmente, los art¨ªculos 154 y 155 del C¨®digo Civil. El primero faculta a los padres para educar, procurar una educaci¨®n integral y corregir razonablemente a los hijos; el segundo establece que los hijos deben obedecer y respetar a los padres mientras est¨¦n con ellos, y contribuir a las cargas familiares. El juez de menores de Granada Emilio Calatayud, de 50 a?os, que gan¨® notoriedad por sus sentencias ejemplarizantes, atribuye los desencuentros a que Espa?a tiene el complejo de joven democracia "de que todos somos iguales y no hay que decir 'no". Y como en este pa¨ªs no tenemos t¨¦rmino medio, hemos pasado de un extremo al otro: del padre autoritario, preconstitucional, indiscutible, al padre de la corriente psicol¨®gica que dice que hay que argumentar con nuestros hijos, a ser colegas de nuestros hijos.
Las consecuencias de un di¨¢logo al que no se supo poner l¨ªmites est¨¢n a la vista, seg¨²n un juez, el decano en menores, con 900 casos anuales llevados a juicio. No es f¨¢cil ejercer la paternidad en una sociedad donde la familia sufri¨® profundos ajustes, aumentaron las separaciones, los divorcios, y los hijos que rotan de una a otra casa; una sociedad con drogas de f¨¢cil acceso, y sometida a una cascada de episodios violentos, casi glorificados en algunos videojuegos y series de televisi¨®n. "Nos encontramos con chavales a los que les hemos dado muchos derechos y no les hemos hecho hincapi¨¦ en los deberes", subraya Calatayud. "Y los menores son menores pero no son tontos: han hecho abuso de sus derechos y dejadez de sus deberes".
La mayor¨ªa de los nuevos delincuentes juveniles pertenece a familias de clases media y media alta, contrariamente a la d¨¦cada de los ochenta, que proven¨ªan de los sectores marginales. "Todos los padres que tenemos hijos menores estamos en situaci¨®n de riesgo. En cualquier momento nos pueden llamar de comisar¨ªa diciendo que nuestro hijo, y tambi¨¦n la hija, ha hecho cualquier cosa: o bien una tonter¨ªa o un hecho relativamente grave. El mundo del delito es muy f¨¢cil. Te compras una semilla de marihuana en muchos lugares", agrega el juez Calatayud, que saca de su caj¨®n un chupa chups sospechoso, bajo investigaci¨®n policial. "Mire esto. Es una piruleta que se vende a cr¨ªos de 11y 12 a?os a un euro. El cr¨ªo las llama 'piruletas de las buenas' y cree que se est¨¢ metiendo un pelotazo de marihuana".
Comportamientos y experiencias que el adolescente espa?ol de generaciones anteriores vivi¨® a partir de los 18 a?os ocurren ahora en edades infantiles. Las gratificaciones sensoriales y las relaciones de todo tipo son muy tempranas. A esta realidad se suma el hecho de que el tr¨¢nsito por la adolescencia de las actuales generaciones dura en Espa?a dos veces m¨¢s que el de sus abuelos, seg¨²n el catedr¨¢tico de la Universidad Complutense Manuel Mart¨ªn Serranos, autor de Adolescencia producida y adolescencia vivida. Las contradicciones de la socializaci¨®n. La mayor durabilidad obedece, fundamentalmente, a que la incorporaci¨®n del trabajo se alarga hasta los 24 a?os de promedio. Hasta entonces, los j¨®venes siguen dependiendo econ¨®micamente de sus padres, pero tienen las apetencias de autonom¨ªa de los adultos.
"En t¨¦rminos generales, los cambios hist¨®ricos est¨¢n haciendo que las nuevas generaciones recorran un camino m¨¢s largo, por parajes existenciales en ocasiones broncos y para muchos muy duros, en los que aumenta el riesgo de perderse", sostiene Mart¨ªn Serrano. Pero no s¨®lo se han perdido los adolescentes y j¨®venes; tambi¨¦n sus padres. "Aqu¨ª en Granada, a lo mejor porque se han sensibilizado por este juzgado, o por lo que sea, cerr¨¦ el a?o con 165 denuncias de padres a sus hijos maltratadores", agrega el magistrado del Juzgado de Menores. "Ya no aguantan m¨¢s. Hace dos o tres a?os eran 30 o 40 casos. Son chavales que maltratan a sus padres y hermanos, que chantajean y vejan".
Antes de acudir a la comisar¨ªa y a los juzgados, y despu¨¦s de consultar a profesores, psic¨®logos y psiquiatras, hay padres que contratan a detectives privados para saber sobre sus hijos. Julio Gutiez, presidente de la Asociaci¨®n Profesional de Detectives Privados de Espa?a, explica que un despacho de detectives dedica el 40% de su trabajo a asuntos empresariales y laborales; otro 40%, a cuestiones econ¨®micas, fraudes de seguros, pirater¨ªa o marcas, y el 20%, a investigaciones del entorno familiar. De este 20%, el 50% (un 10% del total) son pesquisas relacionadas con adolescentes.
"Ha crecido el tema de los adolescentes porque, evidentemente, se han desmadrado un poco. No nos vamos a enga?ar. Los ¨²ltimos cuatro a?os ha pegado una subida espectacular", se?ala Gutiez. Casi de cero a 7.000 casos al a?o. ?Las preocupaciones de los padres? ?Se emborracha su hijo? ?Consume drogas? ?Con qui¨¦n se mueve? El 98% de las sospechas de los padres son fundadas. "Recomendamos a los padres que sepan usar esa informaci¨®n para reconducir la situaci¨®n". El presidente de la asociaci¨®n cita casos de chavales que se financian su consumo trapicheando con droga. "Salen de casa con 50 o 60 euros un s¨¢bado. Y con eso consigues un gramo de coca, consigues chocolate, te tomas tres whiskies y haces lo que te da la gana. Y chavalitas de 16 o 17 a?os que se prostituyen ocasionalmente los fines de semana para sacarse sus 600 o 700 euros para su ropa".
Otros padres echan de casa a un hijo, pero quieren estar informados de c¨®mo se las ingenia para sobrevivir. Algunas situaciones son l¨ªmites. "Ahora mismo tengo un chaval de 17 a?os a quien lo han echado por pegar palizas a su padre y su madre. Tiene dos antecedentes por robo con fuerza", prosigue Gutiez. "Sus padres quieren saber qu¨¦ es lo que hace porque est¨¢ con una pandilla que... Tienen miedo de que vuelva a casa. Quieren que lo controlemos para avisarles y que salgan corriendo. Estamos hablando de cosas terribles".
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