Fraude inmobiliario o esp¨ªritu maligno en mansi¨®n de saldo
13 DE NOVIEMBRE DE 1974. Amityville (Connecticut). Un padre, una madre y cuatro de sus hijos son asesinados, aparentemente sin motivo. Poco tiempo despu¨¦s, una nueva familia, los Lutz, se traslada a vivir en la misma mansi¨®n donde ocurri¨® la masacre. El horror flota en el ambiente. Y se manifiesta. Trastornos de personalidad, ruidos extra?os de procedencia incierta, puertas y ventanas que se cierran y abren solas, malos olores, extra?as manchas en las paredes, etc¨¦tera. Se?ales inequ¨ªvocas de una presencia o manifestaci¨®n sobrenatural, maligna para m¨¢s se?as. Se trata de Terror en Amityville (The Amityville horror, 1979), de Stuart Rosenberg. Un filme de terror que consagra el subg¨¦nero de las casas encantadas o pose¨ªdas que hab¨ªa contado ya con cl¨¢sicos como La leyenda de la casa del infierno (1973). Seis secuelas m¨¢s, incluida la reciente e intrascendente versi¨®n La morada del miedo (2005), avalan la tramposa y siempre efectista etiqueta de "basado en un hecho real".
El filme original, basado en la novela hom¨®nima del escritor Jay Anson que recoge los supuestos hechos, ahonda tanto en el origen diab¨®lico de la casa encantada ("est¨¢s viviendo sobre la tierra preferida de los demonios. En una casa maldita... maldita desde hace siglos") como en la falsa apariencia id¨ªlica de esa t¨ªpica familia norteamericana.
George Lutz (James Brolin) es el abnegado padrastro entregado a sus tres hijos. Su inseguridad y desarraigo le conducen a explosiones de ira. Su joven esposa, Kathy Lutz (Margot Kidder; s¨ª, la novia de Superman), se muestra desinhibida y firme; pero, incapaz de asumir su nueva situaci¨®n, busca en la religi¨®n una v¨ªa de escape.
Las manifestaciones paranormales van, progresivamente, exacerbando a los moradores de la mansi¨®n. Bien podr¨ªan pasar por exageraciones o incluso alucinaciones, fruto de las obsesiones y frustraciones de los personajes provocadas por sus mentes distorsionadas. Algo que, en estos casos, est¨¢ mucho m¨¢s cerca de la realidad que la supuesta conexi¨®n diab¨®lica. Por otro lado, en la quietud de la noche cualquier persona normal est¨¢ expuesta a o¨ªr ruidos de origen incierto y asociarles alg¨²n tipo de visi¨®n o alucinaci¨®n producida por su imaginaci¨®n. Las casas o castillos encantados son lugares, por lo general, deshabitados y destartalados. Grifos que no cierran bien, ca?er¨ªas defectuosas y puertas y ventanas que no cumplen su cometido, y hasta la presencia de inquilinos inquietos -roedores- pueden explicar de forma racional los fen¨®menos producidos.
Sospechoso resulta tambi¨¦n que Sat¨¢n o sus ac¨®litos fantasmiles, con todo su supuesto poder, decidan permanecer confinados entre las paredes de una mansi¨®n. Se exponen as¨ª a ser un blanco f¨¢cil del exorcismo ahuyentador o de las t¨¦cnicas del cazafantasmas profesional (que los hay). Sat¨¢n, con su don de la ubicuidad, podr¨ªa estar en cualquier lugar en cualquier tiempo. ?A qu¨¦ viene esa fijaci¨®n por moradas en estado ruinoso?
En este caso, a diferencia de la celebrada El exorcista (1973), el recurso religioso no sirve: el padre Delaney (Rod Steiger), enviado a bendecir la casa, es bloqueado por una fuerza mal¨¦vola y queda en un estado catat¨®nico. El filme est¨¢ basado en una historia real desvelada como fraude. Desacreditada la historia de la posesi¨®n diab¨®lica del inmueble por la Iglesia cat¨®lica del condado, el departamento de polic¨ªa y la justicia del distrito, los Lutz acabaron por confesar que hab¨ªan inventado buena parta de la historia.
Los verdaderos esp¨ªritus demoniacos fueron, pues, esta ingeniosa pareja que urdi¨® la historia de la posesi¨®n de su casa. ?Con qu¨¦ finalidad? Conseguir reunir fondos para pagar la hipoteca que no pod¨ªan afrontar y superar un matrimonio en crisis. ?Problemas de lo m¨¢s terrenales! Por si acaso, ya saben: antes de comprar una mansi¨®n de segunda mano, inf¨®rmense acerca de los terrenos sobre los que est¨¢ edificada. No vaya a ser que, con tanto socav¨®n barcelon¨¦s y chanchullo inmobiliario marbell¨ª, nos encontremos con alg¨²n fantasma (¨¦ste real) habitando nuestra propiedad. ?Y a qu¨¦ desencantador de mansiones llamamos entonces? Ante esta perspectiva, lo m¨¢s sensato es seguir el camino, si pueden permit¨ªrselo, de los protagonistas del filme: "George, Kathy Lutz y su familia jam¨¢s volvieron aqu¨ª para reclamar su casa y sus bienes. Actualmente viven en otro Estado".
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