Elegancia barroca

Con ya una dilatada trayectoria a sus espaldas, Gloria Garc¨ªa Lorca (Nueva York, 1945) no ha perdido la ilusi¨®n, ni la inquietud. Pintora sensible y refinada, cuajada entre los aires art¨ªsticos neoyorquinos de su juventud, Gloria Garc¨ªa Lorca, desde hace a?os, ha buscado trasladar su mismo esp¨ªritu art¨ªstico por otros medios. En este sentido, hay que recordar lo que hizo mediante la t¨¦cnica del textil, con alfombras que reflejaban la misma fragancia que sus cuadros, aunque sometidos a una mayor disciplina material y conceptual. Ahora nos sorprende, con un desaf¨ªo mayor, empleando el barro refractario, la cera y la resina, materiales org¨¢nicos, pero, sobre todo, expandi¨¦ndose por el espacio hasta convertir sus obras en instalaciones. En tres dimensiones, el resultado conserva la hermosa frescura l¨ªrica de siempre, pero de manera mucho m¨¢s compleja. En principio, ha elaborado elementos modulares, a partir de cuya combinaci¨®n se generan posibilidades muy variadas, aunque marcadas por un mismo dinamismo espacial. El tema central que las articula es el "tornado", que puede construirse en forma de columna, desplegarse por la pared como brillantes part¨ªculas centr¨ªfugas o compactarse cual una suerte de relieve. Este dinamismo centr¨ªfugo o centr¨ªpeto puede adoptar tambi¨¦n un sutil movimiento maquinal, como en la cin¨¦tica pieza titulada Tornados blancos. En cualquier caso, Garc¨ªa Lorca sabe situarse en la intersecci¨®n de lo material y lo conceptual, entre lo org¨¢nico y lo calculado, entre el paisaje y la arquitectura. Ha limitado pr¨¢cticamente su paleta crom¨¢tica a casi un par de colores, blanco y rojo, pero no por ello ha perdido su luminosa fu?erza irradiatoria, ni tampoco la estimulante sensaci¨®n de atm¨®sfera. A pesar de su sobrio control es una obra hermosa, madura, envolvente y de impactante poder¨ªo escenogr¨¢fico. Es de una elegancia barroca, muy pensada y muy sensual. Un acierto.