Una f¨¢bula eterna
Como es sabido la leyenda o mitograf¨ªa de Eros y Psique se encuentra, en apariencia perfectamente independiente, en la parte central de los 11 libros que componen la novela de Lucio Apuleyo, Las metamorfosis, conocida m¨¢s habitualmente como El asno de oro, pues Lucio -el protagonista se metamorfosea en asno-. Es la ¨²nica novela latina que conservamos ¨ªntegra (El Satiric¨®n son s¨®lo fragmentos) y se debi¨® escribir en torno al a?o 160 de nuestra era, en el periodo que culturalmente se conoce como Segunda Sof¨ªstica. Apuleyo (natural de Madaura, hoy en Argelia, y que vivi¨® en Cartago) ser¨ªa uno de esos sofistas de voluntad de saber enciclop¨¦dica, "fil¨®sofos convertidos en int¨¦rpretes de las cosas divinas".
EROS Y PSIQUE
Lucio Apuleyo
Traducci¨®n de Alejandro Coroleu
Ep¨ªlogo de Antonio Betancor
Atalanta. Girona, 2006
128 p¨¢ginas. 16 euros
Pero lo cierto es que literaria, filos¨®fica, art¨ªstica y espiritualmente la leyenda de Eros y Psique ha tenido un largo y fecundo desarrollo iconogr¨¢fico e intelectual, aparte del texto general de la novela. La leyenda (complicada con magias y efectos divinos) ser¨ªa sucintamente ¨¦sta: Eros, hermos¨ªsimo hijo de Venus, se enamora -contra la voluntad de su madre- de una tambi¨¦n hermos¨ªsima muchacha llamada Psique, que tiene varias hermanas que la envidian. Condici¨®n para ese amor sexual es que la chica mortal nunca vea al chico inmortal. Pero Psique, una noche, esconde una l¨¢mpara y ve al espl¨¦ndido y juvenil Eros dormido sobre el lecho. El amor de la joven embarazada -vista la belleza del dios- es a¨²n m¨¢s violento. Tras magias, muertes y otras peripecias, Eros (que tambi¨¦n ama) logra el perd¨®n de Psique, y la hija que de ambos nace se llama Voluptuosidad (Voluptas).
Por supuesto el relato (que en s¨ª mismo no conlleva ninguna explicaci¨®n) se inserta en un contexto de religiones mist¨¦ricas (Cibeles, Isis) en las que se supon¨ªa iniciado a Apuleyo. Est¨¢ adem¨¢s el hecho "daim¨®nico", seres del aire que juegan o ayudan a los hombres y que son parte de lo divino, sin ser grandes dioses. Los cristianos los transformar¨ªan en "demonios", lo que no era el caso. Eros era para Plat¨®n un "d¨¢imon". A partir de aqu¨ª -y ya desde la Antig¨¹edad misma- la f¨¢bula ha sido objeto (como analiza bien Antonio Betancor en su ep¨ªlogo, algo m¨¢s de la mitad del presente volumen) de todo tipo de interpretaciones, desde el neoplat¨®nico Plotino hasta el psicoan¨¢lisis moderno (Jung) pasando por las lecturas aleg¨®ricas de Marciano Capella -de tanta influencia en la Edad Media- o la renacentista de Marsilio Ficino, unida al redescubrimiento de un Plat¨®n no pasado por el pensamiento ¨¢rabe: "La piedad, la reflexi¨®n filos¨®fica y la imaginaci¨®n simb¨®lica caminaban cogidas de la mano". De ah¨ª se llega a los rom¨¢nticos y m¨¢s tarde a los eruditos del XIX. Todav¨ªa -pintura aparte- el mito o leyenda es interpretado por Ker¨¦nyi, Erich Neumann o Edgar Wind. ?Un mito puramente espiritual -como pretende la apropiaci¨®n cristiana- o un complejo maridaje entre lo sensorial y lo ps¨ªquico para llevar al iniciado hacia una plenitud, que los viejos misterios velaban a los no iniciados? El alma anhela divinidad, pero lo daim¨®nico es tambi¨¦n carnal, y ambos buscan una plenitud a?orada, una plenitud sin cesuras. Dice el mexicano L¨®pez-Pedraza en su obra sobre este mito : "Perm¨ªtaseme apoyarme en el alquimista a quien le preguntaron qu¨¦ hab¨ªa logrado con su opus y respondi¨®: una dulce herida, un suave mal". ?Qu¨¦ otra cosa podr¨ªa ocurrir al nutrirse de un dios perfecto y desnudo? No olvidemos que se llam¨® Voluptuosidad al resultado de la uni¨®n. Las contradicciones y anhelos de Occidente en una f¨¢bula l¨ªrica y hermosa.
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