Matrix
Los asesinos vocacionales se dividen en dos categor¨ªas: los organizados y los desorganizados. Los organizados son fieles a un modus operandi y planean con cuidado sus cr¨ªmenes: un ejemplo cl¨¢sico es el de Henri Landru, guillotinado en 1922 por el asesinato de 10 mujeres (a las que rob¨® todo el patrimonio) y un muchacho. Los desorganizados improvisan en cuanto se les ofrece una ocasi¨®n o cuando se les dispara el ansia de matar, generalmente asociada al deseo sexual: el paradigma es Jack el Destripador, que en 1888 asesin¨® y mutil¨® a cinco prostitutas en Londres.
La clasificaci¨®n organizado-desorganizado resulta igualmente ¨²til en el ¨¢mbito de los futbolistas antideportivos. Los organizados son met¨®dicos y suelen elegir con antelaci¨®n a su v¨ªctima: insultan, provocan, pegan discretamente y con eficacia, cuentan con un plan de emergencia (en caso de apuro, alegan que los agredidos son ellos) e intentan coleguear con el ¨¢rbitro igual que los asesinos procuran establecer v¨ªnculos con la polic¨ªa.
Un senador propuso que Materazzi fuera juzgado "como un delincuente com¨²n"
Pavel Nedved, interior del Juventus, es un gran organizado.
Los desorganizados son los que no pueden resistir la tentaci¨®n de cometer una burrada. Muchos de ellos son encantadores fuera del estadio, visitan a los ni?os en el hospital y ayudan a los compa?eros en dificultades. Pero en cuanto pisan hierba se les cruzan los cables. Quiz¨¢ resulten menos despreciables que los organizados; son, sin duda, m¨¢s peligrosos. Hacen faltas terribles, y, en consecuencia, coleccionan sanciones. Que no sirven de gran cosa, porque las cumplen y vuelven a las andadas.
El m¨¢s notable desorganizado del calcio es Marco Materazzi, central del Inter, tambi¨¦n llamado Matrix por su afici¨®n a la patada voladora.
Materazzi encabeza la lista de los personajes detestados en el f¨²tbol italiano. El codazo a Sor¨ªn en la eliminatoria europea frente al Villarreal fue tremendo, pero nada particular en el historial de Matrix, capaz de alcanzar niveles de violencia realmente extraordinarios. En un Milan-Inter de 2003 le peg¨® a Shevchenko una patada en las costillas. Un a?o despu¨¦s, en otro Inter-Milan, clav¨® la puntera en el pecho de Inzaghi. Luego se gan¨® dos meses de descalificaci¨®n por pelearse a pu?etazos con Cirillo, del Siena, en el t¨²nel de vestuarios. En octubre pasado realiz¨® una entrada estremecedora a Ibrahimovic. Un senador de la posfascista Alianza Nacional propuso que Materazzi fuera juzgado "como un delincuente com¨²n".
El temible Matrix carece del cinismo de los defensas organizados, fieles a un viejo lema italo-argentino ("si sobresale de la hierba, p¨¦gale duro; si resulta que es el bal¨®n, paciencia") porque lo suyo es el gore irracional, la locura repentina, la violencia gratuita. Su padre, el t¨¦cnico Giuseppe Materazzi, ha tenido que pronunciar m¨¢s de una vez la frase "mi hijo no es un asesino", m¨¢s propia de las cr¨®nicas de sucesos que de las p¨¢ginas deportivas. El propio Matrix llam¨® una noche a un programa de televisi¨®n para gimotear que sus condiciones t¨¦cnicas eran mediocres y que a veces no pod¨ªa controlarse. Internet est¨¢ lleno de insultos a Materazzi. Algunas p¨¢ginas, como loscarsomaterazzi.splinder.com se dedican en exclusiva a eso, a insultar al "carnicero" Materazzi.
La justicia deportiva hace poco. Hay, sin embargo, otra justicia: la del bal¨®n. Ayer funcion¨®. Empoli-Inter, minuto 92, 0-0. Materazzi controla un bal¨®n junto a la l¨ªnea del centro del campo y, en un arrebato de inspiraci¨®n, decide cederla hacia atr¨¢s. Suelta un globo que pasa por encima del portero y marca, en propia meta, el gol m¨¢s hermoso de su vida.
La cara que se le qued¨® a Matrix vali¨® por varias sanciones.
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