El amor
1 El amor es ciego, pero el matrimonio le devuelve la vista" (Lichtenberg).
2 Una encuesta ha revelado que la palabra amor es la m¨¢s apreciada por los espa?oles. Creo que anda en lo cierto quien ha sugerido que la encuesta miente y en realidad la palabra preferida y m¨¢s en boca de todos los espa?oles es dinero. Dinero, ¨¦sa es la palabra. ?Acaso o¨ªmos hablar del amor por ah¨ª, por nuestras plazas y calles? ?Pero si ni siquiera ya es posible preguntarse de qu¨¦ hablamos cuando hablamos del amor!
3 Preg¨®n nocturno de Antonio Tabucchi en el Ayuntamiento de Barcelona. El alcalde Clos le llama "Tabuxi" repetidas veces y el escritor italiano, que contiene alg¨²n que otro bostezo, queda sorprendido cuando se entera de que su anfitri¨®n es anestesista. "?Anestesia el amor?", parece estar pregunt¨¢ndose Tabucchi. Al d¨ªa siguiente, almorzamos en el restaurante Principal de la calle de Proven?a, que se convierte de pronto en sede central de un nuevo movimiento literario. Tanto Tabucchi como yo pensamos que la nueva narrativa camina hacia el postre moderno que sirven en este local. La postremodernidad es un club que s¨®lo tiene por ahora dos socios. Pensamos impedir el paso a ciertos descerebrados que dan lecciones en sus rancios blogs sobre lo posmoderno. "Estos retrasados s¨®lo podr¨¢n entrar en el club a t¨ªtulo p¨®strumo", sentencia Tabucchi, el presidente.
4 "No hay relaci¨®n sexual", dijo Lacan en su momento, y caus¨® sorpresa en el mundo civilizado (en Espa?a no hubo tal extra?eza porque ni se enteraron, es decir, siguieron follando). Pero el mundo civilizado se escandaliz¨®. En realidad lo que quiso decir Lacan no fue que el amor no existe (y mucho menos que una consumaci¨®n sexual feliz es imposible, como interpretaron algunos progres de la ¨¦poca), sino algo mucho m¨¢s simple y radical: que no hay ciencia del amor ni f¨®rmulas para ¨¦l. ?Por qu¨¦? Porque el sexo coloca a la raz¨®n en conflicto consigo misma, es el lugar donde la raz¨®n trastabilla.
5 El amor es una invenci¨®n de Occidente. L¨¦ase a Denis de Rougemont. O bien al maestro Proust, casi siempre infalible cuando habla del amor: "Amamos a partir de una sonrisa, una mirada, un hombro. Con eso basta; entonces, en las largas horas de esperanza o de tristeza, fabricamos una persona, componemos un car¨¢cter".
6 Me acuerdo de que Stendhal en su brillante libro Del amor agota todo lo que puede decirse, de forma razonable, sobre el tema. All¨ª creo recordar que es donde dice que el primer amor de un joven que est¨¢ entrando en el mundo es normalmente un amor ambicioso y que raramente se inclina por una jovencita dulce, amable, inocente; s¨®lo muchos a?os despu¨¦s cambia de gustos y comienza a reparar en las virtudes de la dulzura, la amabilidad y la inocencia.
Stendhal se enamor¨® en Italia y dicen que en realidad se enamor¨® de Italia. Su coup de foudre adopt¨® el rostro de una actriz que cantaba en Ivrea El matrimonio secreto, de Cimarosa. Recuerdo que la actriz ten¨ªa un diente delantero roto. Pero, por supuesto, eso no tuvo la menor importancia para el repentino enamorado. Y es que el coup de foudre nunca repara en nimiedades de este estilo.
Y en fin. Recuerdo que Werther -el rom¨¢ntico personaje de Goethe- se enamora de Carlota, apenas entrevista por una puerta mientras corta rodajas de pan para sus hermanitos, y esta primera visi¨®n, aunque trivial, va a conducir a Werther a la m¨¢s fuerte de las pasiones y al suicidio.
Mi conclusi¨®n provisional: el amor se instaura sin raz¨®n aparente.
7 Amor catal¨¢n en Sant Jordi por los best sellers. Satisfacci¨®n general de mis paisanos. "Ya nos hemos normalizado", o¨ª decir el domingo pasado. De la mano de algo que le¨ª del argentino C¨¦sar Aira, paso a limpio mis pensamientos. Veamos. El best seller sali¨® de la idea anglosajona de crear un entretenimiento masivo que usara como soporte la literatura. Dice Aira: "Es algo as¨ª como literatura destinada a gente que no lee ni quiere leer literatura, y a la que no hay que reprocharle nada, por supuesto; ser¨ªa como reprocharle su inhibici¨®n a gente que no quiere practicar caza submarina".
El best seller es material de lectura para gente que, si no existiera ese material, no leer¨ªa nada. De ah¨ª lo injustificado de aquellos que viven alarmados pensando que declina el lector literario. Creer que alguien pueda dejar de leer a Franz Kafka para leer a Isabel Allende es una ingenuidad.
El libro literario siempre es parte de una biblioteca. Aislado, vale muy poco. "El s¨ªmbolo genuino del aficionado a la literatura", dice Aira, "no es el libro, sino la biblioteca. Y eso se debe a que la literatura hace sistema". Me acuerdo de que hace muchos a?os le¨ª ?Mira los arlequines!, de Nabokov, y me gust¨® tanto que empec¨¦ a buscar los libros de este autor publicados en Espa?a, y tambi¨¦n recuerdo que esos libros me hicieron pasar a leer a autores que Nabokov apreciaba y fui nadando en c¨ªrculos conc¨¦ntricos que terminaron abarcando la literatura entera. "En cambio", dice Aira, "si uno lee un best seller, por ejemplo una novela sobre el contrabando de material radiactivo en el B¨¢ltico, y le gusta, aunque sea el libro que m¨¢s le ha gustado en su vida, es muy improbable que uno sienta deseos de leer otra novela sobre contrabando de material radiactivo en el B¨¢ltico, ni siquiera otra novela que pase en el B¨¢ltico".
En el fondo, el problema no es que sea horrible que el libro literario sea minoritario, sino todo lo contrario: el problema es que esa clase de libro quiera dejar de ser minoritario.
8 Cuando voy por la Rue Vaneau de Par¨ªs y paso por delante del antiguo domicilio de Julien Green me acuerdo siempre de algo que escribi¨® sobre el amor: "Para quien no anda preparado para ser visitado por ¨¦l, el Amor es una molestia considerable".
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