Mi amigo Sergio Pitol
Uno. Sergio Pitol empieza El mago de Viena con un brev¨ªsimo ep¨ªgrafe de E. M. Forster, uno de sus escritores preferidos: "Only connect
...". Y en efecto, s¨®lo un mago puede reunir con tal maestr¨ªa un gran n¨²mero de textos que guardar¨ªan en s¨ª mismos, de manera aislada, una perfecta unidad y aparentemente apenas podr¨ªan conectarse y conformar una trama. En un di¨¢logo con Monsiv¨¢is, Pitol lo explica: "Es un libro que nace bajo la sombra de un lema primordial de los alquimistas. 'Todo est¨¢ en todo'. En el mago todo est¨¢ en todo, pero en un orden de los elementos, y los tonos tienen que estar en una colocaci¨®n especial para potenciarse y potenciar la unidad". Y esa leve tela de ara?a que sutura los diferentes relatos es la propia escritura contemplada como reflejo de otras escrituras y biograf¨ªas afines, hermanadas por la excentricidad de los relatos o la de los personajes que los construyen. Conforman una familia escrituraria y por ello una genealog¨ªa, cada cual ¨²nica e inconfundible pero con parecidas se?as de identidad, un mismo continente verbal. En un breve texto aparecido en Babelia, sobre la ¨²ltima antolog¨ªa de cuentos publicada en 2005 por Anagrama, Edgardo Dobry lo define muy bien: [para Pitol] "... la literatura [es] como un territorio parecido al de la nacionalidad, una patria que lo exige todo sin prometer nada".
Dos. Un autor es en cierta medida la suma de sus lecturas, o mejor, de sus relecturas. Un autor, antes de serlo, fue un imitador, es decir un simio, o simplemente un ni?o, se aprende copiando, como antes copiaron o imitaron Lope de Vega, Alfonso Reyes o el propio Borges, autores dilectos del escritor. Hay que imitar pero saber detenerse, hasta encontrar el lenguaje propio y definir un estilo. Entonces, y s¨®lo entonces se puede empezar a crear personajes y a elaborar las tramas. En este libro la trama se nutre fundamentalmente de la lectura y la relectura, ¨¦sta incluye la revisi¨®n de aquello que se ha le¨ªdo y la observaci¨®n sobre uno mismo situado en el tiempo pasado y ya colocado por ello, por esa distancia temporal, en otro contexto del lenguaje, lo que se lee o relee ahora, se reelabora en primera persona, lo que se ley¨® o se hizo en el pasado, corresponde al reino del pronombre impersonal, fue ¨¦l, no yo, quien ley¨® y quien acometi¨® ciertas haza?as, casi incomprensibles y hasta rid¨ªculas. As¨ª uno se convierte en otro o se vuelve la suma extravagante de dos personalidades semejantes y diversas, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde enfrascados en la lectura y la relectura, pero tambi¨¦n en la escritura y la reescritura. Si alguno de ellos releyera o viera de nuevo una representaci¨®n de Hamlet, podr¨ªa ser Gustavo Esguerra reescribi¨¦ndolo o la regocijante Maruja La-noche Harris haciendo una cr¨ªtica literaria de la novela light llamada El mago de Viena, con lo cual la novela -?es novela?- se muerde la cola y se convierte en el centro de esa parodia incesante que nunca deja t¨ªtere con cabeza, incluyendo obviamente al propio autor.
Tres. En apariencia sencillo, gracias a un lenguaje cada vez m¨¢s transparente y cl¨¢sico, eficaz, opuesto a cualquier procedimiento practicado por las vanguardias, no es f¨¢cil descifrar sin embargo las claves ocultas del texto. No porque las explicaciones sean poco claras o insuficientes, al contrario, al reducir el relato a las frases simples que lo contienen, ¨¦ste se sostiene en equilibrio, conseguido a base de ocultos engarces en donde lo dicho se cubre de una zona obscura que puede ser producto de la parodia, de la caricatura, de la autoirrisi¨®n, o de la misma estructura.
Cuatro. Transformada sucesivamente, al principio con signo dram¨¢tico -como en El ta?ido de la flauta y muchos de sus cuentos- la escritura de Sergio Pitol ha devenido en una escritura par¨®dica y jocosa, como ¨¦l mismo la define, asombrado de que esa vena no hubiese aparecido antes, sobre todo "porque si algo abunda en mi lista de autores preferidos, son los creadores de una literatura par¨®dica, exc¨¦ntrica, desacralizadora". Su pasi¨®n por la narraci¨®n ha cambiado tambi¨¦n de signo. Es f¨¢cil percibirlo: en El mago de Viena y El arte de la fuga reelabora el arte de la narraci¨®n, las an¨¦cdotas que pudieran convertirse en posibles novelas o cuentos se van enredando entre el recuento de las lecturas o las biograf¨ªas de sus autores preferidos convirti¨¦ndose as¨ª en nuevos relatos donde los personajes principales pueden asemejarse a aquellos que pueblan sus obras favoritas o reescribe algunas de sus obras haciendo por ejemplo que un amigo dilecto, Vila-Matas, reaparezca con su nombre pero como el doble intruso o el fantasma que se inmiscuyera en uno de sus cuentos m¨¢s intensos, 'Nocturno de Bujara', cap¨ªtulo tambi¨¦n de esa magn¨ªfica novela -con cuentos perfectos-: Juegos florales.
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