'Vascoker¨ªas'
Leo en la prensa que en Guip¨²zcoa trabajan alrededor de mil prostitutas. Dado que la estad¨ªstica es la v¨ªa m¨¢s precisa para llegar a la esencia, la casa matem¨¢tica del ser, recurramos a ella para descubrirnos. No voy a referirme a las penosas condiciones en que estas mujeres desempe?an su oficio. Baste un dato para sacar conclusiones. La mayor¨ªa de ellas trabajan en pisos y el due?o del piso se lleva la mitad de la ganancia. Pero vayamos a lo nuestro. Mil prostitutas territoriales equivalen a una por cada setecientos guipuzcoanos vivos, id est, una por cada trescientos cincuenta guipuzcoanos varones, incluidos ni?os, ancianos y despistados. Seg¨²n cuenta una de las del oficio entrevistada en el reportaje de referencia, cobran el kiki, o lo que d¨¦ de s¨ª el cliente, a 50 euros, y en un buen mes llegan a ganar los tres mil quinientos euros (otros tantos para el casero s¨®lo por no participar, y supongo que si participa la cuota se disparar¨¢ un poco). Los c¨¢lculos me dan para el buen mes 140 kikis, lo que supone entre cuatro y cinco diarios. Si el buen mes coincide para todas las trabajadoras del ramo, habr¨¢ d¨ªas esplendorosos en los que cinco mil guipuzcoanos estar¨¢n soltando grasa para que el casero la acumule, y esto equivale a uno de cada setenta respetables varones de este territorio hist¨®rico, incluidos ni?os, ancianos y despistados. Si tengo en cuenta que son aproximadamente setenta los varones que viven en mi portal, tengo que concluir que alguien de mi portal kikea todos los d¨ªas sin acordarse del casero. ?Ser¨¦ yo?
Leo tambi¨¦n en la prensa que se vuelve a solicitar que el Guernica de Picasso nos visite temporalmente. La noticia viene sazonada con comentarios interesantes. As¨ª, el de Javier Maqueda, quien asegura que "no hay casa en Euskadi que no tenga una reproducci¨®n". No soy el inspector del gas y mis posibilidades de acceder a las casas ajenas son limitadas, pero no he visto esa reproducci¨®n en ninguna de las casas a las que tengo libre entrada. Sin embargo, que no la haya visto no quiere decir que no la tengan, de donde infiero que tambi¨¦n yo debo de tenerla pese a que no la vea por ninguna parte. Ya ven, si la estad¨ªstica me ha descubierto mis aventuras galantes en los burdeles, mira por donde la estad¨ªstica senatorial me descubre como poseedor de un tesoro que yo ignoraba tener. Poseo la estampa, la sindone vasca, la s¨¢bana gris expoliada, cuyo valor est¨¦tico, seg¨²n Joseba Zubia, no es excesivo, salvo porque la pint¨® Picasso, pero cuyo valor pol¨ªtico es incalculable. Tan incalculable es, que no entiendo c¨®mo quieren traerla para ac¨¢ a riesgo de estropearla y de perderla para siempre. Podr¨ªan organizar peregrinaciones con indulgencias a Madrid, que al fin y al cabo no est¨¢ tan lejos y donde se incrementa su valor simb¨®lico y su valor pol¨ªtico, como bandera de la patria vencida en manos del infiel. Una vez en casa, acabar¨ªa siendo una chapuza de Picasso. Eso s¨ª, si lo ¨²nico que hace es peregrinar para ac¨¢, veremos unas colas que ni en La Meca. El arte propagand¨ªstico termina convirti¨¦ndose en arte religioso.
Admito que tener un Picasso en el patrimonio no es ninguna tonter¨ªa, y que cualquier excusa puede ser buena para hacerse con uno. Un buen Picasso bien merece poner en marcha un proceso de construcci¨®n nacional, e incluso dos. Sospecho que no es esa la raz¨®n que mueve a nuestros constructores para reclamar el Guernica, pero al pintor malague?o seguramente le encantar¨ªa. Ives Bonnefoy, el poeta franc¨¦s para quien "el arte es la curaci¨®n del concepto", dice de Picasso, en Remarques sur le regard, que era incapaz de soportar la mirada del otro, ni aun la suya propia, capacidad que siempre admir¨® en otros grandes pintores a los que tanto pastiche¨® y parodi¨®: "los ojos, la mirada, fue lo que siempre evit¨® Picasso". Un exuberante creador de formas, aunque incapaz para penetrar su superficie, tampoco en esa obra maestra que es Les demoiselles d?Avignon. El t¨ªtulo de este cuadro nada tiene que ver con la ciudad papal francesa, sino con el nombre de una calle de Barcelona en la que esas se?oritas ejerc¨ªan su oficio. Ex¨®ticas ellas, extracomunitarias. Como las de Guip¨²zcoa. Ignoro si lo son de verdad, pero leo en la prensa la p¨¢gina de contactos y la mayor¨ªa de ellas, y de ellos, venden exotismo y mulater¨ªa como un valor a?adido. No hay etxekoandres, ni aizkolaris, ni sado-rural vasco. Como si el sexo nada tuviera que ver con nosotros y s¨®lo pudi¨¦ramos apropi¨¢rnoslo como algo for¨¢neo. No s¨¦, quiz¨¢ Picasso se equivoc¨® de calle y de ciudad al titular su cuadro y lo que nosotros tuvi¨¦ramos que reclamar fuera no el Guernica sino el otro cuadro, ¨¦se, el de las demoiselles. Ser¨ªa m¨¢s saludable.
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