Subida al Monte Carmelo
Como el ermita?o que hace un siglo y medio levant¨® la capilla que cambi¨® el nombre del antiguo Tur¨® d'en Mora, el cronista emprende su particular ascenso al Monte Carmelo barcelon¨¦s. S¨¢bado por la ma?ana, el metro de la l¨ªnea azul se vac¨ªa de pasajeros a medida que se acerca a la estaci¨®n final de Horta. Salida a la calle de Lisboa, bajo el balc¨®n de la Rambla del Carmel, construida a finales de la d¨¦cada de 1980. Inmenso contenedor que suaviza la salida del t¨²nel de la Rovira, con un polideportivo, un aparcamiento y un centro sanitario, bajo el ancho paseo. La ladera se empina por un laberinto de v¨ªas estrechas y serpenteantes hacia la calle del Santuari -antes Santuarios-, que ci?e la parte alta del barrio, entre las iglesias del Coll y del Carmel. En la zona del socav¨®n contin¨²an las reparaciones y se alarga la espera del metro que ha de sacar el barrio de su aislamiento. A la salida del mercado, las mujeres arrastran deportivamente los carritos por fuertes pendientes.
En la parte alta, acaban de derribar una de las casas m¨¢s antiguas, Calder¨®n 112-114. Tras el muro de piedra que ocupa parte de la acera y las m¨¢quinas que sacan cascotes y vegetaci¨®n, queda la cuadr¨ªcula coloreada de las habitaciones escalonadas sobre la roca. Este solar encajonado entre elevados edificios es toda una imagen de la historia del Carmel. La pieza m¨¢s alta de la vieja casa con jard¨ªn queda al pie de la espalda de un bloque de nueve plantas, de las que apenas asoman la mitad en la fachada de Santuari. En la acera de enfrente, el solar escalonado de otra antigua torre espera a los alba?iles.
Tienen nombres literarios las calles de esta zona, que fuera Daltabaix de les Bruixes: Segimon (por el Segismundo de La vida es sue?o), Alcalde de Zalamea, Feijoo, Fastenrath... M¨¢s al oeste est¨¢ Dante Ali-ghieri, eje comercial por excelencia. Otras tienen nombres geogr¨¢ficos, como Sig¨¹en-za, Calafell, Pant¨¤ de Tremp, Conca de Tremp, Granollers, L'Alguer y Llobreg¨®s. Otras, a¨²n, est¨¢n dedicadas a personajes y antiguos propietarios de la monta?a, como Tolr¨¤, Bernat Bransi, Hortal... Hacia el final de esta calle, la elegante sencillez de la Torre Libro presagiaba ya en 1896 la conversi¨®n del Carmel en paisaje literario. Queda a pocos pasos la flamante Biblioteca Juan Mars¨¦, escalonada entre Murtra y Calder¨®n. Y unos centenares de pasos m¨¢s arriba, el caf¨¦ Delicias de ?ltimas tardes con Teresa sigue guardando esta entrada del barrio, frente a la ermita.
Nada hab¨ªa en esta espalda de Barcelona cuando se promovi¨® la construcci¨®n de la capilla dedicada a la virgen del Monte Carmelo, inaugurada en 1864. A la sombra imponente de la parroquia revestida de ladrillo, el acceso a la ermita permanece cerrado. Un joven con fular de escultismo llama a la rector¨ªa por el interfono de la verja. Un hombre mayor camina hacia las ¨²ltimas casas con una bolsa de pan.
De espaldas al parque G¨¹ell, esta parte de Barcelona mira hacia monta?as m¨¢s altas, pero el primer plano es un microcosmos entra?able de desniveles, escaleras y rincones imprevisibles. Las ¨²ltimas torres y casitas de verano sobreviven entre los nidos levantados por los inmigrantes de los cincuenta, las colmenas de los ¨¢vidos promotores del franquismo y el dise?o de las nuevas promociones inmobiliarias. La escalonada plaza de Salvador Allende y las calles con escaleras mec¨¢nicas eran, hace apenas 20 a?os, duras cuestas sin urbanizar.
En los d¨ªas claros de invierno, desde lo alto del Carmel se ve un cielo radiante, cerrado por las nieves pr¨®ximas del Montseny. Contra su fondo azul se recorta el perfil del castillo de Torre Bar¨®, postizo detalle arcaizante para el ¨²ltimo conf¨ªn de la ciudad. Se alcanza a intuir la l¨ªnea de playa del Maresme, m¨¢s all¨¢ de las chimeneas de la t¨¦rmica de Sant Adri¨¤. Hacia el norte, rodeando las avenidas de salida hacia el corredor del Bes¨°s, una tupida mata de altas edificaciones rellena todo el espacio disponible entre las estribaciones de Collserola, los ¨²ltimos turons y la sierra litoral. Congesti¨®n de agudas y apretadas geometr¨ªas. Su impacto visual difumina el amable perfil japon¨¦s del Montseny. La quietud pueblerina de estas calles altas aligera el esp¨ªritu ante tal apoteosis de cemento y plusval¨ªas. ?Qui¨¦n construy¨® esta ciudad?
Hay que subir m¨¢s all¨¢ de las ¨²ltimas casas. Caminando entre las hierbas se adivina pronto el sendero que corona la cima del m¨¢s alto de los Tres Turons, a 266 metros de altura sobre el nivel del mar. Alguien pint¨® "3%" en unas piedras. El cronista recuerda la exclamaci¨®n atribuida al alcalde Pich i Pon, en los a?os treinta del siglo pasado, contemplando Barcelona desde el Tibidabo: "?Cu¨¢nta propiedad inmobiliaria!".
La ciudad que rodea el tur¨® del Carmel ofrece una visi¨®n de grandiosidad informe. Las torres de la Sagrada Familia presentan el perfil lateral de una U, alineadas con las gemelas del puerto ol¨ªmpico. Crece un bosque de rascacielos junto al Bes¨°s. Otros rascacielos puntean la trama urbana hacia el Llobregat. El d¨ªa que sea un parque de f¨¢cil acceso, este mirador ha de tener un gran ¨¦xito. Como lugar de contemplaci¨®n, comprensi¨®n y reflexi¨®n de la ciudad.
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