Relevo en la 'biblia' liberal
Bill Emmott deja la direcci¨®n de 'The Economist' convencido de que acert¨® al apoyar la guerra de Irak
"Basta: ha llegado la hora de que Italia eche a Berlusconi". Un titular agresivo e intencionado en v¨ªsperas de las elecciones a la presidencia del Gobierno italiano. Lo recoge la ¨²ltima portada de The Economist y la primera en la nueva fase que se abre en el prestigioso semanario brit¨¢nico. El pasado 31 de marzo, Bill Emmott conclu¨ªa por voluntad propia sus 13 a?os al frente de la direcci¨®n dejando paso a otro profesional veterano de la casa, John Micklethwait. De 43 a?os, con estudios universitarios en Oxford y coautor de cuatro libros de calado pol¨ªtico y econ¨®mico, estrena despacho en la sede principal de St. James, el barrio londinense donde se concentran los clubes y las tiendas de los gentlemen.
Micklethwait es el director n¨²mero 16 de la biblia del liberalismo radical, que fund¨® el comerciante James Wilson en 1843 en reacci¨®n contra el proteccionismo impl¨ªcito en la llamada Ley del Ma¨ªz. Tuvo ¨¦xito esa campa?a inaugural. La legislaci¨®n se aboli¨® tres a?os despu¨¦s y The Economist emprendi¨® la conquista internacional de lectores de ¨¦lite con unos principios y un m¨¦todo de trabajo que todav¨ªa perduran. "Naci¨® para hacer campa?a por el libre comercio y todas las formas de libertad, lo que sus defensores y detractores llaman hoy globalizaci¨®n, combinados con lo que George Bush gusta denominar 'agenda de la libertad'. Lo hizo con una f¨®rmula que inclu¨ªa tres partes de descripci¨®n factual y una parte de opini¨®n s¨®lida y an¨¢lisis argumentativo. Lo mismo intentamos hacer hoy d¨ªa", escribi¨® Emmott en su texto de despedida.
Nunca antes hab¨ªa firmado un editorial. El anonimato es una regla de la casa que s¨®lo los directores salientes tienen el privilegio de saltar. El lema es: "Muchas manos escriben pero hablan con una voz colectiva. Lo que se escribe es m¨¢s importante que quien lo escribe".
La independencia tambi¨¦n se valora y, a cierto nivel, The Economist navega contra corriente en una industria dominada por los macrogrupos. El 50% de las acciones las controla el diario Financial Times (del grupo Pearson) y el resto se reparte entre peque?os accionistas, incluidos muchos periodistas en plantilla. "No somos una empresa subsidiaria del FT, sino asociados", recuerdan en St. James.
La revista forma parte de The Economist Group, conglomerado de servicios y empresas editoras especializadas en pol¨ªtica y finanzas. Entre las editoriales destaca su divisi¨®n de investigaci¨®n, The Economist Intelligent Unit, que publica informes anuales con an¨¢lisis y previsiones de futuro por pa¨ªses y sectores econ¨®micos. Seg¨²n los resultados del ¨²ltimo ejercicio financiero, el grupo factur¨® cerca de 200 millones de libras (286 millones de euros) y obtuvo 40 millones de libras (57,3 millones de euros) beneficios antes de impuestos.
Emmott, que piensa dedicarse a escribir libros, deja The Economist en buena salud. La tirada se ha duplicado en su mandato hasta alcanzar 1,1 de millones de ejemplares. La mitad aproximada se vende en Estados Unidos, 200.000 en Europa continental, 150.000 en el Reino Unido y unos 100.000 en Asia. Sus lectores crecen a medida que el mundo empeque?ece. "M¨¢s gente tiene ahora negocios con cobertura mundial y m¨¢s gente se ve afectada por eventos globales ya sea el trabajo, el terrorismo o la gripe aviar. Hemos explotado todo esto", dijo recientemente el director saliente.
"La prensa en general est¨¢ en retroceso dada la gravitaci¨®n del lector hacia la informaci¨®n electr¨®nica, pero The Economist ha demostrado que el apetito por un periodismo de opini¨®n, por informaci¨®n pol¨ªtica y del ¨¢mbito de los negocios existe", defiende Jonathan Hardy, responsable del departamento de Medios de Comunicaci¨®n de la Universidad East London.
De acuerdo con Emmott, el semanario se ha beneficiado del hueco dejado por otras publicaciones en su estrategia de choque contra el im¨¢n de la televisi¨®n y el empuje de Internet. "Nos han dejado espacio al continuar operando en el mercado de masas, del ocio. Hay una elecci¨®n: m¨¢s entretenimiento o m¨¢s informaci¨®n. Muy pocos han seguido la ruta del mayor contenido informativo", coment¨® al anunciar su salida del semanario.
The Economist ley¨® la cartilla a Silvio Berlusconi en agosto de 2003 antes de pedir el voto en su contra en su edici¨®n del pasado viernes. Ilustr¨® la derrota de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en su portada del 30 de marzo de 2004 bajo el titulo "Un ca¨ªdo, ?tres m¨¢s por caer?", junto a las fotograf¨ªas del l¨ªder del Partido Popular, Tony Blair, George Bush y el australiano John Howard. A¨²n sigue pidiendo la cabeza del primer ministro brit¨¢nico, criticando la gesti¨®n en Irak del presidente estadounidense y reclamando la dimisi¨®n de su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
Sin embargo, seg¨²n reconoce Emmot, su decisi¨®n m¨¢s controvertida como director ha sido la apuesta del semanario a favor de la guerra de Irak. Todav¨ªa la defiende tres a?os despu¨¦s. "Fue una decisi¨®n correcta; basada en la situaci¨®n en ese momento. El riesgo de dejar a Sadam en el poder era muy fuerte", escribi¨® en su despedida, el 31de marzo. Poco antes hab¨ªa asegurado que pedir la abolici¨®n de la monarqu¨ªa brit¨¢nica y la extensi¨®n del matrimonio a parejas de homosexuales eran las decisiones tomadas que m¨¢s le enorgullec¨ªan de su periodo como director de The Economist.
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