"La informaci¨®n nos convierte en lectores muy privilegiados"
Antonio Tabucchi (Vecchiano, Toscana, 1943) pasa la gran fiesta del libro de hoy en Barcelona. Ayer, la traductora Carme Arenas le someti¨® a una entrevista p¨²blica en el Ayuntamiento que sirvi¨® de preg¨®n a la gran fiesta de Sant Jordi. Esta ma?ana, el escritor, que asiste por primera vez "con mucha curiosidad" a esta celebraci¨®n, ten¨ªa previsto pasearse por los puestos de venta de libros y rosas para descubrir el aire peculiar que se respira por esta fecha en la capital catalana.
Acaba de sacar en Anagrama Autobiograf¨ªas ajenas, un libro de ensayos sobre su propia obra publicados de manera dispersa y ahora agrupados en un volumen que en Italia apareci¨® en 2003. Se trata de una especie de making off de sus grandes t¨ªtulos, como R¨¦quiem, Sostiene Pereira, Dama de Porto Pim o Se est¨¢ haciendo cada vez m¨¢s tarde. Una suerte de literatura muy posmoderna, como corresponde a nuestra ¨¦poca, a caballo del ensayo, la ficci¨®n y la cr¨®nica period¨ªstica. Por otra parte, en Italia acaba de aparecer L'oca al passo (Feltrinelli), que re¨²ne art¨ªculos period¨ªsticos publicados en EL PA?S, Le Monde y alg¨²n otro medio. Tabucchi subtitula el volumen como Notizie dal buio che stiamo attraversando (Noticias desde la oscuridad que atravesamos) y organiza el material en casillas, como en el juego de la oca, aconsejando al lector c¨®mo desplazarse por el texto seg¨²n sus intereses personales, un poco a la manera de Rayuela, de Cort¨¢zar.
"Unas veces, el encuentro con el lector da placer; otras da miedo"
"El 'Quijote' fue un gran libro cuando naci¨®. Hoy acumula un poso que le hace a¨²n m¨¢s grande"
"Un cuento m¨ªo y otro de Sciascia figuran en un sumario del juicio contra Adriano Sofri"
Pregunta. Hoy, en Barcelona, es el d¨ªa del encuentro entre escritores y lectores. ?A usted le gusta encontrarse con sus lectores?
Respuesta. Me azora mucho. Prefiero o¨ªr cosas de forma an¨®nima, robar impresiones, sin yo saber qui¨¦n es ese lector y sin ¨¦l saber que yo soy el escritor. Cuando hay reconocimiento, se crea una complicidad que impide la espontaneidad. Es como ser muy amigo de un actor y luego verlo en escena convertido en Polonio o Hamlet. Puede resultar rid¨ªculo, porque cuando hace de actor interpreta una autobiograf¨ªa ajena, de ficci¨®n, que no es la suya.
P. Usted narra en uno de los ensayos la inquietante carta que le env¨ªa un lector, donde le dice: "Usted ha escrito la autobiograf¨ªa que yo nunca fui capaz de escribir".
R. Unas veces, el encuentro con el lector da placer; otras, miedo. ?sta es una historia ver¨ªdica y debo decir que la carta me afect¨® mucho. Cada uno lee su propia historia. La literatura tiene ese poder misterioso y m¨¢gico de ponernos un espejo delante.
P. Escribe usted: "Un libro, para un escritor (aunque creo que para el lector tambi¨¦n), no acaba jam¨¢s all¨ª donde termina. Un libro es un peque?o universo en expansi¨®n".
R. El tiempo y la mirada de los dem¨¢s a?aden cosas que los escritores no hab¨ªamos previsto en principio. Hoy, con respecto a tantos libros del pasado, la informaci¨®n nos ha convertido en lectores muy privilegiados. Poseemos un bagaje interpretativo muy superior al de los contempor¨¢neos de la obra. El Quijote, por ejemplo. Hoy tenemos un carga de informaci¨®n iluminista, rom¨¢ntica, psicoanal¨ªtica, etc¨¦tera, que el lector de la ¨¦poca no ten¨ªa. Y si el Quijote ya fue un gran libro cuando naci¨®, hoy acumula un poso que le convierte en el Himalaya.
P. Usted habla de una suerte de "pacto novelesco" por el que el lector sabe que se le habla en clave de ficci¨®n. Sin embargo, en uno de los art¨ªculos de L'oca al passo refiere el caso rocambolesco de c¨®mo un cuento suyo y otro de Leonardo Sciascia fueron tomados como reales por una magistrada que juzgaba al l¨ªder extraparlamentario y fundador de Lotta Continua, Adriano Sofri.
R. La de Sciascia era una novela corta; me parece que se llama Una historia simple. Yo escrib¨ª un cuento que se public¨® en una recopilaci¨®n aparecida bajo el t¨ªtulo de El ¨¢ngel negro. El cuento en concreto se titula ?Puede el aleteo de una mariposa en Nueva York provocar un tif¨®n en Pek¨ªn?, que es una de las paradojas formuladas por la teor¨ªa de las cat¨¢strofes. Es un cuento sobre un interrogatorio, basado en una instrucci¨®n de sumario del Gran Inquisidor o de un proceso estalinista, que utiliza la misma t¨¦cnica: el fiscal consigue que el acusado confiese una culpa que nunca ha cometido, pero de la que acaba sinti¨¦ndose culpable. La autoinculpaci¨®n es un esquema que se repite. Naturalmente, cuando escrib¨ª el cuento tambi¨¦n ten¨ªa presente por los diarios la historia del se?or Leonardo Marino que, 20 a?os despu¨¦s de los hechos a juicio, dijo haber tenido una crisis de conciencia por la que confes¨® que Sofri y otras tres personas hab¨ªan ordenado uno de los asesinatos de los que se les acusaba. La crisis de Marino fue confirmada por un buen p¨¢rroco rural, quien declar¨® que en efecto hab¨ªa recibido en confesi¨®n a Marino. Como es l¨®gico, no revel¨® el contenido de la confesi¨®n, pero s¨ª a?adi¨® que en aquella ¨¦poca ve¨ªa cada noche a Marino dirigirse muy inquieto hacia la casa-cuartel de los carabineros. Yo a partir de ah¨ª me invent¨¦ una historia. Igual que las inventaba Sciascia, que a menudo se documentaba en expedientes judiciales. Pues bien, esos relatos figuran en el sumario de la juez como dos textos que pretenden influir en la sentencia. Dos libros, pues, para enviar a la hoguera. Ahora ya ha habido sentencia condenatoria de m¨¢s de 20 a?os para Sofri. Varios escritores hemos pedido clemencia al presidente de la Rep¨²blica, pero no la ha concedido. Carlo Ginzburg ha escrito un bonito libro sobre todo este juicio sin pruebas o con pruebas como la confesi¨®n de Marino. El caso es que el juicio se alarg¨® durante a?os. Y en sus sucesivas declaraciones, Marino acab¨® comport¨¢ndose exactamente igual que el personaje de mi cuento. Me ha copiado, se ha convertido en mi personaje.
P. Para usted, la literatura tiene un poder de anticipaci¨®n.
R. S¨ª. Eso me ocurri¨® tambi¨¦n con Sostiene Pereira. Yo lo escrib¨ª y publiqu¨¦ muchos a?os antes de que Berlusconi llegara al poder; por entonces era un empresario de la televisi¨®n y presidente del club de f¨²tbol. La historia de Pereira es conocida: un periodista que en los a?os treinta se opuso a la dictadura de Salazar. Pues bien, ese libro fue tremendamente atacado desde los medios de Berlusconi, que lo consideraron una cr¨ªtica al r¨¦gimen. En realidad, los periodos de moralidad inestable se parecen entre s¨ª. La Italia actual tiene muchos puntos en com¨²n con la zozobra de valores de la Rep¨²blica de Weimar.
"Espa?a tiene una conciencia colectiva mucho m¨¢s fuerte que Italia"
Pregunta. En su libro de art¨ªculos recientemente aparecido usted habla de un "nosotros dividido que siempre ha atormentado a Italia y le ha impedido adquirir la idea de naci¨®n acabada y suficiente, de una rep¨²blica normal". Eso parece todav¨ªa m¨¢s cierto tras las elecciones.
Respuesta. Un pa¨ªs puede estar hasta cierto punto dividido: eso forma parte del juego normal de la alternancia democr¨¢tica. El problema viene cuando ese pa¨ªs, adem¨¢s de dividido, est¨¢ en conflicto permanente. En los ¨²ltimos cinco a?os se han agudizado conflictos muy profundos en Italia. Es como si tuvi¨¦ramos dos pa¨ªses, uno contra otro. La insistencia casi subversiva de Berlusconi de no reconocer la derrota es una manera de convencer a sus electores de que la otra parte no ha ganado, y eso es envenenar el ambiente, buscar el conflicto.
P. ?No encuentra ning¨²n s¨ªntoma positivo?
R. Italia es un pa¨ªs desigual, hecho a manchas, como una piel de leopardo. Los electores se comportan de forma muy diferente dependiendo de las diferentes administraciones locales que han tenido. El hecho de que desde el Gobierno no se aliente la pacificaci¨®n, la unidad, en definitiva, el hermanamiento de todo el pa¨ªs saca lo peor de nosotros mismos. Esto me preocupa mucho.
P. Pero Italia siempre ha tenido grandes voces morales que han marcado el rumbo. En el pasado fueron las de Sciascia, Calvino o Montanelli. Hoy est¨¢n Eco, Magris, usted mismo. En Espa?a, los intelectuales tienen un peso menor.
R. Italia tiene conciencias individuales, est¨¢ hecha de personas fuertemente diferenciadas, mientras que Espa?a tiene una conciencia colectiva mucho m¨¢s fuerte que la italiana, que produce resultados evidentes. En las ¨²ltimas elecciones espa?olas, esa conciencia dio una respuesta contundente a la mentira, y en momentos as¨ª un pueblo encuentra elementos de uni¨®n muy fuertes. ?Ojal¨¢ Italia tambi¨¦n los encontrara!
Babelia
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