Carta a la baronesa
Querida Tita: me pongo en contacto contigo porque, como t¨², soy una amante de la naturaleza; porque, igual que a ti, me duele la muerte de los ¨¢rboles como si por mis venas corriera savia de pl¨¢tanos. Ese crimen. Has hecho un llamamiento p¨²blico en su defensa y p¨²blicamente quiero decirte que no est¨¢s sola, como yo me he sentido menos sola al o¨ªrte. Estoy segura, Tita, de que somos y seremos muchos m¨¢s. Debo agradecerte que hagas uso de tu privilegiada posici¨®n social para comprometerte con una causa tan noble.
Ya sab¨ªa de esa nobleza tuya porque tengo la satisfacci¨®n de compartir contigo el Comit¨¦ de Honor de la Fundaci¨®n Altarriba, que tanto trabaja en la protecci¨®n y defensa de los derechos de los animales, y es promotora del incomprendido e injustamente denostado y ridiculizado Proyecto Simio.
Me duele la muerte de los ¨¢rboles como si por mis venas corriera savia
Es un honor que compartimos con personas tan admirables como el premio Nobel de Literatura John M. Coetzee; la doctora Jane Goodall, premio Pr¨ªncipe de Asturias a la Investigaci¨®n Cient¨ªfica y T¨¦cnica; Jos¨¦ Saramago, Josep Carreras, Santiago Dexeus, Antonio Gala, Rosa Reg¨¢s o Carles Puyol, entre otros. Otros nobles.
Ya ten¨ªa previsto comunicarme contigo, Tita. Cuando hace unos meses recibimos la noticia del proyecto de reforma del paseo del Prado impulsado por el Ayuntamiento de Alberto Ruiz-Gallard¨®n la tristeza y la indignaci¨®n que nos produjo el terrible impacto ecol¨®gico, paisaj¨ªstico y, en consecuencia, humano que supon¨ªa nos impuls¨® a organizarnos.
Planeamos ponernos en contacto con una serie de personas que, por su relevancia social, cultural o medi¨¢tica, pudieran atraer la atenci¨®n de otros ciudadanos y de los medios, con el objetivo de evitar este acto vand¨¢lico contra nuestros ¨¢rboles y contra el paseo del Prado, que en el centro de Madrid es ya uno de los ¨²ltimos vestigios de una ciudad m¨¢s hermosa y m¨¢s sana. M¨¢s digna. Entre esas personas estabas t¨², Tita.
Mis amigos pensaban que llegar a ti era una pretensi¨®n demasiado ambiciosa, pero yo imaginaba lo que t¨² sientes cuando ves un ¨¢rbol centenario, pues ten¨ªa constancia de lo que puedes sentir cuando admiras a un animal bello e inocente o cuando contemplas la extraordinaria naturaleza de un cuadro.
Nos lo has demostrado. Pero, ya sabes, Tita, la vida se va complicando y uno relega lo que menos debe descuidar. No pusimos en marcha nuestro plan y es ahora cuando hago un llamamiento para que muchos se sumen a tu iniciativa. Yo me atar¨¦ tambi¨¦n a uno de esos olmos y pl¨¢tanos del paseo del Prado, "a cuyos troncos enormes uno puede abrazarse furtivamente si le asalta un desconsuelo urbano" (como s¨ª dije entonces en esta misma tribuna). Sin ellos, quedaremos desconsolados para siempre.
Perm¨ªteme, Tita, que emplee el recurso, de dudoso gusto, de la autocita, pero quiero transmitirte c¨®mo describ¨ª entonces lo que siento por esos ¨¢rboles, pues es posible que t¨² no hayas le¨ªdo a esta humilde gacetillera: "Monumentos naturales del paisaje y el ¨¢nimo de la ciudad, los ¨¢rboles centenarios llevan impresa nuestra memoria y, a su vez, nos recuerdan que tambi¨¦n nosotros estamos hechos de nervios y de savia, que echamos ra¨ªces o nos muda la piel y que van cayendo las hojas de nuestra biograf¨ªa.
En este h¨¢bitat de cemento y asfalto, nos recuerdan que no somos de piedra. Y con sus copas alt¨ªsimas y frondosas, nos protegen como abuelos grandes y nos dan aliento: el del ox¨ªgeno que nos roban los coches".
Con las obras de la M-30 ser¨¢n destruidos 12.000 ¨¢rboles; con la remodelaci¨®n del paseo del Prado, 700 m¨¢s. Seremos, pues, Tita, 700 los que nos atemos contigo para impedir que frente al Museo Thyssen se consume este crimen y construyan una asfixiante autopista.
Dicen que fuiste capaz de promover y cerrar el acuerdo cultural m¨¢s espectacular del siglo pasado en nuestro pa¨ªs porque eres una fuerza de la naturaleza. Por esa fuerza y por esa naturaleza s¨¦ que lograr¨¢s salvar tambi¨¦n este insustituible legado que la falta de escr¨²pulos proyecta destruir.
T¨², Tita, que cuando el fuego amenaz¨® tu casa lo primero que quisiste salvar fueron tus animales.
Cuando yo he sido un animal amenazado por el fuego, me ha salvado acercarme al Thyssen, contemplar un buen rato al Joven caballero en un paisaje de Carpaccio y sentarme despu¨¦s bajo la sombra de un pl¨¢tano en el paseo del Prado a evocar aquel ¨¢rbol a su izquierda, el armi?o a sus pies, el perro pendiente de su gesto eterno, el ciervo, los lirios y los p¨¢jaros.
Te debo todo ello. Gracias por tu atenci¨®n y tu nobleza, Tita. Nos vemos en los ¨¢rboles. Afectuosamente.
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