Vivir en diversidad
Las ¨²ltimas elecciones municipales nos pusieron sobre aviso de la aparici¨®n electoral de candidaturas que se presentaban con vocaci¨®n de convencer a los electores sobre todos los males que los inmigrantes nos van a acarrear. A pesar de que en ese momento los resultados fueron muy modestos, lo cierto es que fueron recibidos con una cierta preocupaci¨®n por parte de algunas instituciones por lo que de anticipaci¨®n pod¨ªan suponer a una presencia de la extrema derecha xen¨®foba que en pa¨ªses de nuestro entorno es habitual.
Como suele ocurrir en tantas otras cuestiones importantes, el inter¨¦s para saber m¨¢s sobre esa realidad sociopol¨ªtica incipiente qued¨®, hasta donde s¨¦, superada por cuestiones urgentes, que a pesar de ser menos relevantes requer¨ªan una respuesta inmediata. Todo indica que tres a?os despu¨¦s nuestras instituciones democr¨¢ticas no han empezado de manera seria ning¨²n estudio para diagnosticar ni prever el alcance que en los pr¨®ximos a?os van a tener las actitudes xen¨®fobas en nuestra sociedad. De lo que se trata no es de saber qu¨¦ resultados va a obtener la Plataforma X Catalu?a o cualquier otra candidatura de extrema derecha, sino de saber algo sobre c¨®mo evolucionan y con qu¨¦ intensidad las bases sociales de un pensamiento y unas actitudes de extrema derecha.
Es cierto que en ning¨²n lugar est¨¢ escrito que un crecimiento migratorio como el que Catalu?a ha vivido en los ¨²ltimos cuatro a?os vaya acompa?ado ineludiblemente de la aparici¨®n social de un pensamiento contrario a la inmigraci¨®n y los inmigrantes. Pero no es menos cierto que un m¨ªnimo sentido de la realidad y un conocimiento de lo que en otras sociedades europeas de nuestro entorno ha sucedido, nos debe hacer prever como hip¨®tesis de trabajo que esa aparici¨®n es posible e incluso probable.
No se trata ni de ser alarmista ni de recrearse en t¨®picos discursivos. Se trata de anticiparse a uno de los mayores riesgos que las democracias y en general la sociedades occidentales viven. Se trata, en definitiva, de poner todo lo que est¨¦ en el alcance de nuestro sistema social y pol¨ªtico para combatir la aparici¨®n de ese riesgo. Es evidente que ese menester no puede ser obra exclusiva de nuestros pol¨ªticos. Ellos, quiz¨¢, deben asumir un primer impulso, pero luego hay que hacer un trabajo preventivo, educativo si se quiere, en otros muchos ¨¢mbitos institucionales y sociales.
Por eso, no deja de sorprender la decisi¨®n del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 3 de Sabadell de dejar en libertad a los dos detenidos por dar una brutal paliza a un ciudadano portugu¨¦s, de origen guineano, que tuvo la mala fortuna de cruzarse en el camino de sus agresores. Ser¨ªa preocupante si los agresores hubieran sido primerizos en las artes racistas de la agresi¨®n, pero lo que es dif¨ªcil de aceptar es que la libertad se otorgue a un agresor que ya ha sido detenido por agresiones similares en unas 14 ocasiones.
Es este un ejemplo de insensibilidad m¨¢xima por parte de un servidor p¨²blico, como es el titular de un juzgado, hacia unas actitudes que, de generalizarse, ser¨¢n el origen de un sinf¨ªn de problemas sociales de gran relevancia. De la justicia se espera tambi¨¦n que establezca penas ejemplares a quienes atentan contra las normas, con las que disuadir a otros individuos a emular las gestas de los penados. Hoy, lamentablemente, el mensaje que nuestra sociedad recibe de nuestro sistema judicial es que apalear a cualquier otro individuo por tener simplemente un color de piel m¨¢s oscuro que el nuestro sale gratis o a muy bajo coste.
Es evidente que el racismo y la xenofobia no s¨®lo se expresan con las brutales palizas como las que sufri¨® Fernando Ujiguilete en Castellar del Vall¨¨s, ni tampoco con comentarios burlescos como los que la prensa daba cuenta la semana pasada que ocurrieron en un bar de Badalona contra un vendedor ambulante de rosas de origen paquistan¨ª. La actitud contraria a los inmigrantes tienen otras muchas expresiones menos espectaculares, nada medi¨¢ticas, de m¨¢s baja intensidad pero con toda seguridad de mayor calado social. Es conocida la dificultad para alquilar vivienda con la que se encuentran personas de origen extranjero. Sabemos que en algunos sectores determinados colectivos de trabajadores son ahora sustituidos por otros trabajadores de colectivos de origen distinto al primero y que seg¨²n parece son m¨¢s pr¨®ximos a nosotros. Todo esto, y mucho m¨¢s, ocurre en nuestra sociedad.
A pesar que no nos guste reconocerlo, ocurre. Ciertamente, no es la t¨®nica predominante y afortunadamente la sociedad catalana no vive un ambiente generalizado de rechazo al extranjero. Precisamente por ello, es importante tener, por un lado, una diagnosis certera de la dimensi¨®n social del problema y tambi¨¦n unas actitudes firmes del conjunto de nuestro sistema social para evitar que ese problema vaya a m¨¢s en los pr¨®ximos a?os.
Vivir en un contexto de diversidad cultural no es sencillo. Nuestro pa¨ªs ha entrado en ese contexto a la velocidad de la luz. Hay muchos indicios que esa diversidad se incrementar¨¢ en los pr¨®ximos a?os, con lo cual vivir en diversidad ser¨¢ la ¨²nica posibilidad que tendr¨¢ cualquier ciudadano que quiera vivir en Catalu?a. Hay que aprender a vivir en diversidad y debemos aceptar que no es esta una tarea exenta de dificultades. Hay que ense?ar a aceptar esa diversidad a muchos de nuestros conciudadanos que nunca se hab¨ªan imaginado, ni por un instante, lo tan diversos -culturalmente hablando- que serian sus vecinos. Y tambi¨¦n hay que imponer la diversidad a todos aquellos que nos pretenden imponer la pureza de su color de piel. Lo que hagamos o dejemos de hacer en este campo tendr¨¢ sus consecuencias en los a?os y las d¨¦cadas futuras. Probablemente hoy no es urgente, pero es muy importante. Seamos responsables por una vez, y abordemos lo importante a pesar de que lo urgente tenga que esperar.
Jordi S¨¢nchez es polit¨®logo.
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