La Iglesia cat¨®lica espa?ola, ?cuarto poder?
En El esp¨ªritu de las leyes Montesquieu se declara contrario a las formas desp¨®ticas de gobierno y pone como condici¨®n para no caer en ellas la divisi¨®n y la separaci¨®n de poderes: el poder ejecutivo del legislativo y del judicial. Cuando una misma persona concentra los poderes ejecutivo y legislativo no hay libertad; tampoco cuando el poder judicial no est¨¢ separado del ejecutivo y del legislativo. Es justamente el caso de la Iglesia cat¨®lica, donde, seg¨²n su Ley Fundamental, "el Sumo Pont¨ªfice, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, ostenta la plenitud de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial". (AAS, 1 de febrero de 2001).
La prensa siempre se ha considerado el "cuarto poder", metaf¨®ricamente hablando, no porque estuviera en competencia con los tres poderes del Estado moderno, sino por su capacidad de influir en los mismos a trav¨¦s de la cr¨ªtica y de crear opini¨®n en la ciudadan¨ªa. Pues bien, hoy en Espa?a existe una organizaci¨®n que parece competir con la prensa y pretende convertirse, de facto, en el "cuarto poder": la Iglesia cat¨®lica o al menos su jerarqu¨ªa. Durante los a?os de la transici¨®n, el catolicismo en su conjunto colabor¨® lealmente con las fuerzas democr¨¢ticas en la transformaci¨®n pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs. Hoy, sin embargo, la jerarqu¨ªa cat¨®lica espa?ola ha dado un giro inesperado: convive a disgusto con la secularizaci¨®n, se encuentra inc¨®moda en la democracia y tiene conciencia de sentirse perseguida y discriminada. Lo que la lleva a la reconquista del poder perdido, en clara competencia y pugna casi diaria con los tres poderes del Estado.
Para ello recurre a cuatro estrategias. La primera es la apelaci¨®n a la ley natural, de la que los obispos cat¨®licos se consideran celosos guardianes e int¨¦rpretes leg¨ªtimos. Por eso se creen legitimados para fijar las posibilidades y los l¨ªmites de las leyes que hayan de elaborarse en el Parlamento, coloc¨¢ndose as¨ª por encima de los legisladores: de nuevo la voluntad episcopal por encima de la voluntad popular. Siguiendo esta l¨®gica se oponen a la aprobaci¨®n de determinadas leyes, sobre todo las que tienen que ver con el matrimonio, con el principio de la vida y con el final de vida. De ley natural es, para ellos, la indisolubilidad del matrimonio y que ¨¦ste es la uni¨®n entre un hombre y una mujer; por eso se muestran contrarios al divorcio y al matrimonio de homosexuales. El mismo juicio condenatorio les merece la ley que despenaliza la interrupci¨®n voluntaria del embarazo porque atenta contra la vida, la de reproducci¨®n asistida, porque no respeta el car¨¢cter sagrado e inviolable de la vida, o el caso de la eutanasia, porque el ser humano no es due?o de la vida. La debilidad del argumento episcopal radica en que se recurre al concepto de "ley natural", hoy superado en el terreno moral y jur¨ªdico, y en que se considera tal lo que en realidad son planteamientos de una determinada doctrina moral, la del magisterio eclesi¨¢stico, que cuenta con no pocos cr¨ªticos entre los te¨®logos y las te¨®logas y los movimientos cristianos.
La segunda estrategia es la ocupaci¨®n de la calle. En muy pocos meses la jerarqu¨ªa cat¨®lica ha prestado su apoyo a dos manifestaciones convocadas por organizaciones c¨ªvicas y grupos cat¨®licos: una, contra los matrimonios homosexuales, calificados de "virus" y "falsas monedas"; otra, contra la ley de educaci¨®n que, a su juicio, discrimina a la escuela cat¨®lica y no garantizaba la ense?anza de la religi¨®n. Son dos medidas de fuerza que pretenden demostrar la gran capacidad de convocatoria de la Iglesia cat¨®lica y su poderosa influencia en la sociedad. En ambos casos los obispos han desfilado junto a dirigentes del Partido Popular. Aun reconociendo el derecho de todo ciudadano a manifestarse libremente, lo que sorprende de la nueva estrategia episcopal es su empe?o por demostrar en la calle una fortaleza y una vitalidad de las que carece en el seno de sus organizaciones, cada vez m¨¢s en crisis. Mientras se ocupan las calles con manifestantes "de ocasi¨®n", se desocupan los lugares religiosos de creyentes, y los ciudadanos desconf¨ªan cada vez m¨¢s de la instituci¨®n eclesi¨¢stica, seg¨²n constatan las encuestas.
La tercera estrategia es el intento de confesionalizar las instituciones laicas, como la escuela y la universidad con un ideario religioso de centro a veces elitista, ideol¨®gicamente discriminatorio y poco abierto a la pluralidad cultural, religiosa y ¨¦tnica, y los medios de comunicaci¨®n, convertidos con frecuencia en plataformas de evangelizaci¨®n y trinchera ideol¨®gica de oposici¨®n. Se trata de una estrategia que no respeta la autonom¨ªa y la laicidad de las realidades temporales, reconocidas ya en el concilio Vaticano II. La alternativa a la fiebre confesional del catolicismo oficial ha de ser, a mi juicio, la educaci¨®n en una fe cr¨ªtica y la creaci¨®n de redes comunitarias comprometidas, junto a los movimientos sociales, en la respuesta a los grandes problemas de la humanidad como la lucha contra la pobreza y la defensa de la paz.
La cuarta estrategia a la que recurre la jerarqu¨ªa cat¨®lica para afirmarse como poder y reproducirse institucionalmente es la financiaci¨®n por parte del Estado. Es ah¨ª donde m¨¢s empe?o viene poniendo en las negociaciones con el Gobierno y donde, a mi juicio, m¨¢s debilidad est¨¢ demostrando ¨¦ste. Lo que con ello se constata es, por una parte, la falta de independencia y de mayor¨ªa de edad de la Iglesia cat¨®lica y la poca credibilidad que tiene entre sus propios creyentes, y por otra, el miedo del Gobierno a establecer una separaci¨®n real entre Iglesia y Estado por las posibles repercusiones electorales negativas para su partido. La alternativa m¨¢s acorde con la naturaleza de la Iglesia cat¨®lica y con el Acuerdo Econ¨®mico de 1979 entre la Santa Sede y el Gobierno espa?ol es la autofinanciaci¨®n, signo de madurez de toda instituci¨®n, de independencia y de libertad en el ejercicio de sus funciones.
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Nuevo Diccionario de Teolog¨ªa (Trotta, Madrid, 2005).
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