Hay vida despu¨¦s de tocar fondo
Una pareja de ex toxic¨®manos que se qued¨® en la calle y perdi¨® la custodia de sus hijas lucha por salir adelante con ayuda municipal
Tocaron fondo cuando se instalaron en una casa okupa con sus dos hijas de cuatro y tres a?os, en un edificio del Casc Antic barcelon¨¦s. Perdieron la custodia de las dos peque?as, que permanecen en un centro de menores de la Generalitat. Eso ocurri¨® en febrero de 2004, cuando se quedaron en la calle. Dos a?os despu¨¦s, Carlos Quero y Carmen Noguera -junto con Carlos, su hijo de 10 meses- viven en uno de los pisos de inclusi¨®n social del Ayuntamiento de Barcelona y el mes que viene se mudar¨¢n a uno que han alquilado por sus propios medios, aunque ayudados por el Patronato Municipal de la Vivienda.
Carlos, de 31 a?os, y Carmen, de 25, acabaron convirti¨¦ndose en sin techo tras el proceso de destrucci¨®n al que les aboc¨® su adicci¨®n a la coca¨ªna. "Yo estuve enganchado nueve a?os. Trabajaba, pero claro... me lo pul¨ªa todo", explica Carlos. Ella, con menos a?os de adicci¨®n, trabaj¨® en la hosteler¨ªa, pero lo acab¨® dejando: "Yo estaba con ¨¦l". Lo explican en el comedor del piso municipal, en la Via Fav¨¨ncia. Comparten la conversaci¨®n una de las educadoras que a diario les ayudan, un responsable del Servicio de Inserci¨®n Social (SIS) y la organizadora de la selecci¨®n de las personas sin techo que pueden ocupar los pisos de inclusi¨®n social municipales.
Carlos y Carmen fueron 'sin techo' y ahora ocupan un piso del programa de inclusi¨®n
Llegar a uno de esos pisos sociales no es f¨¢cil. Carlos y Carmen, despu¨¦s de salir de la casa okupa, fueron a parar al SIS de Meridiana. Tuvieron una primera asistencia en albergues. Despu¨¦s pasaron a pensiones y ella fue a parar a una casa de acogida cuando ya le faltaban tres meses para tener al peque?o Carlos. En todo ese proceso, los dos se comprometieron en un programa de reinserci¨®n. Lo primero que hicieron fue seguir la terapia y los controles de deshabituaci¨®n de la coca¨ªna en el centro Spot. Carlos trabajaba en la rehabilitaci¨®n de fachadas y los dos quer¨ªan hacer lo que fuera para recuperar a las dos ni?as.
"Las personas que est¨¢n motivadas son las que mejor responden a los programas de inserci¨®n. Ellos son un ejemplo", apunta Gloria Columinas, que coordina el programa de los pisos de inserci¨®n. Hay que trabajar, controlar los gastos, ahorrar y pensar c¨®mo puedes vivir cuando salgas del paraguas de los servicios sociales. "Bueno, te controlan mucho, pero es normal, no es cuesti¨®n de que te ayuden y les tomes el pelo", resume ¨¦l con una sonrisa de oreja a oreja. Carles Cabr¨¦, del SIS de Meridiana, asiente: "S¨ª, somos los malos de la pel¨ªcula porque si las cosas no van bien les decimos que se acab¨®". Gente esperando ayuda no falta y estos servicios se centran en los que ya han decidido asumir responsabilidades. Para empezar, trabajando.
Las educadoras y trabajadoras sociales son las que controlan m¨¢s de cerca si los compromisos se cumplen o no. Por ejemplo, si se ahorra lo pactado, supervisando el estado de las libretas del banco: "Si vemos que se gasta m¨¢s de lo fijado, pues tenemos que re?irles". Lo dice con cara de circunstancias Lola Lacruz, una de las educadoras que ayuda a esta pareja ahora ex sin techo. "Pues s¨ª que te marcan. Que si gastas demasiado, que si esto... Mientras est¨¢s en los programas lo tienes todo cubierto: dormir y comer, y te tienes que ir preparando para la salida", apunta Carmen. No se cansa de repetir que han tenido mucha suerte: "Esto es una oportunidad que no tienen todos". Lo dice con cara de saber muy bien de qu¨¦ est¨¢ hablando, tras salir de un entorno familiar que m¨¢s bien era un infierno. Ella lleva aud¨ªfonos en los dos o¨ªdos, no por una enfermedad cong¨¦nita, sino por una paliza de uno de sus ocho hermanos. Su marido, Carlos, tampoco tuvo mejor suerte en la loter¨ªa del nacimiento. No conoce a su madre y su padre, explica ¨¦l, es toxic¨®mano. "A veces la vida no viene como quieres", dice Carlos.
Con un ni?o de tres meses, la permanencia en pensiones no es lo m¨¢s adecuado y en agosto del a?o pasado, cuando el consistorio puso en marcha el programa de los pisos de inclusi¨®n, Carlos y Carmen fueron seleccionados entre los candidatos a ocupar uno de ellos.
Estas viviendas est¨¢n amuebladas, tienen los electrodom¨¦sticos m¨¢s habituales -incluido televisor- y cuentan con todo el menaje necesario. El suministro de los servicios tambi¨¦n corre de cuenta del Ayuntamiento. Los pisos de Via Fav¨¨ncia -los tres en la misma planta- tienen tres habitaciones. "Nosotros nos pagamos la comida y nuestros gastos", explica Carlos.
Dos educadoras van a diario a su casa. "Hay que ayudarles a muchas cosas. Aveces los h¨¢bitos m¨¢s sencillos se han perdido", apunta Lola, una de las educadoras. O no se han tenido nunca. Ayudar a administrar el dinero, saber llevar una casa, atender debidamente a un ni?o, acompa?arles a los m¨¦dicos si hace falta... La lista de labores de asistencia es larga y por eso el control es bastante riguroso. "No se les puede dejar solos porque no conseguir¨ªan salir adelante", insiste Lola. La pareja asiente, sobre todo Carmen, con un gr¨¢fico "?uf!". Claro que tanto control a veces genera situaciones de conflicto. "Tenemos a dos personas encima. No son tus padres, pero casi. Tenemos ratos buenos y malos...", resume Carmen.
Los domingos la pareja puede ver a sus hijas, que est¨¢n en un centro del ¨¢rea metropolitana de Barcelona. "Nos dejan traerlas y pasar el d¨ªa con ellas en casa, pero tienen que volver al centro a dormir", explica Carlos. Est¨¢n contentos porque al principio s¨®lo las pod¨ªan ver con un educador presente. "Y eso era muy duro. Estamos trabajando y esforz¨¢ndonos para recuperarlas", a?ade el padre.
Las ganas que le ponen a todo son reconocidas por las trabajadoras sociales, que no dejan de cruzar los dedos. Los dos dejar¨¢n el piso dentro de un mes aproximadamente. Ya han alquilado uno cerca del actual, en Nou Barris. Les costar¨¢ 550 euros al mes. Para entrar, el patronato les avala y corre con los gastos, como las mensualidades de dep¨®sito, altas de suministro, etc¨¦tera, por una cantidad de unos 2.000 euros. Y la pareja, a cambio, tiene que demostrar cada mes que ha pagado el alquiler.
"Todav¨ªa faltan cosas, porque hay que pintarlo y amueblarlo. Pero tenemos muchas ganas. Si las cosas van bien, nos dejar¨¢n traernos a las ni?as los fines de semana. Adem¨¢s nosotros seguiremos esforz¨¢ndonos para recuperar la custodia", afirma ilusionado Carlos. A Carmen, su mujer, le da un poco de miedo no tener tanto control. "Seguiremos con la asistenta social que nos toque, pero ya no ser¨¢ lo mismo", dice mirando con verdadero cari?o a la educadora.
La conversaci¨®n llega a su fin. El peque?o Carlos tiene que cenar.
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