El CSKA rompe el 'm¨¦todo Ivanovic'

Dusko Ivanovic no logr¨® enderezar la tortuosa relaci¨®n del Winterthur Barcelona con las finales a cuatro. Dos jugadores, Papaloukas y Holden acabaron por desquiciar a su equipo casi tanto como las 34 faltas con las que fueron castigados sus jugadores, y le dieron el pasaporte para la final al CSKA de Mosc¨². En unas horas desparecieron hasta las migajas de la ocasi¨®n de oro que ten¨ªa el baloncesto espa?ol en Praga y sus dos representantes deber¨¢n jugar ma?ana el obligado partido por el tercer puesto. Nueve finales a cuatro ha disputado el Barcelona. S¨®lo ha conseguido llevar una a sus vitrinas. El CSKA frustr¨® una nueva ocasi¨®n. Supo mantenerse en los peores momentos, cuando lleg¨® a perder por 13 puntos, y dio carrete a la inspiraci¨®n de dos de los tres o cuatro jugadores que posee con capacidad para ello. Fueron el griego Papaloukas y el estadounidense nacionalizado ruso Holden los que desestabilizaron al Barcelona. El tercer cuarto result¨® decisivo porque fue cuando el CSKA revirti¨® el marcador y cuando el Barcelona dio s¨ªntomas alarmantes porque se raj¨® su defensa y se congel¨® su ataque.

El equipo de Messina supo mantenerse en el peor momento, cuando perd¨ªa por 13 puntos

La semifinal sublim¨® el valor de los tecnicismos. Cada movimiento ten¨ªa una r¨¦plica programada. Parec¨ªa una partida de ajedrez previamente programada por dos superordenadores de ¨²ltima generaci¨®n. Con la diferencia de que tienen nombre y apellidos, Dusko Ivanovic y Ettore Messina. Son dos entrenadores en la cresta de la ola. Eso, tal vez con la excepci¨®n del Maccabi, demuestra por d¨®nde van los tiros en la ¨¦lite del baloncesto europeo. La neurona se cotiza m¨¢s que la mu?eca, predomina el sentido t¨¢ctico. y no quedan muchos resquicios para los alardes t¨¦cnicos, ni siquiera de los mejores jugadores. Todo est¨¢ medido, todo perfectamente predeterminado. L¨®gicamente, nada es exacto pero cada jugador debe saberse al dedillo el plan A, el plan B y, v¨¢yase a saber hasta cu¨¢ntas variantes posibles para reaccionar de forma autom¨¢tica a cada movimiento del rival.Hasta d¨®nde llega la cuesti¨®n, que el CSKA, incluso en sus peores momentos, al principio, pod¨ªa ver un haz de luz gracias a las faltas que forz¨® por parte de Marconato y De la Fuente, que sec¨® a Langdon y del que ya no se supo.

El Barcelona, gracias a su meticulosa defensa, consigui¨® incomodar al CSKA y mantener el ritmo que le convino para elegir cuando deb¨ªa jug¨¢rsela Williams y cu¨¢ndo eleg¨ªa poner a prueba su punter¨ªa a base de triples. La cosa le sali¨® magn¨ªficamente porque lleg¨® a sumar cinco en ocho intentos, mientras que el parcial por entonces del CSKA era de 0 de 4, una diferencia demoledora. Fue el momento de mayor dominio del Barcelona, que lleg¨® a dar un estir¨®n de 13 puntos (32-19). Pese a dejar medio inutilizado a Marconato, en el banquillo para preservarlo de las faltas, Messina no se decid¨ªa a dar cuerda al juego interior.

Si el CSKA se enganch¨® al partido fue gracias a Papaloukas, un tipo muy avispado que, con acciones muy t¨¦cnicas, logr¨® hacer mella en la cori¨¢cea defensa del Barcelona. Todo estaba medido. Si se quedaba emparejado con Williams, Papaloukas hac¨ªa valer su mayor altura, si Holden se quedaba con Tr¨ªas, aprovechaba su mayor velocidad.

Las faltas hicieron un tremendo da?o al Barcelona. El CSKA se forr¨® desde la l¨ªnea de tiros libres. Smodis se faj¨® bajo los aros y acab¨® campando a sus anchas pero eran sus hombres exteriores, Papaloukas con sus penetraciones y Holden y Langdon, correteando y amenazando con el tiro la clave. Hasta el punto de que Fucka cometi¨® el grave error de incurrir en una falta t¨¦cnica. Fueron los peores momentos del Barcelona, que se desequilibr¨® por completo. Sus jugadores perdieron los nervios. En algunos de los ¨²ltimos partidos en la Liga ACB Grimau y Trias hab¨ªan maquillado la evidente ausencia de un base y un p¨ªvot para completar la plantilla de su equipo. Pero, ya se sab¨ªa de antemano que una final a cuatro de la Euroliga requiere otro nivel. Holden solt¨® su mu?eca sin que Basile ni ning¨²n otro pudiera impedirlo, Papaloukas sigui¨® a lo suyo, horadando la defensa, y Smodis hasta brill¨® bajo el aro como si de un poste alto se tratara. El Barcelona tampoco encontr¨® ox¨ªgeno con su discontinuidad ofensiva. Ninguno de sus jugadores era capaz de coger una racha. La suerte estaba echada. No habr¨¢ finalista espa?ol, el t¨ªtulo volver¨¢ a ser cosa del Maccabi o del CSKA.