Que te vaya bonito, Antonio
La mirada hacia atr¨¢s, ?qu¨¦ abismo de trayecto recorrido, qu¨¦ derroche de tiempo! Se amontonan los recuerdos como si fueran viejas andr¨®minas del caj¨®n de sastre que es nuestra vida, y la gente que uno aprendi¨® a respetar, esos esp¨ªritus gigantes que descocertaban nuestra solitaria juventud, un d¨ªa se van, casi sin hacer ruido, sin pedir permiso. As¨ª entraron en nuestro tiempo y en nuestra biograf¨ªa, como unos invitados impertinentes que nadie invit¨®, pero que se acomodaron en el mejor de los sof¨¢s y nos siguieron los pasos. Los mir¨¢bamos de reojo, entre la admiraci¨®n y algo parecido al respeto. ?ramos aprendices de todo, hasta de ser rebeldes, y ellos estaban ah¨ª, alzados en la atalaya de su compromiso profesional, dando sentido al sinsentido de aquellos tiempos. Los que, en la lejania del miedo, am¨¢bamos el periodismo, mir¨¢bamos a Antonio Franco como una especie de t¨®tem at¨¢vico que concentraba, en su oronda figura, el esp¨ªritu democr¨¢tico, el compromiso period¨ªstico y el rigor profesional. Era, muy a su pesar, un referente y aunque nunca aspir¨® a ser l¨ªder de nada, lider¨® s¨®lidamente una forma de entender el periodismo. No recuerdo d¨®nde le conoc¨ª, el paisaje de ese primer d¨ªa que causa escalofr¨ªos en la nuca de los aprendices, pero recuerdo que me subi¨® la autoestima s¨®lo por estar ah¨ª, cerca del monstruo, y que no deb¨ª estar ni demasiado oportuna, ni nada brillante, atrapada en los tantos miedos que canalizaba mi excesiva pero inmadura personalidad. ?Ten¨ªa los 20? Deb¨ªa de tenerlos, porque ya hab¨ªa iniciado algunos caminos vitales que me llevar¨ªan a una maternidad felizmente prematura y a un primer amor para toda la vida..., que dur¨® alg¨²n tiempo. Antonio Franco no era mucho mayor que quien lo miraba ¨¢vidamente, pero ya era inmenso, con ese aire de periodista americano siempre a punto de descubrir la ¨²ltima corrupci¨®n del presidente. De alguna forma, no s¨¦ bien c¨®mo, encarnaba mucho de lo que la transici¨®n represent¨®.
Uno de estos d¨ªas de la semana que concluimos, se ha ido de El Peri¨®dico. Silenciosamente, sin nocturnidad porque era cosa sabida, ni otra alevos¨ªa que la pactada entre voluntades. Tocaba irse, me dicen los amigos comunes, por aquello de la salud y sus ritmos. La familia apretaba por un lado, el camino recorrido conclu¨ªa por el otro, y uno de esos d¨ªas cualesquiera, que no tienen otra singularidad que la que marca el calendario, Antonio Franco cerr¨® un largo episodio de su vida, que es un largo, denso, apasionado episodio de la vida de todos. La transici¨®n de su mandato ha sido tan suave, que ni tan s¨®lo ha alimentado la voraz chafarder¨ªa patria. No hay ni un rumor que darse como bocado. Tampoco se ha producido un ruido excesivo, m¨¢s all¨¢ de la sorpresa de pasillos, alguna pregunta con vocaci¨®n impertinente y un par de elogios improvisados. Personalidad elegante, m¨¢s all¨¢ de su car¨¢cter terco y algo salvaje, se ha ido como se van los grandes. Sin sobreexcitarse.
De los muchos momentos, recuerdo uno especialmente significativo. Nos cit¨® en su despacho del peri¨®dico. Ten¨ªa en sus manos dos grandes portadas en maqueta, en dos colores distintos. Nos pregunt¨® qu¨¦ diferencias adivin¨¢bamos entre una y otra. ?ngel Colom, que por esos tiempos viajaba en mis tiempos, y era un hombre minucioso, mir¨® largamente la mesa de Franco. Yo, m¨¢s impetuosa, hice un par de comentarios: cambio de color, cambio de formato, letra m¨¢s peque?a... Su sonrisa, en ese cuerpo grande, era de ni?o peque?o. Al final, plet¨®rico vencedor, nos espet¨® triunfante: "A¨²n no hab¨¦is visto que una de las portadas est¨¢ escrita en catal¨¢n". ?Era tanta la similitud, tanta la normalidad, era tanto el mismo peri¨®dico, que el catal¨¢n no entraba como una conquista, sino como un acto de madurez. Y pr¨¢cticamente ni se ve¨ªa. Y entonces empez¨® una amplia explicaci¨®n excitada, su proyecto largamente so?ado, su trabajo de seducci¨®n a propios y extra?os, su lindo tributo a la profesi¨®n y al pa¨ªs. Nunca supe si, en ese preciso instante, sent¨ªa alg¨²n miedo por el riesgo que iba a asumir, pero entend¨ª que aquel gran proyecto era su gran ilusi¨®n. Y si siempre le hab¨ªa adivinado una humanidad emotiva y vulnerable, ese d¨ªa comprob¨¦ hasta qu¨¦ punto Antonio Franco era un hombre sensible. Al salir, ?ngel me dijo: "hoy hemos asistido a algo muy importante para Catalu?a".
Se ha ido del periodismo. Supongo que como se van los grandes profesionales que a¨²n tienen mucho que decir y tanto por reflexionar: se va un rato. Lo veremos, seguro, en entrevistas de televisi¨®n, o en debates radiof¨®nicos, o quiz¨¢s le leeremos. Pero ha dejado de dirigir uno de los grandes peri¨®dicos del pa¨ªs y, con ello, ha cerrado p¨¢gina grande. Que la sucesi¨®n sea de altura, que su equipo se mantenga en equipo, que todo est¨¦ bien trabado no implica que su despedida no sea relevante. Muy al contrario, es de una gran relevancia que uno de los hombres que ha marcado con m¨¢s pasi¨®n el periodismo de los ¨²ltimos a?os, se vaya a casa tranquilamente, adi¨®s, fue bonito... En la despedida, me permito una confesi¨®n, una queja y un par de elogios. Lo primero, quiero confesar a Antonio que siempre le tuve algo de miedo. Y no por su grandeza corporal o por su poder medi¨¢tico, que ambos eran considerables, sino por el respeto que me infund¨ªa. Miedo a no estar a la altura de su mucha altura, cuando se pone alto. Algo parecido me pasa con Cun¨ª, pero esto no se lo dir¨¦ a¨²n a Josep, por si acaso... La queja, el exceso de persecuci¨®n que sufr¨ª en los tiempos de la pol¨ªtica desde sus p¨¢ginas m¨¢s corrosivas. Ahora que nos hemos hecho todos grandes, creo que Antonio se pas¨® alg¨²n pueblo conmigo. Aunque le doy la importancia relativa que tienen siempre las cuitas del pasado. Y los elogios, los evidentes, no ser¨¦ original: elogio al hombre que ha dedicado su vida a informar rigurosamente y, a la vez, de forma popular, reinventando el lenguaje period¨ªstico hasta el punto de marcar tendencia y estilo. Quiz¨¢s un visionario. Quiz¨¢s un pionero. Y elogio al tipo que nunca perdi¨® su condici¨®n de colega, de cercano, uno de los nuestros, a pesar de los tacones de poder que le otorg¨® la vida y su buen quehacer. Lindo tipo, buena gente. Va por ti, colega, el beso que te mando.
www.pilarrahola.com
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