EE UU pierde Am¨¦rica Latina
Abrumado por su despliegue en otras regiones y con un Gobierno desprestigiado, EE UU parece perder el control de su propio continente. Algunos testimonios as¨ª lo sugieren
Mientras EE UU no miraba, Latinoam¨¦rica se desplaz¨® hacia la izquierda. Hacia la izquierda cl¨¢sica y hacia el populismo, que para algunos es izquierda. La conmoci¨®n del 11-S facilit¨® un abandono que ven¨ªa de lejos: EE UU se olvid¨® de su patio trasero, primero porque la URSS dej¨® de existir y despu¨¦s, porque Al Qaeda no instal¨® sus campamentos en el Amazonas. Ahora, la pol¨ªtica exterior unilateral de Washington y la guerra de Irak, unidas a la decepci¨®n causada por las expectativas del intento de liberalizaci¨®n bautizado como el "consenso de Washington", se han combinado para crear una opini¨®n p¨²blica latinoamericana extremadamente cr¨ªtica con EE UU. Nunca como en estos momentos, seg¨²n observadores de todas las tendencias, las dos orillas del R¨ªo Grande -el r¨ªo Bravo del Norte, para los mexicanos- han estado tan alejadas.
Hay un c¨ªrculo vicioso. Los Gobiernos critican a EE UU porque lo exige la opini¨®n p¨²blica, y viceversa
Washington empieza a hacer esfuerzos para convivir con Gobiernos de izquierdas como los de Brasil y Chile
EE UU tiene que abordar problemas comunes con Am¨¦rica Latina: inmigraci¨®n, comercio, narcotr¨¢fico
?Est¨¢ perdiendo EE UU a Latinoam¨¦rica? Y, si fuera as¨ª, ?deber¨ªa ser un motivo de preocupaci¨®n? ?Qu¨¦ relaci¨®n hay entre la superpotencia y el resto de los pa¨ªses con los que comparte el hemisferio americano? ?Qu¨¦ va a hacer el Departamento de Estado -y la izquierda tradicional- con la marea populista y con Hugo Ch¨¢vez? Washington es un observatorio privilegiado para encontrar respuestas entre los que hacen la pol¨ªtica estadounidense, sus interlocutores -primeras figuras en las embajadas o dirigentes que viajan con frecuencia a la capital norteamericana- y los expertos de las instituciones y los centros de an¨¢lisis.
Desde las ventanas del Departamento de Estado, en Washington, s¨®lo se divisan dos Gobiernos muy amigos al sur del R¨ªo Grande: Colombia (con presidenciales el 28 de mayo) y El Salvador. Con otros como Brasil (elecciones en octubre), Argentina, Chile y Uruguay, que tienen ejecutivos de la izquierda cl¨¢sica o sui g¨¦neris, hay buenas relaciones, pero no sinton¨ªa completa. El resto se divide entre los que tienen Gobiernos populistas -hostiles, como el de Hugo Ch¨¢vez en Venezuela, con elecciones en diciembre, o reci¨¦n elegidos, como el de Evo Morales en Bolivia- y los que pueden tenerlos, con matices, como Per¨² (segunda vuelta electoral el 28 de mayo, entre Alan Garc¨ªa y Ollanta Humala), M¨¦xico (elecciones en julio), Ecuador (octubre) y Nicaragua (noviembre), entre otros.
En la calle latinoamericana, con m¨¢s de 500 millones de habitantes, el 60% tiene una opini¨®n negativa de EE UU; s¨®lo el 34% conf¨ªa en el liderazgo de Washington, seg¨²n el Latinobar¨®metro. La visi¨®n positiva de EE UU en Brasil pas¨® del 56% del a?o 2000 al 34% en 2003, seg¨²n el Pew Center; el 71% de los latinoamericanos creen positivo que EE UU se sintiera vulnerable el 11-S.
"Lo que est¨¢ pasando es grave. Si ibas a Am¨¦rica Latina en los sesenta, t¨² encontrabas cantidad de Gobiernos con sentimientos antiamericanos. Hoy son los pueblos los que los tienen", dice Andr¨¦s Pastrana, ex presidente de Colombia y embajador en Washington. Su pa¨ªs es una excepci¨®n a la regla del aislamiento de EE UU en Iberoam¨¦rica, y lo que ¨¦l piensa y dice a los estadounidenses cuando le piden su opini¨®n y sus recomendaciones les importa, por su perfil y porque es un amigo: "Yo creo que ellos no lo han medido, y t¨² est¨¢s viendo el reflejo en muchas cosas; hay un abandono en temas que son fundamentales".
Jorge G. Casta?eda, ex canciller de M¨¦xico y uno de los pol¨ªticos m¨¢s capaces y mejor situados para analizar estas relaciones, cree que hay una situaci¨®n nueva: "Nunca, en todos mis a?os en la pol¨ªtica, recuerdo tantas cr¨ªticas a EE UU como ahora en Latinoam¨¦rica. Ni cuando los conflictos de Cuba, en los sesenta, ni siquiera en los ochenta, con las guerras centroamericanas, hab¨ªa el grado de sentimiento antiamericano que hay en todos los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, en la opini¨®n p¨²blica y en los Gobiernos. ?Lula es el amigo de EE UU en Brasil! ?El resto del pa¨ªs est¨¢ a su izquierda!".
Roberto ?lvarez, embajador de la Rep¨²blica Dominicana ante la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA) y empresario, se une a estas voces. "En los niveles pol¨ªticos altos, EE UU tiene un escaso nivel de atenci¨®n hacia Latinoam¨¦rica, aunque eso no es nada nuevo".
"EE UU ha perdido un cierto liderazgo moral y pol¨ªtico", apunta Arturo Valenzuela, director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, que cree que el distanciamiento se debe "no tanto al descuido de EE UU, que existe, sino a las diferencias que ha habido con la pol¨ªtica exterior de Bush". Valenzuela, que fue asesor de Clinton para Asuntos Interamericanos, cree que "hab¨ªa una relaci¨®n de confianza, de cierto entendimiento, y mucho de ello se ha perdido".
Washington deber¨ªa estar preocupado, considera Adam Isacson, especialista en Latinoam¨¦rica del Center for Internacional Policy: "No s¨®lo la mayor¨ªa de los l¨ªderes no est¨¢n muy entusiasmados con EE UU, sino que, de hecho, est¨¢n siendo elegidos, en parte, por sus palabras contra EE UU. Y es grave que el antiamericanismo ayude a alguien a ser elegido".
Eso es exactamente lo que argumenta Casta?eda, que cree que el antiamericanismo encierra peligros: "S¨ª, porque obliga a los Gobiernos a ser antiamericanos, y al obligarles a serlo, se vuelve un c¨ªrculo vicioso: ellos tienen que ser antiamericanos, porque la opini¨®n p¨²blica lo es; y la opini¨®n p¨²blica se vuelve a¨²n m¨¢s antiamericana porque los Gobiernos lo son, y tienen m¨¢s conflictos con EE UU".
?Por qu¨¦ Washington se olvid¨® de su patio trasero? ?lvaro Vargas Llosa, que dirige el Centro para la Prosperidad Global en The Independent Institute, explica as¨ª la desaparici¨®n de Latinoam¨¦rica: "Los atentados del 11-S juegan un papel muy importante; despu¨¦s, en la guerra contra el terror, Am¨¦rica Latina es un escenario bastante irrelevante. Pero hubo otros factores: luego de la ola de reformas de los noventa, mal llamadas neoliberales y que se asocian con el 'consenso de Washington', hubo una etapa de par¨¢lisis total: la recesi¨®n mundial del 98, la crisis financiera... y en Iberoam¨¦rica se detuvieron las reformas. Esto pill¨® por sorpresa a EE UU, que no entendi¨® muy bien qu¨¦ pasaba. De alg¨²n modo, alborot¨® la br¨²jula que Washington ten¨ªa para Latinoam¨¦rica y contribuy¨® a esa especie de inhibici¨®n. Todo eso hizo que sali¨¦ramos un poco del radar gringo".
"Si Ch¨¢vez fuera un dirigente musulm¨¢n, lo que dice ser¨ªa noticia de primera p¨¢gina; pero, como habla en espa?ol, todo el mundo bosteza", escribi¨® en The Daily Telegraph el profesor Niall Ferguson, escandalizado por "la extra?a indiferencia" de EE UU hacia la regi¨®n, cuando all¨ª est¨¢ "el 8,5% de las reservas de petr¨®leo del mundo", en un momento en el que "las pol¨ªticas populistas garantizan problemas y pueden violar derechos pol¨ªticos y de propiedad" y cuando "el 42% de la inmigraci¨®n que recibe EE UU viene de Latinoam¨¦rica".
EE UU deber¨ªa prestar m¨¢s atenci¨®n a Latinoam¨¦rica, reclaman, en definitiva, voces distintas. "En una situaci¨®n ideal, s¨ª, deber¨ªa, pero si tenemos en cuenta ciertas realidades pol¨ªticas, despu¨¦s de Afganist¨¢n e Irak, y econ¨®micas, como el estado del presupuesto, es f¨¢cil ver que en la pr¨¢ctica, no somos capaces de tener una relaci¨®n m¨¢s profunda y gastar m¨¢s dinero en Latinoam¨¦rica", responde Carl Meacham, que se encarga de la pol¨ªtica latinoamericana del senador Richard Lugar, presidente del Comit¨¦ de Relaciones Internacionales.
En algunas ¨¢reas, asegura Meacham, se hacen bien las cosas, y en otras, no tan bien. "Lo hacemos bien en el comercio: hay tratados con M¨¦xico -dentro del TLC-, con Centroam¨¦rica, con Chile, reci¨¦n firmados con Per¨² y Colombia, y Uruguay quiere otro. Pero en la pol¨ªtica no tenemos la misma llegada y la misma influencia de hace diez a?os. Y eso no es bueno. Es malo para EE UU y es malo para el hemisferio: nos podr¨ªamos beneficiar todos si hubiera m¨¢s relaciones".
Da la impresi¨®n de que eso tendr¨¢ que esperar. A corto plazo, dice con crudeza Adam Isacson, Am¨¦rica Latina no va a ser una prioridad para EE UU "porque all¨ª no est¨¢n muriendo 20 soldados por semana, ni acaban de elegir a Ham¨¢s, ni hay programas de desarrollo de armas nucleares".
La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha corregido en parte el descuido de su antecesor -explicable, porque a Colin Powell le toc¨® el 11-S, las guerras y el unilateralismo- y viaja con cierta frecuencia a la zona. En 2005 tuvo cintura suficiente -despu¨¦s de pedir el consejo de grandes expertos en la regi¨®n como Enrique Iglesias, actual secretario general de las Cumbres Iberoamericanas- como para corregir el error inicial de no respaldar a un candidato de consenso a la secretar¨ªa general de la OEA; despu¨¦s de ir a Santiago y ver a Jos¨¦ Miguel Insulza, Rice rectific¨®. Hace dos semanas, habl¨® en Chicago de Am¨¦rica Latina para celebrar la democratizaci¨®n del hemisferio: de una regi¨®n que export¨® al mundo t¨¦rminos como "golpe" o "junta militar" se ha pasado a una comunidad democr¨¢tica de naciones, con la excepci¨®n de Cuba, dijo: "Hay 34 democracias en Am¨¦rica Latina; es un dato que habla por s¨ª mismo". EE UU, a?adi¨®, no tiene ning¨²n problema con los Gobiernos de izquierdas: "Tenemos muy buenas relaciones con Chile, excelentes relaciones con Brasil, buenas relaciones con Argentina...".
Tom Shannon, secretario de Estado adjunto para el Hemisferio, es un pragm¨¢tico al que Rice encarg¨® centrar la pol¨ªtica latinoamericana despu¨¦s de sus dos antecesores, Otto Reich y Roger Noriega, representantes del ala dura e ideol¨®gica de la Administraci¨®n: "Al tratar con los dirigentes, de derechas, de izquierdas o populistas", explica, "buscamos un compromiso con la democracia, con los derechos humanos, con el respeto a las libertades fundamentales".
"Tom Shannon trabaj¨® conmigo en la Casa Blanca. Est¨¢ preparado, es una persona de una gran sensibilidad hacia la regi¨®n, est¨¢ casado con una guatemalteca... Seguro que funcionar¨¢ bien al hablar con Evo Morales, porque conoce los temas y es un gran diplom¨¢tico. El asunto es saber si puede liderar una pol¨ªtica m¨¢s sofisticada sin que se le dispare la Casa Blanca", dice Arturo Valenzuela, que responde as¨ª a la pregunta de si, adem¨¢s de los principios generales de comercio y apoyo a la democracia, EE UU deber¨ªa tener una pol¨ªtica para Latinoam¨¦rica: "Sin duda. Parte de los problemas vienen de que EE UU ve los retos como temas bilaterales, sin darse cuenta de dos cosas: que los pa¨ªses tienen interacciones entre ellos, y por tanto cualquier relaci¨®n de EE UU con uno afecta a la relaci¨®n con los otros, y que EE UU puede avanzar sus intereses regionales teniendo buenas relaciones globales".
"Es malo que EE UU no tenga una pol¨ªtica para el hemisferio". Andr¨¦s Pastrana, presidente entre 1998 y 2002, tiene gran entrada en la Casa Blanca y en el Congreso, como tuvo su antecesor, Lu¨ªs Alberto Moreno, ahora presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. El embajador se?ala que Colombia "es hoy un pa¨ªs con m¨¢s seguridad y tranquilidad, y eso en parte se le abona a la ayuda que nos ha dado EE UU. Es una pol¨ªtica bipartidista de continuidad con programas iniciados hace siete a?os, el Plan Colombia y el Tratado de Libre Comercio. Por eso EE UU es un pa¨ªs que todav¨ªa tiene credibilidad y afecto en la poblaci¨®n de Colombia, porque se ha visto que cuando los hemos necesitado realmente, nos han ayudado". A pesar de esto, "y a pesar de que nos han tendido la mano, el problema es que en EE UU no hay una pol¨ªtica hacia Am¨¦rica Latina. Clinton jug¨® con nosotros cartas importantes; cuando lleg¨® Bush, cre¨ªmos que Am¨¦rica Latina iba a volver al escenario pol¨ªtico, pero el 11 de septiembre nos liquid¨®; desaparecimos del mapa. Ahora, con poco que haga, EE UU podr¨ªa volver a atraer a sus aliados y amigos".
Entre los norteamericanos est¨¢ m¨¢s extendida la idea de que EE UU no puede tener una pol¨ªtica latinoamericana, porque hay muchas situaciones diferentes. "Las pol¨ªticas deben acomodarse a cada pa¨ªs, a cada situaci¨®n; no sirven las generalizaciones", argument¨® en un reciente debate en el Wilson Center sobre EE UU y Latinoam¨¦rica el profesor Richard Feinberg, que se ocup¨® de asuntos Interamericanos en el Gobierno de Clinton. En el debate, Bob Davis, corresponsal para Latinoam¨¦rica de The Wall Street Journal -"tengo ese puesto", brome¨®, "y resido en Washington: creo que eso dice mucho de c¨®mo nuestro peri¨®dico, y nuestro Gobierno, se ocupan de la regi¨®n"- defendi¨® la idea de que la indiferencia o inhibici¨®n, "que a veces es miedo a intervenir para no provocar una reacci¨®n en contra", cambiar¨¢n "cuando Latinoam¨¦rica crezca econ¨®micamente m¨¢s de lo que lo est¨¢ haciendo. Hasta entonces, habr¨¢ poca atenci¨®n". En el mismo diario, la agresiva e informada Mary Anastasia O'Grady neg¨® recientemente que Bush preste poca atenci¨®n a Latinoam¨¦rica: "Los males de la regi¨®n son asuntos de pol¨ªtica nacional que s¨®lo los nacionales de cada pa¨ªs pueden resolver".
"No tiene por qu¨¦ haber una pol¨ªtica latinoamericana, tiene que haber una pa¨ªs por pa¨ªs; la regi¨®n tiene 35 pa¨ªses, todos diferentes. Tener una misma pol¨ªtica supondr¨ªa emplear el mismo juego de instrumentos para M¨¦xico que para Chile, para Brasil que para Honduras; no tiene sentido", coincide Otto Reich, responsable de Latinoam¨¦rica en el Departamento de Estado y la Casa Blanca entre 2002 y 2004. Reich asegura que EE UU no teme a la izquierda: "Me acuerdo hace cuatro a?os: todo el mundo me preguntaba qu¨¦ ¨ªbamos a hacer si ganaba 'el ultraizquierdista' Lula da Silva en Brasil... ?C¨®mo iba a manejar EE UU las relaciones con la econom¨ªa m¨¢s grande de Am¨¦rica Latina, con un amigo de Fidel, un marxista, que hab¨ªa organizado el Foro de S?o Paulo? Imag¨ªnese, se ca¨ªa el cielo. ?Y cu¨¢l fue el resultado? Pues que Lula result¨® ser una persona inteligente, centrista, por supuesto con un programa social de centroizquierda, que es apoyado por EE UU; Bush ha recibido a Lula en Washington y le ha visitado en Brasilia. O sea que un presidente de izquierdas no le asusta a EE UU mientras sea un dem¨®crata que respete los derechos de los ciudadanos y que no se meta en los asuntos de sus vecinos".
Carl Meacham entiende que se reclame una agenda de intereses comunes, pero reitera que "hay problemas pol¨ªticos y presupuestarios para desarrollarla" y prefiere hablar de las pol¨ªticas en las que hay avances o problemas: emigraci¨®n, comercio, petr¨®leo y lucha contra el narcotr¨¢fico. Tiene claro, adem¨¢s, que M¨¦xico y Brasil son los pa¨ªses clave: "M¨¦xico es nuestro vecino, y es de donde viene la mayor¨ªa de la emigraci¨®n. Tenemos que trabajar mejor con ellos para mejorar las condiciones: no es que no haya trabajo en M¨¦xico, es que no pagan igual que aqu¨ª. Y Brasil tiene la mayor influencia en el hemisferio. Tener relaci¨®n con ellos, trabajar en temas diversos y en problemas pol¨ªticos, como el de Venezuela, nos da un tremendo empuj¨®n positivo. Podemos hacer muchas m¨¢s cosas".
Jorge G. Casta?eda plante¨® en el debate del Wilson Center propuestas para superar el deterioro de relaciones y record¨® la sugerencia de una comisi¨®n hemisf¨¦rica en la que, por parte latinoamericana, estuvieran l¨ªderes de la talla de Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos [ex presidentes de M¨¦xico, Brasil y Chile] y por parte de EE UU, Bill Clinton y Bush padre. Para el ex canciller mexicano es fundamental, adem¨¢s, que el Congreso resuelva la reforma de la inmigraci¨®n, por las repercusiones que tiene en M¨¦xico y Centroam¨¦rica y por los n¨²meros -de emigrados y de remesas de dinero- que implica.
Todo ser¨¢ poco para superar el distanciamiento, sobre todo cuando las iniciativas se enfrentan al hurac¨¢n populista que sopla en la cordillera andina y que repercute en todos los pa¨ªses latinoamericanos.
MA?ANA CAP?TULO 2: El triunfo del populismo petrolero
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