Trasvase en aguas turbulentas

Un lago es t¨¦cnicamente y casi siempre un dep¨®sito de agua estancada, dulce o salada, raramente potable. Hay lagos con cisnes y lagos con monstruos m¨ªticos; otros no tienen ni carpas. En este caso, hacer tradici¨®n encumbrada de un engendro estil¨ªstico es un delito de lesa cultura. Eso ha pasado con el Lago ingl¨¦s, que procede en su estructura de un trufado accidental que empez¨® en los a?os cuarenta del siglo pasado y que prestigiosos cr¨ªticos como Beaumont y Haskel justificaron para siempre con la idea de que una entelequia llamada Escuela Inglesa de Ballet pod¨ªa arrogarse mejorar los cl¨¢sicos. Las enmiendas a la plana de Petipa, Ivanov y Chaikovski fueron muy lejos de la mano de muchas personas, y no s¨®lo de Ashton, que se atrevieron a retocar lo intocable.

El entonces London Festival Ballet (hoy English National, por esa man¨ªa contempor¨¢nea de cambiarle el nombre a todo, desde los yogures a las aspirinas) y en un instinto muy espa?ol fue progresivamente borrando su propia memoria no inglesa y es as¨ª que poco o nada queda hoy de los brillantes momentos en que el dan¨¦s Peter Schaufuss y la rusa Natalia Makarova ofrecieron un Lago m¨¢s riguroso (sin olvidar al ¨ªnclito Ashton y con los fabulosos dise?os injustamente olvidados de G¨¹nter Schneider).

A otros infelices inventos hay que sumar ahora que Deane tambi¨¦n suprime desde el buf¨®n y la corte del primer acto otros elementos que, si bien no parten del tronco original, s¨ª responden a la parte rusa y original de la obra.

La pareja compuesta por los estonios Agnes Oaks y Thomas Edur no dice nada; ambos, de t¨¦cnica discreta y apariencia gris, hacen sus papeles de manera burocr¨¢tica, sin emoci¨®n ni gusto, sin especial atenci¨®n a los acentos musicales, si bien es verdad que el verdugo estaba tambi¨¦n en la batuta de Coleman: pocas veces se ha escuchado a esta orquesta en desatinos tales.

Desprop¨®sitos

Los dise?os de Farmer son convencionales y correctos en la escenograf¨ªa, y en el vestuario pasan del tr¨¢mite a un obsesivo y casi obsceno uso del lam¨¦ sint¨¦tico m¨¢s propio del tono de los musicales. No pueden hacerse tampoco elogios de la ensemble del cuerpo de baile o de otras partes solistas, pues la compa?¨ªa hoy no es ni por asomo lo que era en cuanto a exigencia de baile, precisi¨®n y brillantez, que eran sus caracter¨ªsticas, junto al cosmopolitismo, en otros tiempos.

Se podr¨ªa diseccionar esta producci¨®n desde ese primer acto descafeinado e insulso, sin l¨ªnea argumental, hasta desprop¨®sitos como que en el momento culminante del adagio del segundo acto el cuerpo de baile pasa por delante de la pareja principal, lo que constituye un verdadero atropello a la coreograf¨ªa original, que poco a poco va brillando por su ausencia progresiva; con todo, hay un empaque de pretenciosidad a lo grande, lujo y dinero, lo que no garantiza en absoluto que estemos viendo un buen ballet y mucho menos un respetuoso mantenimiento de tan fr¨¢gil tradici¨®n.